Opinión

¡No se muere! ¡No se muere!

Diógenes Armando Pino Ávila

20/12/2019 - 05:10

 

¡No se muere! ¡No se muere!

 

En estos últimos días se ha suscitado en Tamalameque una controversia de tipo cultural, ligada a un aditamento político, el eco que se ha despertado ha salido de la parroquia y ha resonado en diferentes medios de comunicación regional, dándole una connotación inusitada a la cultura ribereña, o “riana” como la llamamos los nativos de la Depresión Momposina. Se trata del Festival Nacional de la Tambora y la Guacherna que se realiza en Tamalameque en el mes de diciembre.

Esta controversia me ha traído reminiscencia de mis mocedades, cuando por allá, a mediados de los 70, tocado por la corriente cultural de búsqueda de las raíces, del anclaje con el terruño, inicié la búsqueda del legado de nuestros mayores, tratando de encontrar, quiénes éramos y de dónde veníamos, es decir, buscaba mis raíces y un sentido de pertenencia que me diera luz sobre el por qué me sentía tamalamequero, saber la razón de añorar con tanta intensidad mi pueblo cuando estaba fuera de él; indagar por qué cuando dos o más paisanos nos encontrábamos fuera de nuestro terruño cambiábamos notoriamente nuestro modo de hablar y a nuestra expresión le dábamos un dejo, un cantadito que normalmente no teníamos, el por qué cuando nos encontrábamos utilizábamos palabras como “querei”, “vai”, “coroto”, “guimbia”, entre otras.

En esa búsqueda incesante de joven rebelde, con inquietudes intelectuales diferentes al común de mi pueblo, me encontré con la Tambora. Existían dos grupos de ancianos que la tocaban y bailaban y quedé deslumbrado con la magia que irradiaban, con la alegría y el retorno a un pasado lejano que fundía en un abrazo a esos ancianos con sus ancestros de otras épocas. Me sentí atraído por dicho aire e inicié un proceso de observación etnográfica, con el empirismo de quien es sólo un aficionado de la sociología. Esta observación me indujo a utilizar mi hábito de aprendiz de escribidor, y comencé a tomar notas de todo lo que observaba en los convites y noches de Guachernas que realizaban estos ancianos. Busqué la manera de ser aceptado por ellos, me hice su amigo y compartía con ellos en su jolgorio como un observador autorizado por el grupo. Dos años después busqué apoyo en otros jóvenes y nos dispusimos a realizar lo que se conoce como El Primer Festival de la Tambora en Tamalameque.

Hoy cuarenta y un años después de su primera realización, se abre tamaña controversia entre un grupo de jóvenes inquietos y llenos de la tenaz rebeldía propia de los años mozo y la administración municipal. A finales de noviembre y principios de diciembre se anunciaba la realización de la versión XXVII del Festival Nacional de la Tambora y la Guacherna, pero una semana después se anuncia la cancelación de la misma por falta de presupuesto y apoyo departamental y nacional. Ahí fue Troya, se calentaron las redes sociales y en Facebook, WhatsApp, Twitter e Instagram comenzó un acalorado debate sobre la inconveniencia de no hacer dicho festival y las razones de falta de recursos por parte de quienes defendían a la administración municipal.

Los jóvenes se ponen manos a la obra e inician una campaña de promoción para recolectar recursos para hacer en forma independiente un encuentro de Tamboras, donde en una noche se presenten los mejores exponentes de éste aire musical representativo de nuestra cultura, consiguen los recursos y anuncian la realización de su evento para el día 21 de diciembre. La Administración Municipal raspando la olla presupuestal de un municipio recién sometido a Lay 550 y con un alcalde ad portas de terminar su periodo constitucional, anuncia el día lunes 16 de diciembre que, si realizará la versión XVII del Festival para los días 26, 27 y 28 de diciembre.

La controversia me ha llenado de esperanza, la rebelde defensa de nuestra cultura realizada por los jóvenes me satisface, pues me da a entender que nuestro trabajo cultural no ha sido en vano, que sembramos la semilla cultural en nuestro pueblo y que hay un gran sector de población que se ha apropiado del sentido de pertenencia y arraigo por nuestros valores y cultura, que hay un grupo de jóvenes que respetan y hacen respetar lo nuestro. De otro lado encuentro que hay un alcalde que enmienda su actitud y encuentra la manera de hacer florecer nuestra insignia cultural dándole continuidad al festival.

En conclusión, de esta disputa cultural, salió ganando nuestro pueblo, nuestra cultura y en vez de solo el Festival, tendremos un pre festival el 21 y un Festival Nacional de la Tambora y la Guacherna los días 26, 27 y 28 de diciembre, y, como dice el canto de Elgin Oviedo (El Turco): “No se muere/ no se muere/ no se muere la tambora”

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

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Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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