Opinión
Odio: el reinado del mal
“Odiar a alguien es darle demasiada importancia (y a veces ni la tiene)”, Reflexión.
Cada día la sociedad se ve más inmersa en situaciones antagónicas con la esencia de su propia conducta. Así como se han trocado valores éticos y morales para transponer como atributos aquello otrora considerado repulsivo e inaceptable para el comportamiento general, hoy en día el sentimiento de odio, amenaza peligrosamente las etiquetas del amor, respeto y consideración al ser humano como tal.
En el compulsivo mundo político epicentro del desarrollo social, que se comporta al igual que una rueda de chicago girando acorde a los eventos revolucionarios, las variaciones entre los postulados de diferentes corrientes políticas son separadas apenas por una tenue línea imaginaria, que en determinado momento puede confundir el sentimiento nacionalista, capitalista, liberal con la doctrina comunista, socialista, conservadurista, porque su común denominador es el odio.
No es increíble que de una pequeñísima semilla germine una grandiosa planta, al igual éste despreciable pero cierto antivalor que sobrepasa lo ético, se acreciente rápidamente cuando desde pequeños focos es alimentado, orientándose entre sectores cuyo resultado siempre estará enmarcado por oposición a principios sociales de prosperidad y bienestar general decayendo en el absolutismo vengativo que impone gobernar el mundo autocráticamente en detrimento del vencido.
Para generar el sentimiento de odio desde y hacia alguien en particular, no se requiere de grandes esfuerzos mentales, disertaciones en juicio, ni abstractos razonamientos filosóficos, simplemente la idea de odiar viaja hacia receptores y multiplicadores con capacidad de réplica, convencimiento e insensibilidad, pues acciones terroríficas y arriesgadas son las que el pueblo necesita para trastear y asentar su simpatía.
Y es que la ceguera y estupidez de las gentes son el amplificador sempiterno de odio, correteando apasionadamente a los brazos de un monstruo, cuando la razón es que deberíamos escapar de él, con el agravante que al no hacer nada para evadirle, es sujetarse social, política y económicamente a un neo régimen conductual esperanzado en que surjan de tal falacia nuevas eras de paz y prosperidad.
Colombia no puede ni debe mantenerse en el pasatiempo presentado ahora como divertimento para la nación, desde la tarima legislativa, exhibiendo a aterradores y sombríos saltimbanquis conectados con un sequito de replicadores apuntalados a la izquierda y a la derecha del núcleo democrático, solo para diferenciarse por su máxima capacidad ofensiva y burlesca, amenazadora o condicionante que logre robarse el guiño del pueblo.
No más Cepedas y Teodoras en desabrochada reyerta con Uribes, como si ellos fueran la razón de ser del Estado, cuando lo que hacen es solamente exteriorizar el motivo por el cual en sus entornos se concibe y les llega el odio, pues muy fácil impetrar como causa el ser negra, feo, desaliñado ò pragmático de represión y abusos de poder, para que el obnubilado pueblo se polarice convencido de participar en una tesis política y democrática, que sigue el juego planteado por los disidentes; de alimentar el odio con razones personales solamente para buscar beneficios propios.
Despierta sociedad colombiana, no es el odio el antivalor que va a dar estabilidad y paz a esta región, ni son mucho menos los ”enriquecedores” debates legislativos que finalmente no producen consecuencias reformadoras del ordenamiento interno, porque están cimentados en la premisa de encauzar el rencor en vez de una buena ley, es la conciencia ciudadana, que se manifieste con critica, protesta cívica y exigencia a un gobierno que hasta el momento debe todo a los ciudadanos de bien.
Alfonso Suárez Arias
@SuarezAlfonso
Sobre el autor
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Alfonso Suárez Arias
Aguijón social
Alfonso Suárez Arias (Charalá, 1956). Abogado en formación (Fundación Universitaria del Área Andina en Valledupar). Suscrito a la investigación y análisis de problemas sociológicos y jurídicos. Sus escritos pretenden generar crítica y análisis en el lector sobre temas muy habituales relacionados con la dinámica social, el entendimiento del Derecho y la participación del individuo en la Política como condicionamiento para el desarrollo integral.
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