Música y folclor

Plantaciones

Alberto Muñoz Peñaloza

01/12/2022 - 05:25

 

Plantaciones

 

El 6 de diciembre de 1928 se produjo la llamada ‘masacre’ de las bananeras. La huelga llevaba casi un mes y el ejército intervino en defensa de los intereses de la United Fruit Company. La matanza dejó un número impreciso de muertos, que la historia oficial se ocupó de minimizar.

El diario La prensa de Barranquilla dio cuenta de 100 víctimas fatales. El general conservador Pompilio Gutiérrez, cinco meses después de la masacre, en entrevista al diario El espectador manifestó “que tenía pruebas irrefutables del número de muertos” que según eso superaba los mil. Por su parte Carlos Arango, en su libro Sobreviviente de las bananeras, se refiere a centenares de muertos con cita de testimonios como los de Carlos Leal y Víctor Gómez Bovea, conductor de uno de los vehículos que llevaron los cadáveres hasta las lanchas “para echarlos al mar antes de las 6 de la mañana”.

No obstante, la cifra más difundida e incrustada en el decir popular es la de 3000 fallecidos, relacionada por Gabriel García Márquez en “Cien años de Soledad”: “La huelga grande estalló. Los cultivos se quedaron a medias, la fruta se pasó en las cepas y los trenes de ciento veinte vagones se pararon en los ramales. Los obreros ociosos desbordaron los pueblos. La calle de los Turcos reverberó en un sábado de muchos días, y en el salón de billares del Hotel de Jacob hubo que establecer turnos de veinticuatro horas. Allí estaba José Arcadio Segundo, el día en que se anunció que el ejército había sido encargado de restablecer el orden público. Aunque no era hombre de presagios, la noticia fue para él como un anuncio de la muerte, que había esperado desde la mañana distante en que el coronel Gerineldo Márquez le permitió ver un fusilamiento. (…) -Buenos -dijo exhausto-. Soy José Arcadio Segundo Buendía. Pronunció el nombre completo, letra por letra, para convencerse de que estaba vivo. Hizo bien, porque la mujer había pensado que era una aparición al ver en la puerta la figura escuálida, sombría, con la cabeza y la ropa sucias de sangre, y tocada por la solemnidad de la muerte. Lo conocía. Llevó una manta para que se arropara mientras se secaba la ropa en el fogón, le calenté agua para que se lavara la herida, que era sólo un desgarramiento de la piel, y le dio un pañal limpio para que se vendara la cabeza. Luego le sirvió un pocillo de café, sin azúcar, como le habían dicho que lo tomaban los Buendía, y abrió la ropa cerca del fuego. José Arcadio Segundo no habló mientras no terminó de tomar el café. -Debían ser como tres mil -murmuró. -¿Qué? -Los muertos -aclaró él-. Debían ser todos los que estaban en la estación”.

En 1974, fue llevado al disco por Jorge Oñate y los Hermanos López, un paseo del connotado compositor Santander Duran Escalona, “Las bananeras” y se dijo entonces que se trataba de una canción protesta. Por mi parte, considero al “Pibe” como un excelente descriptor social, que no sólo lo hizo con lujo de detalles en esa canción porque tiene más: añoranza del Cesar, Lamento arhuaco, Soy el pescador, y otras tantas. Él brilla con luz propia y el 18 de septiembre de 2015, en un blog del periódico El Tiempo, respecto de esa creación literaria y musical, manifestó que: “Es una canción que no llamaría protesta, sino canción social. Se nutre de mis vivencias. Fui a la zona bananera porque mi papá era de Aracataca. Nosotros vivíamos en Valledupar y nos llevaron allá a saludar a la familia y me di cuenta de cómo vivía el pueblo, en la miseria, rodeado de tierras riquísimas que no se podían explotar. Lo mismo sucede hoy: tierras sin explotar porque no hay políticas agrarias. En ese momento vieron a un muchacho de 16 que comienza a cantar ‘Las bananeras’ o ‘Un lamento arhuaco’ y me encasillaron en protesta, pero es canción social”

Se fueron, se fueron las bananeras; explotaron, explotaron la nación; solo quedan los recuerdos de otras eras; añoranzas y quimeras, deudas penas y dolor; porque allá en la zona bananera, allá sufre sin queja, un pueblo soñador; que nada ganó al pelear dos guerras; ay solo que hoy olviden su dolor (…).

Tres años después, en 1977, el cantante panameño Rubén Blades y el magistral Willie Colon, salieron al ruedo, con su primer trabajo “Metiendo mano”, con repertorio musical exquisito, urbano, social y musical: Pablo pueblo, Según el color, La maleta, Me recordarás, plantación adentro, la Mora, lluvia de tu cielo, fue barón, pueblo.

Willie Colón venía de un periplo exitoso con el gran Hector Lavoe y la unión musical con Blades, fue rutilante. En ese primer álbum, destaca “Plantación adentro”, hermosa canción del compositor puertorriqueño Catalino “Tito Curet” Alonso, nacido en Guayama (Puerto Rico). El periodista, analista y chef Vallenato, Julio Mario Celedon, se refirió en su columna periodística en el diario El pilon a ‘Plantación adentro’ como una canción “en donde se narra la historia de un indígena explotado llamado Camilo Manrique, quien muere a manos de su capataz, el cual le da una ‘garrotera’ dentro  (Sic) la cómplice espesura del cultivo en donde trabajaba, cuando le hacen el dictamen médico se determina que su deceso es por muerte natural, la letra irónicamente dice que con la golpiza que le dieron obviamente es natural que se muriera”.

A Rubén Blades, le gustaron los temas de Tite Curet por el toque social en la mayoría. En el caso de ‘plantación adentro’, mediaron algunas fortalezas: la crueldad de la situación contrasta con la alegría musical que el tema imprime. Saber que el ‘indio’ Camilo Manrique murió porque el mayoral o capataz le dio demasiados palazos, es duro; que además el médico diga que la muerte fue causa natural, lo es aún más; que fue enterrado debajo de una cruz de palo en un hoyo cualquiera, agrava la cosa; y que finalmente, éste fuera el destino de muchos, es el remate perfecto para esta historia de desgracias. Todo esto dicho de una manera musical única, que nos hizo bailar a los asistentes y cantar las desgracias no tan ajenas. 

"Es el año 1745, en la América Latina, el indio trabaja en las plantaciones bajo el palo implacable del mayoral". Sombras son la gente
a la la la la la la la.  Plantación adentro camaráes donde se sabe laverdadesdondeseaprendelaverdad. Dentro del follaje y de la espesura
dondetodoelviajellevalaamarguraes donde se sabe camará
es donde se aprende la verdad.
CamiloManriquezfalleciópor golpes que daba el mayoral
yfuésepultadosinlloraruna cruz de palo y nada mas.
CamiloManriquezfalleciplantación adentro camará.
 Plantaciónadentrocamarásombras son la gente y nada mas.
 SemurióelindioCamilopor palos que daba el mayoral.
Y el medico de turno dijo asi:
muerte por causa natural.
Claro, si despues de una tunda e' palos
que se muera es normal.
Acostarsetardeydepietempranorumbo pa'el cañaveral.
Tierra,selva,solyvientoindio,paloymayoral.Plantación adentro camará
sombrassonlagenteynada mas.Selva adentro, selva traga
selvanuncadicena.Recoge café y coge pa'lla
si no te pega el mayoral.
Eh,CamiloManriquezfallecióy lo enterrarón sin llorar.
Yessutristemonumentouna cruz de palo y nada mas.
Oye lo que digo es la verdad
sombras son la gente y nada más

Sin importar distancias, los versos, las melodías, compaginan en una temática social que no solo denuncia lo ocurrido, también revela lo que ocurría durante el tiempo en que Duran y Curet se inspiraron, porque todavía en este tiempo siguen presentándose situaciones de maltrato, abusos y mala situación circundante de los focos de explotación. La música vallenata tradicional y la Salsa, unidas en la descripción de realidades sociales que conservan su vigencia. Plantaciones de banano, de caña, explotaciones siempre…

 

Alberto Muñoz Peñaloza

Sobre el autor

Alberto Muñoz Peñaloza

Alberto Muñoz Peñaloza

Cosas del Valle

Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.

@albertomunozpen

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