Opinión
Editorial: En apoyo a los periodistas
Pocos días después de recordar y celebrar la importancia de la libertad de expresión, panfletos amenazantes rompieron con la tranquilidad de Valledupar.
El viejo fantasma del silencio impuesto a los comunicadores y el miedo como modus vivendi resurgían con fuerza, sustentados en palabras inaceptables y argumentos incendiarios que refuerzan los intereses de unos pocos frente a la justicia necesaria de la gran mayoría.
A los periodistas queremos brindarles toda nuestra consideración. El trabajo y la causa que ellos defienden son esenciales en la democracia que, poco a poco, se trata de construir en este país.
Cada esfuerzo informativo, cada paso esbozado en dirección de la verdad y de la objetividad, debe ser alabado, y más cuando se trata de informar y facilitar un proceso natural e imparable como la restitución de tierras (una condición esencial para la estabilidad). Por ese motivo, ofrecemos nuestro apoyo a los periodistas y queremos acompañarlos en estos momentos en los que el temor irrumpe con fuerza y en forma de notas indiscriminadas.
Decimos indiscriminadas porque amenazar a un periodista es amenazar a todos los periodistas, es ir en contra de los principios que fundamentan nuestro día a día. El simple hecho de tener un compañero amenazado debe ser la causa de un rechazo tenaz y completo, y un motivo de acercamiento genuino.
Que sepan los periodistas mencionados en esos panfletos que entendemos las implicaciones que pueda tener este suceso en sus vidas y que deseamos, como ellos, el regreso a la normalidad. Por eso, apoyamos las decisiones más contundentes –pero siempre respetuosas de los derechos de cada uno–, adoptadas por las autoridades nacionales, y confiamos en que, en breve, se darán las respuestas que esclarezcan el origen de estos panfletos.
Por otro lado, en una época en la que la verdad y la memoria prevalecen, en el que el esfuerzo por llegar a un equilibrio se alza por encima de todo, la sociedad civil debe también responder de manera contundente y rechazar esas amenazas.
Ir en contra de los periodistas y callarlos es, por extensión, atacarse al pueblo entero. No puede haber indiferencia ni tolerancia de hechos tan extremos como éstos. La labor de un periodista no puede depender de las ideas de unos pocos.
Debe quedar también claro que con las armas no se detiene ningún proceso de restitución de tierras. Las armas y la violencia son el reflejo de la insensatez y la irracionalidad, y frente a la voluntad de un pueblo, no pueden hacer nada.
0 Comentarios
Le puede interesar
¿Fundamentalismo?
“Nosotros éramos todos humanos, hasta que la religión nos separó, la política nos dividió y el dinero nos clasificó”. El f...
Editorial: Las claves del caso Snowden
El nombre del ingeniero e informático Edward Snowden se ha convertido en las últimas dos semanas en el centro de una tormenta informa...
Esencia del hombre Caribe
Hoy un poco más objetivo, con menos pasión y soberbia puedo responder a muchos interrogantes planteados por ciertas personas en la ú...
Los incidentes de impolutos y corruptos
El sistema político es tan corrupto como la misma sociedad que lo ha concebido. Ahora, a raíz de descarados sucesos califica...
La idealización de la Patria chica
Tuvimos la fortuna de nacer en un lugar edénico en la margen derecha del río Grande de la Magdalena, rodeado de dilatadas sabanas...