Opinión
Aprendamos de la crisis fronteriza
El dolor y la indignación se apoderan de mi ser al ver la persecución, maltrato y humillación a que son sometidos nuestros connacionales en la hermana república de Venezuela, donde de manera cruel y sistemática son despojados de sus pertenencias, alejados de sus familiares y le son violados los derechos humanos, llevándolos a vivir bajo unas condiciones deplorables, creando una crisis social y humanitaria en los puntos de fronteras.
Soy consciente de la difícil situación económica, social y administrativa que viven en Venezuela. Nos preocupa la ola de violencia, falta de libertades y la escasez con la que conviven a diario en esta nación, asimismo reconocemos que ha existido un gran flujo de migrantes colombianos hacia este país, se ha incrementado el contrabando, tráfico de drogas y la incursión de criminales, pero también es cierto que estos flagelos no son culpa de la inmensa mayoría de colombianos que trabajan íntegra y honradamente para mejorar sus condiciones de vida y construir un futuro próspero que conlleve a la consecución de su bienestar y, por ende, la edificación de una mejor Venezuela.
Con alivio recibo la actuación del gobierno nacional frente a la crisis, donde ha implementado y ejecutado medidas para aliviar la grave situación que padecen miles de compatriotas. Aplaudo la intervención, el acompañamiento y apoyo de ministros, congresistas, procurador, cuerpo diplomático y del jefe de Estado a los deportados. Celebro el respaldo de la oposición en cabeza del expresidente Uribe a las medidas del gobierno frente a la crisis en la frontera, como también el despliegue periodístico de nuestros medios donde denuncian y dan a conocer las aberraciones y maltratos a que han sido sometidos nuestros connacionales.
Ante este despliegue y actuaciones adelantadas, me asalta una duda ¿Por qué de la misma manera no hemos asumido y afrontado la crisis humanitaria que presentan nuestros hermanos de la Guajira, el Chocó o el Cauca, los cuales padecen escasez de agua, alimentos, servicios públicos, ausencia de infraestructuras que les garantice mejores condiciones.
Cómo me gustaría ver a los señores procurador y fiscal denunciando ante la Comisión Penal Internacional y la Corte Interamericana de DDHH la barbarie, abusos y arbitrariedades cometidas contra estas comunidades, al señor presidente y sus ministros ejerciendo sus funciones desde estas apartadas y abandonas regiones o al cuerpo diplomático establecido en Colombia acompañando, palpando y conociendo de primera mano las penurias y necesidades que padecen y soportan estos hermanos.
Ojalá el presidente Santos y el expresidente Uribe unieran criterio y dejaran de lado sus diferencias políticas para trabajar mancomunadamente en políticas, acciones y medidas definitivas que permitan el mejoramiento de las condiciones de vida de los habitantes de la Guajira, Chocó, Cauca y cada una de las regiones de nuestro país, cuántas vidas salvaguardaríamos si estableciéramos un corredor humanitario que permitiera llevar alimento, agua y servicios de salud a estas comunidades.
Por eso, sin demeritar el padecimiento y precaria situación que viven los compatriotas que han sido expulsados de Venezuela, creo justo y necesario que el gobierno y la clase política colombiana adelante medidas en todo el territorio nacional para conjurar los padecimientos y penurias que viven muchos colombianos, solo así garantizaríamos la construcción de un nuevo país y evitaremos que la situación vivida en Venezuela se convierta en una realidad en Colombia.
Diógenes Armando Pino Sanjur
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Sanjur
Tamalamequeando
Diógenes Armando Pino Sanjur, más conocido como May Francisco, nació el 24 de junio de 1976 en un pueblo mágico lleno de historia, cultura y leyendas situado en la margen derecha del Río Magdalena llamado Tamalameque. Hijo de los docentes Diógenes Armando Pino Ávila y Petrona Sanjur De Pino, tiene 2 hijos, May Francisco y Diógenes Miguel, los cuales son su gran amor, alegría, motor y mayor orgullo. Abogado de Profesión, despertó su interés con la escritura de su padre quien es escritor e historiador, se declara un enamorado de su pueblo, de su cultura (la tambora) y apasionado por la política como arte de servir.
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