Ocio y sociedad

Don Eloy, custodio de las prendas del Cristo

Diógenes Armando Pino Ávila

25/09/2020 - 04:05

 

Don Eloy, custodio de las prendas del Cristo

 

Eloy llegó al pueblo vendiendo telas, las exhibía cargando varias piezas en su hombro, mientras caminaba las calles proponiendo sus productos a los parroquianos que encontraba a su paso. Le gustó el pueblo y consiguió clientela, era una época de gente sana que honraba sus deudas cumpliendo con sus pagos en forma religiosa. Andando el tiempo, formalizó su almacén y se casó con doña Tiburcia, ya casado pasó a ser llamado Don Eloy y a su esposa la llamaron La Niña Tibu, costumbre del pueblo de dar dignidades a quienes tienen dinero o a quienes se ganan el respeto, Don Eloy gozaba de las dos cosas.

De su matrimonio tuvo dos hijas, Tiburcia y Eufrasia, la primera se casó con un líder conservador de nombre Néstor Robles que, por su personalidad desenfadada y parrandera, les dio más de un dolor de cabeza a sus suegros, pues cuentan que, cuando estaba en la buena y se emparrandaba, entraba al ruedo del cumbión y encendía billetes de baja denominación en vez de espermas para bailar, lo que la comunidad comentaba en voz baja y festejaba en público. Una paisana preocupada por la acción de Néstor Robles fue hasta la casa de Don Eloy y le comentó a la Niña Tibu que Nestor quemaba el dinero en el cumbión. La Niña Tibu escuchó en silencio, no pronunció un solo comentario, su gesto no se alteró; la paisana ante el silencio de su interlocutora le preguntó: «Niña Tibu, ¿qué opina usted?». La niña Tibu sólo contestó: «¡En fín, la plata es de Mejía!». Desde entonces se repite, como un dicho de tradición en el pueblo, para denotar cuando no nos importa algo que nos comentan.

Doña Eufrasia, la hija menor, cursó fuera del pueblo algunos años de secundaria, montó una escuela de mecanografía donde enseñaba este oficio a los muchachos de la época, luego fue nombrada como colectora de rentas nacionales, cargo que desempeñó hasta recibir su pensión. Se casó en segundas nupcias con un paisano de nombre Daly Castrillos. Una de las anécdotas que más me gusta de La Niña Tibú, es que, como doña Eufrasia, tenía la oficina de la Colecturía a un lado del almacén y casa de residencia de don Eloy. Un medio día, llegó un campesino finquero de Pailitas a pagar sus impuestos o a comprar unas estampillas para algún trámite y al preguntar a La Niña Tibu por doña Eufracia, ella contestó: «son las 12 y media del mediodía, doña Eufrasia está en brazos de Morfeo», cuentan que el campesino hizo un gesto de asombro y sin poderse contener le preguntó: «¿Y desde cuándo no vive con Daly Castrillo?».

Don Eloy fue un hombre probo, honrado hasta la saciedad, su fama de hombre bueno y honrado le granjeó, el cariño y el respeto de todo el pueblo, por esta razón, cuando la comunidad se dio cuenta que las prendas de oro con que ofrendaban al santísimo Cristo, patrono de Tamalameque, valían una fortuna, en junta decidieron dárselas al cuidado de don Eloy, por lo que, él convertido en el custodio de tremendo tesoro, lo guardó en un baúl de madera, parecido a un cofre pirata, y lo escondió bajo la cama de la Niña Tibu, donde permaneció por largos años.

Un día cualquiera, en una reunión de la parroquia, el cura de ese entonces mencionó las llamadas prendas del Cristo, anunciando que el señor obispo tenía interés en que les fueran entregadas para protegerlas. Como siempre, la gente no aceptó el pedido, pero hubo algunos paisanos que empezaron a comentarlo fuera del círculo cerrado de la parroquia y alguno escribió a la naciente emisora de El Banco Magdalena y se hizo público la existencia de dicho tesoro y el nombre del custodio, razón demás para que se hiciera una reunión de notables para tomar una decisión al respecto.

Reunidos los notables se tomó la decisión revisar el inventario con las prendas en físico y al comprobar que estaban completas y en orden, tomaron la determinación de darlas en depósito a La Caja de Crédito Agrario, única entidad bancaria de la localidad. En el documento, el banco ofrecía tenerlas bajo su cuidado en la caja fuerte de la entidad, pero sin ninguna responsabilidad en caso de robo o pérdida. Meses después de estos trámites, el 20 de marzo de 1975, un grupo de 4 hombres armados, quienes dijeron ser miembros del ELN, en un asalto sin precedente, a plena luz del día, atracaron el banco, se robaron un dinero, las prendas del Cristo y se llevaron como rehenes a las tres secretarias.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

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Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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