Opinión
El enemigo invisible
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Estamos viviendo una de las etapas más extrañas de la historia reciente. Han cambiado los conceptos de libertad, asà como las reglas del juego en el ámbito personal y en los entornos social, laboral y de entretenimiento, experimentándose un cambio radical al cual no estamos habituados. Aquello considerado normal hace menos de un año, hoy es visto como una conducta irresponsable contra las normas de convivencia impuestas por un virus invisible y potencialmente mortÃfero. Este nuevo marco de responsabilidad colectiva ha favorecido, por lo tanto, cambios en la vida cotidiana y en el ambiente polÃtico, en donde la imposición de limitaciones a la voz de la ciudadanÃa desde los centros de poder se ha consolidado gracias a medidas de emergencia dictadas por los gobiernos.
Las restricciones sociales establecidas para hacer frente a la pandemia, aun cuando han sido necesarias para organizar las acciones sanitarias respectivas, han creado un ambiente de incertidumbre ante el cual los derechos y libertades individuales perdieron supremacÃa. Sumado a ello, los esfuerzos para contener la propagación del virus no solo han resultado infructuosos en la mayorÃa de naciones, también han dejado en evidencia el estado deficiente de los sistemas de salud pública y el enorme impacto de la situación en la economÃa de los paÃses. La realidad ha quitado el velo sobre las polÃticas públicas de los gobiernos –sobre todo en naciones en desarrollo- cuya negligencia en la creación de planes de protección para sus habitantes ha tenido ya un enorme costo, no solo de vidas, sino también en la pérdida de medios de subsistencia y, por lo tanto, de oportunidades de salir indemnes y en un plazo razonable de la actual crisis.
Del mismo modo, como el enemigo resulta invisible, también es casi imposible percibir las consecuencias de mediano y largo plazos, producto de una transformación tan abrupta del escenario cotidiano. Las prioridades cambian a diario como resultado de un ambiente incierto, en donde las grandes mayorÃas caminan a ciegas sin certeza de cual será el siguiente paso y cómo enfrentarlo. Mientras la vida familiar intenta retomar cierto viso de normalidad, los efectos de las restricciones se han hecho sentir en un aumento sustancial de casos de violencia doméstica, con la cauda de agresiones sexuales contra niñas, niños y adolescentes, femicidios y violencia económica. Los nuevos sistemas de trabajo y estudio en lÃnea también constituyen un giro de ciento ochenta grados en ese entorno Ãntimo, no acostumbrado a la presencia constante de los integrantes del grupo familiar.
La naturaleza humana no parece ser capaz de soportar largos perÃodos de inmovilidad y restricciones. El impulso natural lo lleva a buscar el retorno a sus costumbres cotidianas y a desestimar todo aquello que le resulte difÃcil de comprender. Eso, y la necesidad de continuar con sus actividades laborales, de estudio o de entretenimiento han relajado sustancialmente las medidas de precaución cuyas secuelas prolongarán la pandemia –con las fiestas de fin de año en perspectiva- por un perÃodo de tiempo muy difÃcil de calcular. Los avances en la producción de una vacuna para hacer frente a la poderosa ola de contagios del Covid19, aun cuando ha abierto una puerta de salida a la crisis, todavÃa resulta insuficiente para garantizar la protección de millones de personas en situación de pobreza extrema, marginadas por sistemas de gobierno -como los nuestros- en cuyas agendas los derechos humanos figuran solo como consigna del bando enemigo.
La resistencia al cambio de escenario es una condición humana.
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Carolina Vásquez Araya
@carvasar
Sobre el autor
Carolina Vásquez Araya
El Quinto Patio
Periodista chilena radicada en Guatemala, columnista del diario Prensa Libre y de otras publicaciones latinoamericanas. Su columna es una ventana internacional para entender los grandes retos de los países del sur.
1 Comentarios
Me parece que es un momento propicio para que en lo personal y en lo colectivo veamos esta situación como una oportunidad para redefinir nuestras prioridades y las consecuencias que tiene los roles impuestos por el sistema patriarcal. Los hombres bien harÃan en reflexionar como los roles que les diseñó el sistema no son para nada buenos para su salud fÃsica y mental. Por la socialización recibida, ellos no saben estar en la casa familiar, estaban acostumbrados a llegar a "descansar" y hoy que tienen que permanecer en casa, no tienen las habilidades para funcionar en el espacio doméstico... los prepararon para el espacio público y los inutilizaron para el espacio privado (no todos claro, pero la mayorÃa si)
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