Opinión

Zamira o un elogio a la honestidad

Carlos Cesar Silva

20/03/2017 - 06:00

 

 

Entré en completo silencio, con el acelere que inspira el tiempo incumplido, los ojos todavía divagando por mis reflexiones matutinas y la frente arrugada como un acordeón. Seguí hasta la mesa en medio de miradas penetrantes, murmullos y algunos quejidos incomprensibles. Saqué el computador portátil del morral, respiré hondo, miré hacia el frente y descubrí que el salón se encontraba repleto de caras ansiosas, expectantes. Dejé de pensar en la injusticia de la suerte y los propósitos nuevos y me instalé en la realidad del momento: el Grupo A del curso de Derecho Constitucional de la UDES sede Valledupar.

Solté una sonrisa con el ánimo de apaciguar la tensión, saludé en voz alta y los estudiantes contestaron con un coro descoordinado: “Buenos días, profe”. Esa mañana teníamos un examen, así que les recordé las reglas de juego: “Bueno, ya saben que el parcial vale el 40 % del primer corte, es oral, son dos preguntas para cada uno y van a ingresar en grupos de cuatro”. Ubiqué el computador en la mesa, lo encendí, lo conecté al enchufe y enseguida añadí: “Tienen dos opciones: entran de forma voluntaria o los llamo al azar, ustedes verán”.  

Los alumnos prefirieron la espontaneidad antes que la suerte. De modo que empezaron a entrar sin presiones, conducidos por sus conocimientos y quizás por sus instintos. Como es un grupo de 40 estudiantes y solo teníamos dos horas para hacer la evaluación, resolví hacer preguntas concretas, punzantes. Indagué sobre las formas de interpretar la Constitución, los factores que originaron al Estado, los tipos de gobierno, la descentralización, el mínimo vital, entre otros temas. El hecho concreto que me conllevó a escribir este relato, sucedió cuando ingresó el quinto o sexto grupo.  

Al frente mío se sentaron cuatro estudiantes. Todos estaban tranquilos, sin afán. Antes de empezar con la ronda de preguntas, a cada uno le fui comunicando la nota que había obtenido en un debate que hicimos sobre las formas de Estado y los sistemas de Gobierno, que significaba el 30% del corte, y la calificación de un parcial escrito de selección múltiple con única respuesta que tenía, igualmente, el porcentaje recién señalado. Layd Zamira Robles fue la última estudiante en recibir sus notas: alcanzó 3,9 en el debate y 5,0 en el examen escrito, que le entregué en el acto. Entre contenta y curiosa, Zamira (como le gusta que la llamen) se dispuso a revisar su parcial mientras yo ultimaba detalles para comenzar la evaluación.   

La franqueza es una chispa que flota en los ojos. Cuando iba a efectuarle la primera pregunta a uno de sus compañeros, Zamira me interrumpió con suavidad: “Profe, mire, se equivocó —dijo mostrándome el parcial—. La tercera pregunta me la colocó como buena pero en realidad estaba mala, así que mi nota no debe ser 5 sino 4”. Atónito, inspeccioné el examen y comprobé que era cierta la afirmación de aquella muchacha morena, delicada y de cabello ondulado. Soy un profesor joven, espontaneo y fervoroso que se emociona mucho con la inteligencia, la suspicacia y la madurez de los estudiantes. De manera que corregí la nota del parcial escrito, pero decidí exonerar a Zamira del oral, ya que sentí la necesidad de reconocer un atributo que resulta poco habitual en los seres humanos: la honestidad.

En la Costa Atlántica y en muchas otras partes de Colombia tomar atajos es sinónimo de poder, bravura y hasta inteligencia. La honestidad suele ser apreciada como una conducta de los idiotas, de los pendejos. Poco se valora la seriedad y la rectitud de la gente. Me atrevo a decir que los tramposos reciben más premios que condenas, siempre están llegando al triunfo con sus mañas. Por eso recompensé a Zamira por su gesto, hay que enaltecer más la honradez de las personas, sobre todo en el contexto de una carrera tan desprestigiada como la abogacía.

 

Carlos César Silva

@CCsilva86

Sobre el autor

Carlos Cesar Silva

Carlos Cesar Silva

La curva

Carlos César Silva. Valledupar (Cesar) 22 de noviembre de 1986. Abogado de la Universidad Popular del Cesar, especialista y magister en Derecho Público de la Universidad del Norte. En el 2013 publicó en la web el libro de artículos Cine sin crispetas. Cuentos suyos han sido publicados en las revistas Puesto de Combate y Panorama Cultural. Miembro fundador del grupo artístico Jauría. Cocreador del bar cultural Tlön.

@ccsilva86

0 Comentarios


Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

Canciones inéditas, una letanía poco creativa

Canciones inéditas, una letanía poco creativa

  Cerrado el telón de la versión conmemorativa de medio siglo del Festival de la Leyenda Vallenata, con mente reposada y diluida ...

Petro y Duque bajo el principio de precaución

Petro y Duque bajo el principio de precaución

  Hace un tiempo escribí una columna sobre las dudas razonables de carácter científico respecto a daños y peligros que pueden o...

Editorial: Una oportunidad de ver el Cine como una profesión

Editorial: Una oportunidad de ver el Cine como una profesión

Pocos días después de que la película “El abrazo de la serpiente” del cineasta cesarense Ciro Guerra recibiera el premio Art C...

La conservación del río Guatapurí

La conservación del río Guatapurí

De las pocas cosas buenas que nos quedan en Valledupar está el rio Guatapurí; un icono cultural, recreativo y paisajístico, especial...

Derechos humanos vs Barbarie

Derechos humanos vs Barbarie

Nos piden paz y cordura, pero de eso nunca nos han dado nada. Jhon  Flórez La historia de esta nación se ha fraguado entre charcos...

Lo más leído

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados