Opinión
Avalancha
A las nueve de la noche del miércoles 13 de noviembre de 1985, el Nevado del Ruiz expulsó tefra dacítica a más de treinta kilómetros de distancia, generando una avalancha que mató a 22 mil personas. Fue una tragedia que se pudo evitar: el volcán llevaba casi un año con fumarolas y lluvia de ceniza. A esto se le agrega que Gabriel Muñoz Ferrada, vulcanólogo chileno, había concluido que el nevado del Ruiz tenía deshielos cada 100 años. De acuerdo a la información histórica, estableció que habría una nueva erupción a finales del siglo XX.
Ninguna autoridad le hizo caso.
En septiembre de 1985, Hernando Arango Monedero, representante a la Cámara por Caldas, advirtió en el Congreso sobre la inminencia de la erupción. Sus colegas se burlaron de él, bautizándolo el Nostradamus caldense. Iván Duque Escobar, ministro de Minas (padre del actual presidente) tampoco le hizo caso. Días después, Ramón Antonio Rodríguez, alcalde de Armero, pidió una cita con Iván Duque (padre) para advertirle de la inminencia del desastre, pero el señor ministro dijo que no tenía tiempo para recibir alcaldes. Entonces Ramón pidió cita con Eduardo García Alzate, gobernador del Tolima, quien tampoco lo atendió. A las nueve de la noche se encendieron las alarmas. La única emisora que llegaba a Armero se negó a transmitir la orden de evacuación porque no quería interrumpir el partido de fútbol. Y no es para menos: en Colombia es más importante el fútbol que la vida de 22 mil personas.
Diego Niño
@diego_ninho
Sobre el autor
Diego Niño
Palabras que piden orillas
Bogotá, 1979. Lector entusiasta y autor del blog Tejiendo Naufragios de El Espectador.
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