Música y folclor

Mayte Montero, la gaitera mayor de Colombia

René Arrieta Pérez

05/04/2024 - 05:15

 

Mayte Montero, la gaitera mayor de Colombia
La gaitera Mayte Montero / Fotos: Farandula.co y El Universal

 

Mayte Montero es la gaitera colombiana más reconocida en el exterior, heredera de las sonoridades de esa estirpe de músicos icónicos como son Los gaiteros de San Jacinto. Mayte ha trasegado su vida profesional en compañía de grandes músicos, primero integró la agrupación de Totó la Momposina, y posteriormente se integró en la de Carlos Vives, con quien ha compartido casi que toda su carrera artística. No obstante, ha ejecutado una serie de proyectos y grabaciones donde muestra su carácter y su gran talento como gaitera solista.

También es compositora y cantante. Canta champeta, género en el que incursionó hace ya algunos años. Igualmente, canta jíbaros y vallenatos. Con “Kalamari Caribe”, grupo del que fue cofundadora junto con Martín Pereira, graba un tema de su autoría: “El cucarachero”. Hace poco colaboró con Boris García en la grabación de “La estereofónica” en videoclip, tema inspirado en la obra de Pedro Laza. Ha colaborado, igualmente, con Thalía, entre otros.

Carlos Vives le hace un gran agasajo con el tema “Pa’ Mayté”, incluido en su álbum “La tierra del olvido”, que se convirtió en todo un éxito de su repertorio, hecho que, asimismo, resalta su notoriedad en el país e internacionalmente.

Mayte Montero recientemente estuvo en Cartagena y se presentó en el musical “Sabrosura”, en La Serrezuela, organizado por el músico Boris García, en el espectáculo interpretó dos canciones con su gaita: “Jíbaro en San Juan”, de la puertorriqueña Luz Celenia Tirado, grabado por Miguelito, en el álbum Canto a Borinquen; y el icónico vallenato “El cantor de Fonseca”, del guajiro Carlos Huertas. Dos bellas versiones.

Expresó sentirse feliz por su visita a Cartagena y vivir las sonoridades de hoy y de antaño: igualmente manifestó estar encantada de disfrutar del público y de la puesta en escena de un evento que combina el sonido cartagenero con creaciones contemporáneas. Felicita, asimismo, a Boris García y su staff, socios y patrocinadores por apostarle a la cultura de la ciudad.

Hábleme de Cartagena como ciudad de su infancia. Cartagena en sus nostalgias y recuerdos.

Cartagena es mi ciudad natal, de la que conservo gratos recuerdos: de mi familia; de mi infancia; de la adolescencia; del colegio; la primaria, allá en el Instituto Sorelle; del bachillerato, en el Instituto Pedagógico del Caribe; de mis profesores; mis compañeros de estudio; de los vecinos del barrio Los Alpes; de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, allá tuve la oportunidad de tener el contacto directo con la música, con los profesores, allí fue mi segundo amor con la gaita. Y bueno, nostalgia grata de mi ciudad hermosa, ‘la heroica’.

Los inicios con la gaita. ¿Cuál es la historia?

En mi primer contacto con la gaita no hicimos clic la gaita y yo, porque el profe era uno de mis hermanos, de los menores, Milton Montero. Mi hermano era aprendiz, y obviamente no tenía las herramientas suficientes para enseñar, entonces yo no entendí sus instrucciones, y no me sonaba la flauta, pues. En esa época, me gustaban muchísimo los tambores, las percusiones. Y claro, aprendí rápidamente a tocar el guacho, las maracas, las tamboras, un poquito de alegre, que el llamador… Me iba bien rítmicamente en esos instrumentos. De hecho, en la banda de guerra del colegio, el Instituto Pedagógico del Caribe, yo tocaba el redoblante y la tambora. Cuando ingreso a la universidad, lo primero que hice fue ir al departamento de integración, porque me habían dicho que allá era donde reclutaban a uno para los diferentes grupos musicales. Había grupos de vallenato, de tambores, de gaita. Femenino, mixto, masculino. Había orquesta, en fin, gran variedad. Hasta de rock, creo que había. Fui a ese departamento de integración con la pretensión de que me dieran un cupo, de percusionista, en el grupo de gaita, y me dicen: “No hay, tenemos demasiados percusionistas. Necesitamos gaiteros”. Les dije: “yo intenté con ese instrumento que no entendí, y a mí me encantan las percusiones”. Me contestaron: “Mídetele, mídetele, que aquí tenemos buenos instructores”. Dije: “listo, yo aprendo sin compromiso, por lo que les comenté”. Y empecé las clases con el profe Diógenes San Juan. Era buen profesor, entendí y comencé mis primeros ejercicios.

Pasó el tiempo y yo quería estar en todas las invitaciones para tocar la gaita. Llegó un momento en que no asistía a las clases y me iba a retirar de los estudios, y el profesor me dijo: “Mira Mayte, me enteré de que no vas a seguir en la universidad, y desde luego, con las clases, por lo que te recomiendo que vayas a la Casa de la cultura, allá está un profesor muy bueno que se llama Antonio Luis González, pregunta por él y así organizas tu tiempo para que sigas con tus clases de gaita”. Fui a la Casa de la cultura, y allí continué con mis clases de gaita, con Luchito González, ese profe tenía una manera tan especial que, ¡guau!, pa’ mí eso fue mágico. Mis clases con él fueron espectaculares, y nos hicimos buenos amigos, y luego, el profe Antonio Luis me ponía como remplazo de él en las clases que no podía dar. Depositaba su confianza en mí y yo terminaba dando esas clases, cosa que me llenaba de orgullo.

¿Cuáles son la experiencia y los momentos más importantes con Totó la Momposina?

A Totó la Momposina tengo mucho que agradecerle, especialmente por acogerme en su grupo. Trabajamos durante dos años. Recuerdo que una de las cosas que me impresionó muchísimo era que se hacía una prueba de sonido antes del show. Eso nosotros no lo hacíamos en Cartagena, eso no existía (ríe), nuestras presentaciones, eran un poco informales en ese aspecto. Lo que ocurría siempre era que llegábamos, se balanceaba el sonido en la medida que íbamos tocando, y se iba avanzando en el espectáculo. Acá no. Entendí lo que era trabajar profesionalmente, y que esto debía darse con nuestras músicas tradicionales. Venía de percibir que cuando tú haces una puesta en escena de música folclórica a eso no se le prestaba mayor atención, lo hacían las orquestas, y aun así creo que no acostumbraba a hacer una prueba de sonido antes. Con Totó la Momposina hice mis primeras presentaciones en teatros, en lugares grandes, en festivales importantes, conocí grupos de todas partes del mundo. Nosotros hicimos una primera gira, de un mes, en México, y fue increíble, eso no lo olvido. Para mí es como si hubiese sido hace poco. Me quedaron unos grandes amigos, los chicos/as del grupo de danza y de la banda. Fue una experiencia bella. También estuvimos en Corea del Sur, en un festival de percusiones del mundo… Es impresionante, ver y disfrutar las culturas del mundo. Y por supuesto, llevo todo esto en mis recuerdos, por siempre.

¿Cómo es la experiencia y aprendizaje de todos estos años con el maestro Carlos Vives?

Cuando empiezo a trabajar con Carlos, es cuando me doy cuenta de que mis ideas si pueden funcionar para hacer música. Antes de estar con Carlos Vives me daba pena mostrar mis canciones o los arreglos musicales que yo hacía. Pensaba que no tenían validez, simplemente por el hecho de que no había pasado por una academia musical. Tú sabes, se siente uno como cohibido, y tener ese espacio, esos momentos en los que él dice: “Oye, me gusta eso que estás tocando, por ahí es la vuelta. Esas ideas funcionan mucho acá, fluye con estos talleres que estamos haciendo, vamos a hacer el nuevo disco”. Y cuando él convoca a los músicos para que hiciéramos la preproducción de lo que iba a ser el álbum “La tierra del olvido”, te cuento que para mí fue increíble, también de esas cosas inolvidables que me han pasado, y que afianzaron mucha más confianza en mí, en lo que yo también podía crear, generar y ofrecer. Y funcionó. De alguna manera generé un sonido, tocaba como yo. Y eso era lo que me decía: “queremos es que toques como tú lo sabes y lo puedes hacer, lo que te nazca, lo que se te ocurra”. Bueno, por todo eso se fortaleció mi sonido, tocando en las canciones que producíamos y que grabábamos para los discos de Carlos. Le agradezco infinitamente que haya depositado su confianza en mí para las partes de unas gaitas.

Con Carlos la experiencia es que debemos sentirnos siempre orgullosos de lo nuestro. Duramos tanto tiempo dando importancia a lo de afuera que a lo que tenemos acá en casa. Estábamos sedados y lo ignorábamos por completo. De Carlos Vives para acá el centro es el de tu casa, tu tierra, tu cumbia, tu vallenato, y todo. Así le está diciendo a la gente: “Yo soy de aquí y por eso lo puedo proyectar de esta manera, porque tengo mi espíritu libre y juvenil y siento la música de esta forma, y la puedo hacer desde mis raíces, con la forma en la que vibra dentro de mí”. ¡Eso!, sentirte orgulloso de lo tuyo.

Mencione los momentos más emotivos al lado de Carlos Vives y su agrupación.

Carlos tiene una forma muy especial de conmovernos a nosotros. Tú sabes lo que significa que una persona te reconozca o te exalte en público, y diga: “Esta es mi banda y somos ‘La provincia’, estamos viajando por el mundo, llevando con orgullo nuestra música”. Eso te pone a vibrar, y cuando estamos en otros lugares del mundo y lo corroboras, y ves a los colombianos que se ponen la camiseta de la Selección Colombia, porque sienten que nosotros somos su selección… ¡Uy!, eso es muy grande, eso te pone a vibrar, a vibrar alto, alto, alto.

El tema que Carlos Vives le dedica, “Pa’ Mayté”, es todo un gesto de su parte, y, que, además, catapulta su figura, y ya usted no es solo un músico del grupo, sino que se convierte en una referencia musical.

Eso habla de lo maravilloso que es Carlos Vives, él, su sencillez y sus detalles. Recuerdo que en el estudio estábamos trabajando un jingle que duraba muy poco, y a él le fascinaba esa canción y quiso convertirlo en un tema completo, de tres minutos y medio, de cuatro, y por mucho que se intentaba siempre aparecía otra canción. Entonces, de tanto intento se optó por dejar ese jingle quieto y usar las ideas que nacieron, de ahí se originó una nueva canción, “Pa’ Mayté”. Recuerdo que la letra la construyeron Carlos Vives, Iván Benavides y Teto Ocampo, quien falleció, y ya nos dejó en este plano, y a quien hacemos todos los honores, porque de Teto yo aprendí muchísimo, y lo último que supe de la canción es lo que me contó Carlos, cuando me estaba dando el chance, y me llevaba del estudio a mi casa, me dijo:

–“Mira, la canción se va a llamar así, como tú”.

–Y yo le dije: “cómo –así como tú–.

–sí, “Pa’ Mayté”, se va a llamar esa canción” –dice él–.

¡Y eso fue fantástico! Obviamente, quién no se va a poner feliz porque una canción lleva su nombre, y, claro, yo he sido muy feliz. Hago una aclaración, porque hay mucha gente equivocada, sobre todo, gente del medio. Recuerdo que estaba lanzando un disco y hacía la promoción en Barranquilla, y Javier Echeverri, me dice: <>*, porque, con esa canción que te hizo Carlos Vives… Y yo le dije: “un momento, ojo, la canción lleva mi nombre, pero yo no soy la compositora, yo no soy la persona que interpreta la canción, yo no tengo usufructo por esa canción, me entiendes, o sea, las cosas como son; ahora, en cualquier lugar a donde voy, las personas están conectadas con el tema de Carlos Vives, desde luego, me identifican, y a mí me encanta, porque esa canción no existía en el repertorio seleccionado para el álbum “La tierra del olvido”. Esa canción no existía, y fue la última que entró. Nació en el estudio. ¡Genial!, y fue una iluminación de Papa Dios. Dios es bello, y mira, ¡qué regalo tan bonito! Ja, ja, ja. (Ríe eufórica y agradecida).

¿Qué significa Antonio Luis González, “Luchito” para usted?

Luchito González, mi profe, mi mentor, él fue el tercer profesor de gaita que tuve. Con él aprendí mucho más. Eso fue mágico. Me decía: “Mayte, ten ‘cuidao’, cuando uno le coge el gustico a la gaita uno va dejando de lado a la Universidad por estar acá metido en este cuento, dentro de la música”. –¡Guau! –, esas palabras eran tan verídicas, pero era muy tarde. A mí me había conquistado la gaita y ya no podía separarme de ella, y nos hicimos grandes amigos. Sé que se sentía muy orgulloso de mí, y yo me sentía la persona más orgullosa de tenerlo a él como profesor, y, además, como amigo, y fuimos también compañeros en el grupo Kalamari: allí tocaba saxofón, clarinete, gaita, hacía arreglos musicales. Era, asimismo, el director de un grupo muy importante, de la época, que se llamaba “Son Cartagena”, que en la actualidad existe, obviamente con renovaciones. Él es de las mejores personas que he conocido, a quien quiero muchísimo. Siempre lo honraré y estará en mi corazón de una manera grata, porque sus nobleza y enseñanza para mí fueron grandísimas.

¿Cuál es su historia y experiencia con Joe Arroyo, su participación, su aporte en el homenaje a Estefanía?

Con Joe Arroyo pasó lo siguiente: me encontraba en el parque del barrio El Cabreo con unos amigos, estábamos tocando, divirtiéndonos, tocando gaitas, porque recientemente habíamos participado en un festival de gaitas. Terminé tocando en ese festival, porque uno de los grupos, que se llama “Son de aquí”, en donde estaba un amigo, José David Borjas –y a partir de ahí nos hicimos grandes amigos–, le dijo a Martín Pereira, quien vivía en El Cabrero, director del grupo Kalamari, que ayudara a los muchachos que habían llegado sin gaiteros, y el festival era un concurso de gaitas. A mí no me gusta el tema de los concursos, y me subo al escenario por hacerle el favor a esos chicos. Me da pánico, pavor, participar en concursos. Tampoco me gusta hacer audiciones. Terminé tocando con ellos, y para mi fortuna, me gané el primer puesto. Fue algo increíble, y nada, nos quedamos después que se acabó el festival celebrando y pasándola bueno, ahí en el parque. De repente se acerca un carro, tipo camioneta, y me llama Víctor Medrano, el hijo de Estefanía Caicedo, de las grandes bullerengueras nuestras. Me aproximo, y veo dentro del vehículo a Joe Arroyo. (Ja, ja, ríe). Joe me dice:

–Hola Mayte, cómo estás.

–Hola Joe, –respondo–. Produce mucha emoción ver a un personaje de esos. Me dice así, rapidito: “Oye, Mayte, queremos grabar una gaita en una de las canciones, ¿tú te atreves a ir a Bogotá con nosotros?”

Le dije:

–Yo sí –si tú te atreves a llevarme–.

Luego nos reunimos donde Joe se estaba alojando. A los pocos días estábamos viajando a Bogotá. Esa parte de la grabación la estaba dirigiendo Juventino Ojitos, arreglista de varias de sus canciones y miembro también de la orquesta de Joe. Fue una experiencia maravillosa. La primera vez que Joe incluía una gaita en su música. Pasaron cosas muy rápido. Yo aún no reaccionaba.

La tecnología no estaba tan evolucionada como ahora, y las gaitas no se fabricaban en tonalidades específicas, y cosa de Papa Dios, una de mis dos gaitas resultó tener la tonalidad que requería la canción, y fue tremendo, porque dónde se iba mandar a hacer una gaita de un día para otro con especificaciones si realmente no existía en el mercado ese tipo de trabajos en ese entonces.

Quiero agregar al relato de estas experiencias que con el tiempo empezaron los fabricantes a construir gaitas con tonalidades, gaitas desarmables. Antes eran de un solo cuerpo, hoy se consiguen en dos o en tres partes. Como la boquilla del fotuto por donde se introduce el aire es una pluma de pato originalmente. Muchos gaiteros remplazaron esa boquilla por la vaina que recubre las agujas de las jeringas. Les cortaban el pedacito que está cerrado y eso lo usaban en remplazo de la pluma de pato, A mí eso no me funcionó, porque eran muy anchas, y en una soplada se me iba todo el aire y no podía tocar bien las canciones como lo hacía normalmente. Por lo que continué con las plumas de pato, pasando angustias en todas esas giras con Carlos Vives. En los sitios en donde se debía registrar los equipajes por seguridad, se tiraban esos estuches. Yo sentía que se me paraba el corazón porque estaban tirando mi estuche y se podían partir las boquillas (las plumitas de pato). Lo que me condujo a trabajar en un sistema de boquillas, por ese dispositivo –la Superintendencia de Industria y Comercio– me concedió patente de invención. Así solucioné el problema de la fragilidad de la pluma de pato del fotuto y el de no poder usar repuestos inmediatos cuando se requería. Hoy, muchos y nuevos gaiteros usan este nuevo dispositivo, muy práctico y útil para las gaitas. Y seguimos trabajando en la parte de la tecnología del instrumento, algo que me reconforta, porque no solamente solucioné mi problema, sino el del gremio también.

Cuénteme sobre su amistad con Pedro Pablo Peña, un músico de muchas y festivas composiciones en nuestro Caribe.

¡Ay!, Pedro Pablo Peña, otro gran amigo. Creyó en mí como músico, como gaitera, como artista. Era muy alegre, con una creatividad impresionante. Una vez me dijo: “Mayte, vamos a hacer una canción entre los dos. Toma tu gaita porque te voy a tararear una cosa”. Él tocaba la armónica, empezamos con las ideas, y me dice: “esto, así como va ya tiene un nombre”, –era bueno para ponerle nombres a las canciones— se titula “La candelilla” (una canción instrumental). Recuerdo que esa canción la teníamos lista, y en un trabajo de una gran artista que se llama Lourdes Acosta. El productor se resistía a incluirla. Pedro Pablo dijo: “Soy quien pone todas las canciones y va a entrar esta, con la condición de que la tiene que grabar Mayte”. En esa época todavía era Mayte –después de Carlos Vives soy Mayté–. El productor era Jesús Barraza, un gran músico y productor reconocidísimo. Él tenía una gran amistad con Los gaiteros de San Jacinto, y estaba incluida en el trabajo una canción de su repertorio, y no veía la necesidad de incluir otro tema de gaita, creo que la canción era “No es negra es morena”, sino estoy mal, de la autoría de Adolfo Pacheco. Pedro Pablo dijo: “La candelilla interpretada por Mayte va o saco todas mis canciones de ese álbum”. Les tocó meter esa canción y resultó ser todo un éxito. Creo que la grabamos por allá en el año 1990, hace mucho tiempo. Cada vez que vienen las fiestas de noviembre, los carnavales de Barranquilla y fiestas en la región Caribe esa canción está ahí como un clásico. Mucha gente no sabe que yo soy la intérprete de esa canción, y que comparto autoría con Pedro Pablo Peña.

Nosotros pasamos unas aventuras buenísimas. Recuerdo que también nos dio canciones para nuestro primer álbum “Kalamari Caribe”, con Martín Pereira, Mario Pereira, Gustavo Beltrán, Pedro de la Ossa, que ya no está –se han ido varios compañeros–. Qué bueno que me hayas hecho recordar a este gran amigo que es Pedro Pablo Peña.

Hábleme de la experiencia en ese proyecto titulado Homenaje a los maestros, en el que usted canta y toca la gaita, mosaico en el que están temas como: “Déjala que llore”, “Zoila”, “La maestranza”.

Realmente, ese no es un proyecto. Esa es una grabación que salió de un evento que tuve. La Cancillería me hizo un reconocimiento e hice una presentación para el personal del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia. A mí me gusta siempre, en mis presentaciones, incluir canciones de los maestros, de Los gaiteros de San Jacinto, especialmente. Me encanta incluir “Zoila”, “La maestranza”, entre otros, porque en nuestras fiestas eso no puede faltar. Lo hago por eso, porque me gusta tenerlos presentes en mis espectáculos y presentaciones. No es un proyecto que yo haya lanzado, es la grabación de una de mis presentaciones.

 

René Arrieta Pérez

Poeta y escritor

 

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