Opinión

En la Tierra de La Piragua

Diógenes Armando Pino Ávila

22/11/2019 - 02:45

 

En la Tierra de La Piragua

 

Esta semana estuve en la tierra de La Piragua, esa población llena de encanto a orillas de la Ciénaga Grande de La Zapatosa, en ese rincón bohemio donde el compositor más prolífico del Caribe colombiano, José Benito Barros Palomino, tomó como escenario para algunas de sus canciones un pueblo propicio para la cultura, para la tertulia, para la poesía, para la danza y para el canto, ese pueblo que vio nacer las canciones de Camilo Namén en un derroche de gracia y de folclor, donde brotó la melancolía de su pasado, de su niñez,  la nostalgia de su padre fallecido. El pueblo de tantas vivencias y anécdotas de la picaresca pueblerina narradas por Ismael Medina en su libro. Me refiero a la Chimichagua del Pozo del Higuerón, de la Ciénaga de La Zapatosa, a la de las playas de amor celebrada por Benito Barros en su cumbia imperecedera “La Piragua”, la de Cubillos, la de Pedro Albundia y los bogas color majagua, el pueblo donde aún reposan los restos emplumados de un gallo tuerto que se volvió canción

Estuve invitado por Bernardo Ciro, docente investigador de la Escuela de Arte Devora Arango de Envigado quienes estuvieron en Chimichagua haciendo trabajo de campo sobre La tambora chimichaguera, logrando una buena investigación y sobre todo conviviendo, interactuando con los gestores culturales de este pueblo hermoso. Recogieron información de fuentes vivas como los hijos de Eriberto Pretel, a quién solo en estos últimos años se le reconoce y rinde homenaje por sus cantos de tambora, entre ellos “La candela viva”.

Logramos en el conversatorio citado por Bernardo Ciro, intercambiar conceptos, opiniones y percepciones con Juan Parra Robles un anciano versado en la ejecución del currulao y quien ha sembrado su tradición en los jóvenes chimichagueros, se habló con nostalgia de la fallecida Locadia Ortiz, cantadora y bailadora que ofrendaba su canto y su danza a La Divina Pastora, se hizo remembranza de Ana Sereno, cantadora también como Locadia.

Vimos un pequeño documental realizado por los muchachos de Bernardo Ciro, quién creyó oportuno devolver a Chimichagua el producto de su investigación, en un artículo y un video que reposará en la biblioteca municipal para fuente de consulta de los chimichagueros. Es necesario recalcar que la responsabilidad social de la Escuela de Arte Devora Arango de Envigado y de su Maestro Investigador Bernardo Ciro de llevar el producto de la investigación para fuente de consulta del pueblo donde se origina el estudio, es de admirar, pues a los pueblos de la Depresión Momposina y del Caribe Colombiano, llega muchos investigadores, universidades y otro tipo de personas en busca de los saberes de estos pueblos, se llevan el producto y no devuelven absolutamente nada de su investigación.

Llegan muchos, es cierto, pero que devuelvan copia de su trabajo; muy pocos, en mi pueblo se pueden contar con los dedos de la mano, entre ellos Audiovisuales en el segundo Festival de las tamboras. Carlos Cipagauta con el documental “Tamalameque” en coproducción con los belgas y franceses. Guillermo Carbó Ronderos en su tesis de doctorado en la Sorbona de Paris con su trabajo “La Tambora Musigue de tradition orale en Colombie”. De ahí en adelante, pare de contar.

En Chimichagua, en el conversatorio se hizo sentir la voz de Carmen Ligia Queruz, de Deisy, una educadora de música, de Héctor Rapalino, Hilda Medina, el poeta Adiel Zambrano,  de Leobigildo Mejía y Kike tamboreros de del corregimiento de Candelaria y otros gestores culturales nativos que se hacían al unísono el interrogante, de ¿por qué, para hablar de la cultura vernácula tenía que venir un foráneo, en este caso un paisa de Guarne, a decirle a los chimichaguaros que la tambora era bella y que debían amarla, difundirla y resignificarla? ¿Por qué los entes municipales, los alcaldes, menospreciaban la cultura propia y corrían encantado a difundir y promocionar una cultura de afuera?

La queja era sentida, se notaba rabia e impotencia ante la situación de abandono, falto de atención de la Cultura, se habló del divorcio entre cultura y educación y se planteó que era necesaria que la academia participara en acciones tendientes al rescate de la cultura local. Es una tarea ardua la que hay que emprender en Chimichagua, pero creo que con el concurso de todos ellos en los festivales del “Reencuentro” pueden abonar el camino para dicha recuperación.

¡Adelante Chimichagua y chimichaguaros, hay que empezar ya!

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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