Opinión

La Dirección de Tránsito y Transporte de la policía, un negocio multimillonario

Eber Patiño Ruiz

18/01/2016 - 06:10

 

Puesto de control de la Policía de Transito / Foto: La FM

En Colombia las ollas podridas se están destapando solitas y cada vez más nos desengañamos de algunas instituciones que para muchos representa la moral y el buen juicio de la sociedad, por ser estas la base de la gobernabilidad de un país.

La Policía Nacional en los últimos años ha sido blanco de hechos de corrupción inimaginables para los colombianos, como el que hoy sale a la luz pública en la denuncia que hiciera el noticiero de la FM contra la policía de carreteras y los altos mandos a la cabeza del señor director de la policía, el General Rodolfo Palomino que hoy vuelve a estar en el ojo del huracán, y no es para menos la denuncia, si cuando él estuvo al mando de esta dependencia se cometieron múltiples irregularidades que hoy lo tienen en la mira de las autoridades y ad portas de la destitución inminente de la institución, no saliendo en hombros como algunos de sus antecesores, sino por la puerta de atrás, enlodada su larga trayectoria militar.

Cómo explicar a los colombianos que:

La Policía de carreteras ve a los usuarios como clientes, a los que se les puede amedrentar, e intimidar y no ser garantes de seguridad vial, dando información pertinente del estado de las vías, ofreciendo recomendaciones y buenas prácticas de manejo en la carretera y la divulgación de campañas pedagógicas en pro de la seguridad de todos para generar consciencia ciudadana.

Hay un error en el procedimiento y parece ser ignorado por parte de la policía de carreteras y los guardas de tránsito: la poca educación que se le da a los conductores y en general a toda la ciudadanía, y viene desde las escuelas de conducción que, en muchos casos, omiten darle a los alumnos el conocimiento de las normas de tránsito para atender a más clientes, (porque las escuelas son un negocio) y desde ese desconocimiento salen a las carreteras ignorantes de la normas viales y ahí es donde entra el señor policía y el guarda de tránsito a hacer de las suyas, porque saben que el conductor está en desventaja y es la puerta abierta a todos los vicios que vemos en estas instituciones.

Una solución sería exigirle a las escuelas de conducción más educación vial,  para que el nuevo conductor tenga todas las herramientas pedagógicas: conozca las normas de tránsito, las contravenciones, los protocolos de seguridad no solo nacional sino internacional, conozca las leyes que regulan la movilidad, etc.

Hoy el comparendo parece ser la única motivación que los alienta o la razón por la que se lanzan a las carreteras los agentes de tránsito y policía de carreteras a esperar quien dé (papaya) para de una vez hacerle la contravención a la norma que, según ellos, conocen muy bien y aplican al pie de la letra. Pero al mero atisbo de miedo del conductor por desconocer la norma, de una vez lo atacan y lo presionan psicológicamente para que la única solución sea pasar bajo los papeles el esperado botín.  Es así, a muchos nos ha pasado y somos cómplices de este acto de corrupción ya sea por acción o por omisión y en eso debemos ser sinceros y abiertos a reconocer nuestra cuota de responsabilidad.

Pero, por las denuncias conocidas y la manera como algunos policías de carretera ven a los usuarios en las vías como un cajero electrónico, podemos concluir que se ha perdido la institucionalidad, el amor por el trabajo, que se ha traicionado el juramento de velar por la seguridad e integridad de los ciudadanos.

Es un acto bochornoso que debilita la poca credibilidad que hoy tiene la figura de la policía, donde sale de un escándalo para meterse en otro al mes siguiente. Y uno se pregunta: ¿En qué momento la policía como institución empieza a perder el rumbo?

Y los hechos bien pueden medirse desde los inicios del narcotráfico, donde el dinero fácil por custodiar los intereses de unos delincuentes llegaba a montones y había para todos. Policías que abandonaron sus cargos para ofrecer sus servicios de seguridad a los capos de la mafia; después el paramilitarismo hace lo propio y no es un secreto, ahí están las evidencias, esta la historia para no olvidar lo que empezó un día y se demuestra que no se ha sanado la herida, al contrario, está más abierta que nunca y gangrenada, purulenta y fétida, que se ha esparcido por toda la institución desde la cabeza hasta los pies como un cáncer, con un acicate que es el peor de los enemigos de la justicia, como lo es el código  de silenció que impera en la policía, donde todos se cubre con el mismo mando de la complicidad, el mismo código que tiene la iglesia como una cofradía maldita.

Por fortuna, los medios de comunicación se han encargado de develar esos actos de corrupción y no pueden pasar desapercibidos, que ya la fiscalía y la procuraduría están tomando cartas en el asunto y pidiendo las cabezas de los responsables.

El mal ya está hecho, con estos actos y las denuncias realizadas. Los ciudadanos ya no confiamos en las instituciones, y la policía tardará mucho en volver a recuperar el pedestal del buen juicio.

 

Eber Patiño Ruiz 

Sobre el autor

Eber Patiño Ruiz

Eber Patiño Ruiz

Hablemos de…

Eber Alonso Patiño Ruiz es comunicador social, periodista de la Universidad Católica del Norte Sede Medellin, Antioquia. Su gran pasión es la radio y la escritura. Tiene dos novelas terminadas y una en camino, un libro de cuentos y otro de historias fantásticas; tres libros de poesía: Huellas, Tiempos y Expresión del alma.

@Eber01

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