Opinión

Pérdida del patrimonio arquitectónico de los pueblos

Diógenes Armando Pino Ávila

12/04/2024 - 05:05

 

Pérdida del patrimonio arquitectónico de los pueblos
Una foto antigua de Tamalameque, Cesar / Foto: archivo de PanoramaCultural.com.co

 

En mi pueblo, no sé en los otros, por darle paso a la modernidad, le han dado una estocada mortal al patrimonio arquitectónico, entendido éste por los edificios icónicos de la localidad, los que guardan estrecha relación con la historia y el devenir de las poblaciones. Para entender el proceso, creo necesario, primero decir que no soy arquitecto, que no tengo conocimientos sobre el tema, sólo la inquietud por lo que ha pasado, en mi terruño.

Tamalameque existió como ranchería indígena, la que fue avistada por Quesada por allá en el año 1536, sus casas debieron ser chozas pajizas a la usanza de los chimilas emparentados con los malibúes, pocabuyes y zenués que poblaban las orillas del río Grande de la Magdalena. Andando el tiempo debieron dar el tránsito de chozas indígenas a ranchos de bahareque con techos de palma, y llegada la colonia, se debió edificar la iglesia con calicanto y techo de tejas de barro cocido. Así mismo algunas casas de habitación de españoles debieron tomar tal utilización de materiales, como tapia pisada y tejas de barro cocido. Este estilo de casas, usadas por los españoles, en mi pueblo, no tenían balcón o, por lo menos, no quedó vestigio de ello o de edificaciones de dos plantas. Eran casas de una sola planta, hay que anotar que Tamalameque sufrió tres incendios registrados por los cronistas, según lo citado por el alférez D. José Nicolás de la Rosa en La Floresta de la santa iglesia catedral de la ciudad de Santa Marta; dedicada al ilustrísimo señor doctor Don José Ignacio de Mijares de Solórzano. Es posible que en dichos incendios se arrasara con tales edificaciones.

En la época republicana, las edificaciones variaron tomando estilos del modernismo de su tiempo y, luego, en ellas se realizaron modificaciones acordes a las modas de las ciudades y gustos y poder de sus dueños, En Tamalameque, las casas de los acaudalados que fueron realizados con tapias pisadas y techos de palma amarga, ventanas salientes para husmear la calle, sufrieron modificaciones. La parte de debajo de las paredes que dan a la calle fueron reformadas con cemento y arena (zapatas encontradas), las ventanas dejaron de ser salientes y en la mayoría, en el techo cambiaron la palma amarga por planchas e zinc y en su interior los pisos de tierra afirmada fueron cambiados por piso de cemento.

Más adelante, se puso en boga la construcción con ladrillo y cemento, se erigieron casa bastante altas con techo de zinc y como caso curioso los dueños mostraban su orgullo y poder pidiendo al constructor que con letras de molde echas en cemento se les pusiera o bien el nombre de la casa o su nombre propio como dueño y el año de la construcción, de ahí que en Tamalameque en el frontispicio de algunas estuviera escrito en letra de molde hecha con cemente y adosada a la pared nombres como “Villa Clarita”, “Villa Raquel”, Toño Casta, Teatro Magdalena, Eloy Mejía, Natalio Gómez O., Francisco Celano Lemus y otros que no recuerdo. La decadencia del capital de algunos propietarios, la venta que realizaron los herederos, y la mudanza hacia las ciudades, permitió que dichas casas cambiaran de dueños. Estos nuevos propietarios, algunos, corrieron a modificar el interior y el frente de estas casas y en dichas modificaciones corrió la peor suerte los nombres, pues fueron borrados a punta de cincel, donde pareciera que trataran de borrar la historia de los antiguos propietarios.

En Tamalameque, hay dos edificaciones icónicas: La iglesia, un templo doctrinero que se mantuvo incólume hasta la década de los 60s, cuando el cura de entonces decidió levantar el techo de teja de barro, reemplazándolo por tejas de Eternit y levantando los alares metro y medio más de altura, quitando la inclinación del techo colonial original. La otra edificación icónica, también tenía relación con la curia, era un edificio de dos plantas con largos corredores en los dos pisos, techos de zinc y paredes de tapia pisada, donde habitaba el cura y dos laicos a los que los feligreses llamaban, el Hermano Gómez que atendía las fincas y ganados de la parroquia y el Hermano Flórez que fue quien construyó dicha casa y al cual se le atribuye la construcción de la iglesia de Zapatosa. La Casa Cural como llamaban a esta edificación la canjeó el municipio dándole a la curia una casa grande y abonando gran suma de dinero. esta edificación dio alojamiento a las primeras promociones de bachilleres de la Escuela Agropecuaria, con el agravante de que tumbaron paredes, cercenaron columnas para adecuar salones de clase, esto ocasionó que el primer piso se deflactara, debilitando la estructura y para arreglar el entuerto intentaron restaurarla en forma doméstica por ello le quitaron el techo quedando las paredes a la intemperie por unos 8 o 10 años.

Cuando el Ministerio de Cultura quiso, ya no se podía, por tanto, la demolieron desde sus cimientos y levantaron una similar con materiales modernos que los arquitectos llaman de “sustitución”. Esta pérdida del patrimonio arquitectónico ha de parar, el municipio debe reglamentar este aspecto para que la historia se mantenga.

   

Diógenes Armando Pino Ávila

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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