Música y folclor

Cecilia

Alberto Muñoz Peñaloza

09/04/2019 - 06:10

 

Cecilia
Cecilia La Polla Monsalvo / Foto: archivo PanoramaCultural.com.co

Eran poco más de las diez de la mañana, nos encontrábamos en la misma plaza que estrena, adecuación física, nuevos elementos y suscita comentarios en uno u otro sentido. La plaza Alfonso López estaba atiborrada del público fiel que le es propio al Festival de la Leyenda Vallenata.

En realidad, el evento había sido inaugurado dos días antes y el día anterior comenzaron las rondas eliminatorias en otras categorías. La primera versión Rey de reyes en 1987, congregaba reyes de los veinte festivales realizados hasta entonces, en las categorías aficionado y profesional. Muchas dificultades debieron sortearse para poder llegar a ese momento, de elevada tensión, sin haber superado del todo la más grande embestida, contra el certamen de abril, del que se tenga noticia. Ya en tarima era incierta la presentación de los reyes más emblemáticos, en gracia de la amenaza de “no participar” si no se cambiaba el jurado ya divulgado.

Después de la mayor incertidumbre y tensión, en medio de discusiones breves, retornó la normalidad y de inmediato se inició la competencia, cumplido lo cual la calma se instaló en el ambiente. Al bajar de la tarima encontré a la Cacica, Consuelo Araújo, en medio del fragor oceanico de sus lágrimas que interpreté como señal inequívoca de la potencia del ataque y de la alegría que producía desactivarlo. A dos pasos estaba ella, imperturbable y atenta a los pormenores de lo que ocurría en todos los rincones del certamen.

Así era ella. La conocí antes de tener luz de conocimiento, como se describe el tiempo anterior a los siete años, en la mitad de la década del sesenta y me hice notar a través de mis visitas, fugaces pero seguidas, por la esquina de la plaza, con calle 16, donde operó muchísimos años la Oficina Departamental de Turismo, desde el inicio y de la cual fue su secretaria insigne. De vez en cuando le preguntaba por el próximo festival, sin importar si no se había terminado el mes de mayo y ella con su sonrisa de frambuesa, que siempre asomaba antes de sus respuestas tenues, me explicaba cómo podía llevarse a cabo la edición venidera. Me llamaba la atención su caminar despacio, lento pero urgente y el donaire con el que lucía su maquillaje estrato uno y el atuendo sobrio que engalanaba sus pasos por la calle.

En el Festival de 1986, al arribar al queridísimo teatro Cesar, emocionado, con mucha nostalgia y gran alegria, porque desde “las colegialas también pecan” no pudimos volver a entrar y allí se realizó la jornada eliminatoria del concurso de la canción inédita, el inolvidable y prestigioso abogado, compositor y miembro destacado de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, Alonso Fernández Oñate, me recibió con la designación de integrante del jurado calificador, mientras llegaban unos jurados que faltaban, entre ellos el connotado compositor Roberto Calderon Cujia. El asunto es que ahí me quedé y, al siguiente día, cumplí el encargo de defender ante la presidenta ejecutiva de la Fundación la inclusión de seis canciones finalistas, y no cinco como establece el reglamento. Antes lo planteamos a la coordinadora quien dijo que de pronto yo lograba ese visto bueno. No fue fácil, pero lo conseguimos y resultó como ella había sugerido por su conocimiento, sabiduría y templanza, por poner siempre el ejercicio experiencial por encima de quedar bien ante los concursantes, periodistas o público en general.

Fue una mujer dedicada por entero al cumplimiento de las funciones inherentes a lo que estaba llamada a hacer. Incorporó la discreción a su vida diaria, con la misma paciencia, con la que entraba a la celebración eucarística, atendía a cualquier persona desde el más encopetado hasta el menos visible. Jamás hizo alarde de su poder, que lo tuvo por ser la memoria viviente, la persona más cercana a mi madrina Consuelo y a las directivas, por su sabiduría y porque conocía las complejidades de los temas a resolver en caso de dificultad. Se condujo en todo momento ocupándose del bien general, de preservar el buen nombre del Festival y de alinear las partes en caso de conflicto.

Fue una mujer de fe, consciente de sus limitaciones y segura de sus convicciones. Optó por creer que era posible y lo demostró con creces, bien como secretaria de la Oficina de turismo, tanto como miembro fundador de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, como coordinadora, y de la misma manera cumplió cuando dirigió el Instituto Departamental de Cultura y Turismo del Cesar. Sus aportes para hacer más grande nuestro evento superior, el Festival de la Leyenda Vallenata: el desfile de piloneras, la creación de la categoría juvenil de acordeoneros y de la Escuela de Talento Vallenato, Rafael Escalona Martínez, entre otros, resultan inferiores ante la capacidad de trabajo desplegada a lo largo de toda una vida de servicio en favor de nuestra cultura vallenata como contributo al aporte nacional y global. Su fe en Dios la preservó de dolencias fisicas, emocionales y subliminales, que en gracia de su corporalidad resultaron de celofán ante el ímpetu de su vitalidad que disimulaba muy bien, como sabía hacerlo, cuando sintiéndose alegre y festiva hacia un movimiento sutilisimo de hombros y desplegaba entonces su mejor sonrisa.

Fue servidora e hizo del servicio un apostolado personal, renunció a la pompa y al ámbito de ser servida. Prefería siempre conversar, con ojos y oídos despiertos, cuando los riesgos y los obstáculos dejaban de ser una amenaza consistente. Fue una pedagoga, sin ínfulas de serlo y a quien no le hizo un bien jamás le hizo un mal.

Se fue en abril, el mes de los cañaguates y las piloneras, el periodo de los aguaceros que irrigan esperanza, verdor y versos, cabalgándose en la musa de compositores, creadores y poetas abnegados que, como hizo ella durante toda su vida, dan lo mejor de sí sin importarles qué recibirán a cambio. Se marchó, como diría mi padre Julio Muñoz y su amigo, en viernes, retornó a la realidad eterna el sábado día de la virgen de quién fue devota, y a pocos días de iniciarse la Semana Santa, escenario de sus devociones, oraciones y peticiones del alma.

Camino al Cielo deja un reguero de realizaciones, convertida en ejemplo para las actuales y las nuevas generaciones, en especial respecto del papel de la mujer prudente, servicial y diligente. Se requieren más como ella para asumir el cumplimiento de lo que corresponde, la preservación, defensa, promoción y divulgación del patrimonio cultural inmaterial, que nos es común, la conservación y el fortalecimiento del Festival Vallenato, la empresa cultural que anuda el sentimiento, y robustece el corazón, Vallenato.

De familia buena, como buena fue ella, con un racimo de sobrinos-hijos y el recuerdo imperecedero del pueblo, como símbolo de gratitud por su obra vivencial y en la seguridad de que su esfuerzo no fue en vano. Rafael Manjarrez la retrató muy bien en uno de los versos iniciales de Ausencia sentimental “(…) veo laborando en turismo a la Polla Monsalvo (…)” cambiado después, en medio del concurso, para evitar suspicacias, por otro tan justo como ese: “cuanto se añora la tierra de Castro Monsalvo”.

Tamaño compromiso el de su sobrino Ponchito Monsalvo, competir en esta oportunidad de homenajearla con la mejor presentación sin poder esperar que mueva, desde el Cielo, las teclas que nunca movió en la tierra para que otros o él, ganaran el festival. Quien tiene que moverlas es él porque el Festival se gana es tocando, sin hazañas, como decía la que sabemos.

 

Alberto Muñoz Peñaloza

@albertomunozpen

 

Sobre el autor

Alberto Muñoz Peñaloza

Alberto Muñoz Peñaloza

Cosas del Valle

Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.

@albertomunozpen

1 Comentarios


Arnoldo Mestre S 09-04-2019 03:53 PM

Me imagino que el artículo es dedicado a la polla monsalvo, pero nunca se mencionó como protagonista del escrito.

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