Opinión

La duda razonable

Diógenes Armando Pino Ávila

03/08/2018 - 06:24

 

La duda razonable

Es, por decirlo de alguna manera, triste lo que históricamente ocurre en el llamado “País del Sagrado Corazón de Jesús”, al que debería, por los insólitos y lastimosos episodios, cambiar el dicho por “El País del Sangrante Corazón de Jesús” y no es que quiera hacer un simple juego de palabras, sólo quiero llamar la atención por los recurrentes casos que aterran y deberían avergonzar a un país de gentes decentes.

En un país donde han asesinado a más de trecientos líderes sociales y que la explicación oficial sea que son asesinados por líos de faldas o por linderos, es una vergüenza nacional e internacional, que ha dado pie para que los propiciadores de la violencia y sus adeptos, adictos al crimen y consumidores irredentos de sangre, se regocijen en comentarios desobligantes que re victimizan a familiares y víctimas, tales como, que son o eran guerrilleros, que se lo merecían, que “mano dura y corazón grande”, en fin, una serie de comentarios con que tratan de justificar lo injustificable. Por eso, no creo en el discurso de ese sector de ultraderecha que manifiesta «querer la paz, pero no del modo en que está pactada».

No puedo, me niego a creer en la santidad pregonada de los que se hacen llamar «hijos de Dios» y que en oración y propaganda inculcan el «ama a tu prójimo» y, aún a sabiendas de lo que ocurre y lo que vendría agravado para el país, votaron como mansa grey por esa ultraderecha que explota y asesina al pueblo colombiano.

No creí ni creo en esos líderes tibios que no “eran ni chicha ni limoná”, que ni estaban de acuerdo ni en desacuerdo con el estado lamentable del país, ni con los responsables políticos de lo que sucedía y que al final, cuando los resultados -a pesar de ser elevados- no le dieron la opción de segunda vuelta, prefirieron ir a fotografiar ballenas jorobadas en el litoral Pacífico, en vez de venir a dar la cara y liderar la lucha del pueblo colombiano, sino que nos jorobaron con su voto en blanco, dejando el país en manos de quienes va a quedar.

En un país donde se vota por dinero, donde los elegidos no llegan a las corporaciones, porque éstas se rifan entre los lagartos, es difícil de creer. Un país donde se escandalizan porque Mockus muestre su depilado trasero en una sesión del antro de la corrupción, mientras tanto aplauden la muerte de líderes sociales. En un país donde los políticos se roban más de cincuenta billones al año y seguimos votando por los mismos. Un país donde los que desfalcaron a la capital del país disfrutan de prisión en sus mansiones, mientras que quien se robó un cubo de caldo, paga en prisión, permite pensar que la justicia no opera.

Un país donde los niños se mueren de desnutrición mientras los contratistas engordan con los dineros de la alimentación escolar, me crea una enorme resistencia a creer. Un senado donde se elige a un “bachiller” con suerte y padrinos poderosos y no a un sabio, filósofo y matemático, con maestrías y doctorados, me pone a pensar que la cosa anda bastante mal. Un congreso donde se vitupera y ataca a unos guerrilleros que entregaron las armas y que tratan de hacer política tirando discursos y no echando balas, mientras que los bandidos armados y narcotraficantes hacen de las suyas en los campos colombianos amparados en el silencio de la clase dirigente me llevan a pensar que estamos dirigidos por criminales iguales o peores que la guerrilla que depuso las armas.

En un país donde una persona ostenta el record de más de trecientos procesos y es elegido presidente por dos periodos y luego senador de la República, es algo que patina en una mente civilizada. En un país donde la Corte Suprema de Justicia llama a indagatoria a dicho personaje y los insultos, amenazas y campañas de desprestigio se levantan contra ese juez, es un estado patológico que nos lleva a pensar que somos un país enfermo.

Que ese personaje renuncie en las redes “caballerosamente” para que lo investiguen, pero que se incapacita y no entrega carta alguna y que luego el “Bachiller de marras” en forma servil en su papel predilecto de sacamicas va a una finca antioqueña a buscar la supuesta carta, la que supuestamente, de nuevo, la darán a conocer cuando se cumpla la incapacidad y que días después el personaje anuncie a los medios que no renunciará, es más que burla al país, es una desvergüenza y falta de palabra, cosa muy común en él.

No creo en nada de lo que digan los políticos, dudo de todos ellos, es más, creo que la tal carta jamás existió.  

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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1 Comentarios


Gerlin Aguilar 03-08-2018 09:25 AM

Muy claro. Excelente

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