Opinión

El Valle-pueblo y El Valle-capital

Diógenes Armando Pino Ávila

24/09/2021 - 04:40

 

El Valle-pueblo y El Valle-capital
La glorieta de los compositores en Valledupar, cerca del río Guatapurí / Foto: archivo PanoramaCultural.com.co

 

El hábito de observar fenómenos sociales y reflexionar sobre ello me ha llevado a mirar a Valledupar bajo dos parámetros: el de pueblo y el de capital del departamento del Cesar. Y encuentro algunas cosas que no se sincronizan en esa dicotómica concepción de pueblo y capital que es o debe ser Valledupar, esto me lleva a creer que es más pueblo que capital.

Valle-pueblo, cree a pie juntillas que es “La capital mundial del vallenato” y por supuesto que sí, lo es, ya que en él se realiza el “Festival de la Leyenda vallenata” y en ninguna otra parte lo realizan con este nombre, además el grado de apropiación de su gente con su folclor es único, todos saben de música de acordeón, la que llaman vallenato englobando en su concepto la que hacen los sabaneros, pero, aquí hay un pero, Valledupar, el pueblo, ha permitido la academización de su folclor, a tal punto que, todos se remiten a esa historia oficial que a fuerza de ser repetida la convirtieron en dogma de fe, dejando sin validez la historia popular de su cultura, perdiendo con ello esa luz destellante de la leyenda, del relato que hace mágico el folclor de los pueblos y cohesiona a los habitantes con ese antiquísimo cordón umbilical llamado oralidad (no estoy en contra de la academia, es más, creo que hay que des-academizar la academia misma, llevarla a la comunidad, untarla de pueblo y que el investigador sea un “sentipensante” que deje impresa como una impronta su origen y el origen de su investigación, que la viva, que la sienta, que la trate con rigor sin desvirtuar la esencia popular de donde extrae el tema, la fuente de su investigación).

Valle-pueblo, tiene la fortuna que casi todos conocen a todos, esto hace que el foráneo que vive en él se identifique muy rápido con la ciudad, pues es agradable ser reconocido por los otros, y esto ocurre en las calles, centros comerciales y, en general, en la vida cotidiana de esta bella ciudad. En este pueblo encuentras poetas, escritores, pintores, pensadores, bohemios y parranderos por doquier, amén de los compositores de sus cantos. Aquí es común el fanatismo a nivel de endiosamiento de sus cantantes y en menor medida de sus músicos y compositores, el pueblo se halla parcelado entre fanáticos de Diomedes, Poncho, Oñate, Silvestre, Farid, por mencionar algunos, y les parece raro, que haya personas que no les llame la atención sus ídolos y repudian con ahínco y muchas veces con enojo cuando alguien se atreve a criticar, mencionar defectos o errores cometidos por sus cantantes.

Valledupar, la capital, sigue siendo el pueblo atrapado en el imaginario de pueblo, no pudiendo entender que debe trascender la parroquia e irradiar su liderazgo por todo el departamento. Sus lideres siguen siendo parroquiales, con el mismo esquema mental de hace cincuenta años, sólo les conmueve las canciones vallenatas y las parrandas eternas que tanto me gustan del Valle-pueblo. Por raro que parezca no encuentro en ninguno un pensamiento que cobije lo departamental y mucho menos lo de Región Caribe, todo apunta a que sus intereses ideológicos, políticos y de gestión siguen enclaustrados en el Valle-pueblo, continúan en el empeño que, para ser eficiente, deben tener como culmen de su gestión el convertir a Valledupar en “Capital Mundial del vallenato” y toda su gestión queda centrada en este propósito. No se encuentra gestión legislativa que les de brillo y mucho menos gestión de proyectos y obras que afecten al territorio departamental, su misión ha sido desde siempre pupitrear los proyectos de gobierno y de partido que nada tienen que ver con sus electores, antes, por el contrario, apoyan despropósitos como el de “abudinear”,

El Valle-capital, sigue absorbiendo glotonamente los recursos del departamento, negando la inversión en los territorios; siguen empecinados en su proyecto principal de “Capital Mundial del vallenato”, continúan invirtiendo en la ciudad y no en el hombre. Sigue de espalda a una brillante realidad que potenciaría su futuro, la cual consiste en desarrollar el turismo ecológico ya que a media hora tiene la Sierra Nevada con todos los climas, con una fauna y flora riquísima, con hermosísimos ríos que horadan la roca en su descenso por el verdor de sus montañas; con una pluri etnia en su zona rural, con ciudades míticas como Nabusimake. Siguen empecinados en poblar las glorietas con monumentos caricaturescos de sus cantantes. Se desgastan en discusiones bizantinas, tales como que Poncho dijo “se volteó la arepa”, dándole una connotación de gran pensamiento y quema de neuronas. El Valle-capital, no aprovecha la camada de buenos poetas que deambulan desvelados esperando que les descubran su talento, con amarillentas cuartillas archivadas en carpetas manoseadas, que llevan a los eventos de lectura “realizados para visibilizarlos”, donde leen sus poemas, aparentemente como invitados de honor, pero que, en realidad, solo les utilizan como teloneros para que los compositores de vallenatos hagan su aparición estelar y, aunque no lo crean, estos poetas nobles son los primeros en aplaudirlos, cediéndoles el sitial de honor (no sé si los aplausos de los poetas es un gesto de humildad y reconocimiento o una sumisión impuesta por la cultura del Valle-pueblo).

El Valle-capital, no aprovecha en su magno evento la multiculturalidad del departamento y empecinados en ser Capital mundial de lo que ya lo es, título que nadie le discute, no muestran la riqueza cultural de los territorios, ni muestran sus artesanos, pintores, actores y poetas; no promueven publicaciones de libros ni proyectos culturales diferentes. Hasta cuando seguiremos de “Casa en el aire” y de “Centro cultural de música de acordeón”. Es hora de “voltear la arepa” pero voltearla de verdad-verdad. Me reafirmo y parafraseo lo que López dijo a los samarios: “Valledupar no tiene departamento y El Cesar no tiene capital”.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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