Opinión
Reminiscencias y tertulias en el Festival
Valledupar es tierra de cantos y acordeones, y abril es su primavera musical. Para la nostalgia de los serenateros, las noches son un romance de melodías que enaltecen la belleza de la mujer amada y el amor con sus matices llena de fiesta el corazón, y en las ventanas de la aurora el aroma de las flores se confunde con el perfume del canto. Todavía el Guatapurí se desliza con el rumor cristalino de sus aguas por la silueta mestiza de la Sirena y en la memoria del viento flotan los nombres de las dinastías musicales, pioneras de la historia vallenata.
Abril es y será el mes añorado en Valledupar. El acordeón, como conquistador invicto, cabalga victorioso por la comarca del Cesar y la Guajira y todo el Caribe colombiano. En las tardes de abril, los callejones y parques de la ciudad se llenan de piloneros y piloneras que a ritmo de tambores danzan para evocar la costumbre ancestral de ventear y pilar el maíz. También es el mes de las reminiscencias. Al escuchar la palabra festival, aflora el nombre de Consuelo Araujo, la recordada ‘Cacica’, fundadora de esta inagotable fiesta que abrió la ruta y dio jerarquía de reyes a los acordeoneros vallenatos. Un poeta la describe con estos versos: La trinitaria florece/ como una estrella en el cielo/ Valledupar se enternece/ al recordar a Consuelo.
El Festival vallenato es el evento cultural de mayor convocatoria nacional. En abril cada esquina de Valledupar es lugar ideal para las tertulias sobre la calidad de los participantes. Este año el tema central es la dinastía de Los López de La Paz. Pablo Agustín López Gutiérrez, cajero, acordeonero, abogado y embajador de la música vallenata desde 1956 en Bogotá, por su edad y experiencia musical dentro y fuera del país, es la persona más solicitada por periodistas e investigadores culturales, para conocer los pormenores de su dinastía.
Además del interés de conocer los orígenes musicales de esta familia, algunos se han preocupado por la historia del pueblo. Por eso termino con una breve reseña. El poblamiento de La Paz comenzó en enero de 1775 cuando varias familias ganaderas de Valledupar decidieron establecer sus hatos de ganado en el sitio conocido como Cerro de La Paz.
El nombre del Cerro se debió al acontecimiento de haber convenido en ese lugar un tratado entre el capitán Félix Arias, ‘pacificador de los indígenas’, y el cacique de los indígenas tupes, Ponaimo Sasare (Pedro Castro Trespalacios, en su libro Cultura Aborígenes del Cesar e Independencia de Valledupar, 1979, p. 28). Pero según el investigador empírico, Don Pedro Olivella, los primeros pobladores fueron Simón De Torres, Leonardo Del Castillo, Arcisclo Arzuaga y Juan Oñate y llegaron el 24 de enero, día que la Iglesia católica ha consagrado a Nuestra Señora de la Paz (Álvaro Castro Socarrás, en su libro Episodios históricos del Cesar, Plaza & Janés, 1997, p.p.15.16).
José Atuesta Mindiola
Sobre el autor
José Atuesta Mindiola
El tinajero
José Atuesta Mindiola (Mariangola, Cesar). Poeta y profesor de biología. Ganó en el año 2003 el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y es autor de libros como “Dulce arena del musengue” (1991), “Estación de los cuerpos” (1996), “Décimas Vallenatas” (2006), “La décima es como el río” (2008) y “Sonetos Vallenatos” (2011).
Su columna “El Tinajero” aborda los capítulos más variados de la actualidad y la cultura del Cesar.
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