Opinión
Editorial: La realidad de la Ciénaga de Zapatosa
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La inauguración a principios del mes de julio del 2017 de un muelle y un mirador turÃstico en la Ciénaga de Zapatosa en el municipio de Chimichagua puede considerarse un hito en la historia del departamento del Cesar ya que representa también la primera visita de un jefe de estado en esta zona en los últimos 60 años.
Para la posteridad quedaron los anuncios y registros de una visita que propone marcar una nueva etapa. Un nuevo camino para quienes viven esta región. Y sin embargo, es necesario entender cuáles son las implicaciones de estos mensajes.
La Ciénaga de Zapatosa cubre un área de más de 40.000 hectáreas ubicada entre los municipios de Chimichagua, CurumanÃ, Tamalameque (Cesar) y el Banco (Magdalena). Pertenece a la zona conocida como la Depresión momposina y, con un volumen de 1000 millones de m2, se la considera como el complejo lagunar más grande de Colombia. Â
Evidentemente, convertir la Ciénaga de Zapatosa en un atractivo eco-turÃstico es un proyecto atractivo, ya que supondrÃa introducir como principal valor la conservación de la flora y fauna existentes en un ejercicio de sostenibilidad. También implica que las actividades relacionadas con la Ciénaga tengan el menor impacto posible sobre el equilibrio medioambiental de la región.
Sin embargo, es también necesario entender cuáles son las grandes problemáticas que han encendido las alarmas en cuanto a sostenibilidad y contaminación. La situación ambiental de la Ciénaga es crÃtica, y esto se debe en grandes rasgos a la presencia de palma africana (y todos los excesos ligados a este cultivo), las 300.000 cabezas de ganado que se establecen en este sector en épocas de sequÃa, la pesca intensiva, asà como los conocidos vertimientos del rÃo Cesar.
Hacer de la Ciénaga de Zapatosa un destino eco-turÃstico puede ser un giro apreciable para esta región del Caribe (y todo el paÃs), pero esto supone grandes esfuerzos, tanto para los gobiernos locales, departamentales y nacionales, como para la población civil.
Primero se tiene que asegurar la infraestructura que permita la conexión –o accesibilidad- desde la capital del Cesar (Valledupar) y otros departamentos (BolÃvar, Magdalena y Santander), pero también se debe pensar en un plan de reconversión de muchos de los habitantes de la región. No se trata de un movimiento anodino, sino de una decisión macro-económica que requiere una gran voluntad y un gran compromiso.
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