Pueblos

Un viaje de Tenerife a Sitionuevo a través del río Magdalena

Álvaro Rojano Osorio

14/09/2021 - 05:10

 

Un viaje de Tenerife a Sitionuevo a través del río Magdalena
Fotografía de Álvaro Rojano Osorio

 

En tiempos recientes, fui invitado a participar como escritor en la redacción de un artículo sobre la sub región del río, en el departamento del Magdalena, en el que debía excluir a Tenerife por pertenecer a la región del centro. Admito que esto me tomó por sorpresa, distintas razones me motivaron a tener esta reacción emocional, una de ellas es que tiene el honroso lugar en la historia de haber sido el primer pueblo fundado en la franja de tierra que va desde este lugar hasta Sitionuevo.

Y cuando busqué una respuesta a la decisión me dijeron que por razones administrativas; sin embargo, respondí, que valen más las consideraciones culturales e históricas, que unen a esta localidad con los demás pueblos existentes en la sub región, que las razones políticas. Además, señalé que todos los pueblos existentes en esta zona incluida en el Bajo Magdalena, están unidos por un cordón umbilical, el río Magdalena.

Menciono al río porque, sin lugar a dudas, ha sido el principal elemento cohesionador de quienes han hecho de sus costas un lugar donde habitar. También ha sido el impulsor de un proceso regional que ha servido para que se genere un modo de vivir, una ligazón social, se haya creado riquezas, empleo, y una identidad cultural. Es tanta la importancia del río Magdalena que los habitantes de los municipios de Tenerife hasta Sitionuevo, incluyendo a Pivijay, lo consideran como un ser vivo y dinámico, que les ha enseñado a entender cuándo se puede tener acceso al agua, al trabajo, y al alimento. Saben que éste los ha acompañado regulando, produciendo y movilizando la vida, que les ha otorgado nociones de sometimiento, uso colectivo, conocimiento de hechos pasados, presentes y hasta el futuro.   

La subregión del río es la del agua, lo digo porque en ella, además del Magdalena, encontramos el mayor número de ciénagas y humedales, entre las existentes en las distintas sub regiones del departamento del Magdalena. Basta mencionar a la Ciénaga Grande de Santa Marta, de Cerro de San Antonio, de Zapayán, la de El Morro, para entender por qué caracterizo de esa manera a esta zona.  En torno a ellas, y a otras, han surgido comunidades y relaciones que han sido dinamizadoras de una cultura que, aunque no es independiente a la del río Magdalena, tiene algunas particularices.

Sin lugar a dudas la convivencia con el río Magdalena y espejos de agua, ha ayudado a consolidar la cosmovisión de los residentes de los municipios de Tenerife, Zapayán, Pedraza, Concordia, Cerro de San Antonio, El Piñón, Pivijay, Salamina, Remolino y Sitionuevo.

La relación con el río y las ciénagas ha permitido el desarrollo de actividades agro pesqueras que adelantan los habitantes de las localidades existente en la subregión. La pesca la hacen preferiblemente en las ciénagas porque en el río, por el deterioro ambiental, es casi una historia. Mientras que la agropecuaria la realizan en los playones aluviales que se forman en la cuenca del Magdalena.

La pesca ha generado una relación entre los pescadores artesanales con el agua, la que se sustenta en una conexión intima con la naturaleza basada en el conocimiento, el respeto, la dependencia, el afecto, el uso, el agradecimiento y la apropiación, aunque con algunas prácticas pesqueras se ha ido alterando esta unión. Es la misma relación que tienen los productores agropecuarios, a quienes el río, desde épocas precolombinas, les enseñó el tiempo en que podían sembrar en sus playones aluviales, conocimiento que con el cambio climático ha ido perdiendo vigencia, tanto que éstos ya deben estar haciendo una nueva lectura del clima, de las crecientes, para poder sembrar o mantener sus ganados a la orilla del Magdalena o de los playones allende a las ciénagas.

La cantidad de ciénagas existentes ha llevado a los habitantes de cada pueblo ubicado a las orillas o cercano a uno de estos espejos de agua a reclamar que en el suyo se reproduce el bocachico más grande y de mejor sabor. Ha permitido que, en cada lugar, se cuenten historias de épicas faenas de pescas y de avezados y míticos pescadores. Historias que se refieren, muchas veces, a hechos del pasado, porque del presente se habla de la sobre explotación a que están sometidas, de su deterioro ambiental, del secamiento, del taponamiento de caños, del apropiamiento de las costas; incluso, hasta de la desaparición de algunas como sucede con la de Pato, en Heredia, en el municipio de Pedraza, en la que por causa de obras realizadas por una entidad oficial las aguas del río dejaron de llenarla.

Entre los peces, el que ha sido tradicional pescar y consumir es el bocachico, lo ha hecho, abierto o palomeado, salado o fresco en sancocho, frito y luego cocido; frito con o sin escamas, guisado, asado, en cabrito, en salpicón, en viuda, como sucede en Tenerife. Sin embargo, su pesca ha mermado, producto de circunstancias como la sobreexplotación con métodos de captura no tradicionales como el trasmallo, el zangarreo, a más del deterioro ambiental de las ciénagas y del río Magdalena. En estos nuevos tiempos un pez invasor, originario del Orinoco y del Amazona, la cachama, introducido a las ciénagas, va ocupando un puesto importante en la gastronomía ribereña.

Fotografía de Álvaro Rojano Osorio

El pescador José Antonio Bolaño Machacón, tomando la vocería de los pescadores de la subregión, relata lo que ha sucedido con la pesca artesanal en el río Magdalena: 

“Es que la pesca no es como antes, cuando yo comencé a hacerlo con papa, salíamos en una canoa y tiraba la atarraya en cualquier parte del río y sacábamos bocachico, bagre, sábalo, que eran los preferidos, porque a los demás los llamaban cacharro. Era tanto el bocachico que pescábamos que era usual verlos en los patios de las casas abiertos y salados, y puestos a secar en los palos de las cercas. Vea, en tiempos en que la arenca venía subiendo el río tronaba del ruido que traían tanto ella como el bagre que iba detrás, comiéndosela. Había tanto bagre que después de pescarlos le cortaban la cabeza y la dejaban tirada en cualquier parte. Nadie le prestaba atención, y ahora no sabe cuántas veces he anhelado comerme un sancocho de cabeza de bagre a la que han ahumado antes de cocinarla. En el río lo que queda es la arenca y el barbul, pero eso también se va a acabar. Es que al río lo convirtieron en un vertedero de aguas sucias, contaminadas, y un tiradero de basura especialmente de plástico.

De la actividad agro debemos destacar que son los playones aluviales donde los habitantes de la subregión río siembran maíz, yuca, batata, ahuyama, melón, patilla, frijol, mafufo o cachaco, guineo manzano, y hasta plátano. De estos el de mayor consumo es el maíz del que, una vez procesado, obtienen alimentos como el bollo de limpio, de mazorca, harinado, angelito, cuba, además de almojábana, cuajadera, arepa frita, de maíz verde o cocotazo como la llaman en Tenerife, empanada, chicha, mazamorra de maíz biche o sarazo, bola de chocolate. 

Mientras que, de la yuca, además de su consumo diario, una vez procesada obtienen el bollo de yuca simple, envuelto en hojas de maíz o tuza, palma de Iraca, como sucede en Pivijay, enyucado, arepa y cazabe. La ahuyama y la batata hacen parte de la cocina tradicional de la subregión, en el desayuno es usual que sean consumidas, además del tradicional arroz de ahuyama.  También es común la fabricación de bollos de batata, guineo y plátano.

La subregión también es musical, sonora como el río y sus ciénagas, especialmente en tiempo de verano cuando las brisas ponen bravas sus aguas, las que emiten un sonido de olas golpeándose entre sí o con las costas.  

Fotografía de Álvaro Rojano Osorio

La musicalidad es otro argumento para no entender las razones de la exclusión de esta localidad, es que de Tenerife a Sitionuevo se ha bailado pajarito, zambapalo, vulgaria, son de negro o baile de negro, cumbia, merengue, han existido grupo de sextetos, bandas de viento, se ha interpretado el carángano.

Estas dos comunidades comportan hechos históricos relacionados con la música. De los malebu ubicados en la jurisdicción de Tenerife se indica en un informe fechado en 1580, que en las ceremonias religiosas sonaban dos flautas, un tambor y un sonajero. Mientras que de Sitionuevo debemos señalar que José Fernando de Mier y Guerra, previendo que el tambor, los cantos y las palmas harían parte de la musicalidad ribereña, defendió en el siglo XVII que se tocaran fandangos de tambores en esta localidad.   

El Pajarito resulta ser el aire folclórico de mayor difusión en esta sub región, por eso tiene la connotación de identidad cultural. Aunque ya no suena en el mes de diciembre, lo tocan en festivales organizados en Rosario de Chengue y Tenerife.  

Destacados bailadores de Cumbia, Pajarito, de Vulgaria, de Zambapalo y de Bullerengue, son de negro, se han conocido en la sub región. En Sitionuevo se baila cada año, a partir del 20 de enero, el son de brujas después de doce de la noche, en el que mientras el tambor marca el compás, un cantador interpreta:  El que te viene a visitar es el cantor del otro mundo, y el coro responde: Corré, corré que te coge la cucaracha. Ese mismo día sale el grupo de cumbia de Guáimaro, a serenatear con su música tradicional a los habitantes de esa localidad.

Las danzas tradicionales y otros bailes han formado parte de la vida cultural de la subregión, destacándose el son de negro o baile de negro, que igual que disfraces y parodias, tiene su espacio en el carnaval que por siglos se ha festejado en cada localidad orillas del río y de algunas ciénagas. Una danza, “Fusión Ribereña” de Bahiahonda, pueblo asentado en torno a la ciénaga de Cotoré en el municipio de Pedraza, ha participado por más de 20 años en los carnavales de Barranquilla. Mientras que en Tenerife se mantienen vigentes centenarias danzas como la de las pilanderas, de las farotas, el gallego.

Tal y como lo señalamos antes, el inventario musical e instrumental de la subregión es variado, la música de acordeón se ha posesionado como la de mayor aceptación. De intérpretes de merengue de las costas del río Magdalena a tocadores de música de acordeón conocida también como vallenata, fue la evolución de los acordeoneros de esta zona. Juglares como Juancho Polo Valencia y Abel Antonio Villa son hijos de la sub región. En El Piñón, el acordeón ha sido interpretado por aventajados acordeoneros que se han destacado en el contexto regional.

Las bandas de viento también han tenido alojo en los pueblos que se ubican entre Tenerife y Sitionuevo, proceso que inició en Pedraza en 1905, las que se masificaron en los años 20, tanto que se puede asegurar que no hubo cabecera municipal, incluso algunos corregimientos, en los que por lo menos existió una. Virtuosos músicos como: Rafael Medina, Edrulfo Polo, los hermanos Martelo, Nicolás Herrera, Pedro Movilla, Tomás Pertuz Lagos, Genaro Vargas, entre otros, son hijos de la subregión río.     

Para esta subregión las noticias sobre el cambio climático no son buenas, según la organización Climate Central, la región aledaña a la Ciénaga Grande de Santa Marta será uno de los sectores que quedaría bajo el agua dentro de 30 años, lo que llevaría a grupos humanos a desplazarse forzosamente, lo que conduciría a la desaparición de numerosas localidades ubicadas en el área de influencia de esta ciénaga.

  

Álvaro Rojano Osorio

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

2 Comentarios


Leonardo Fabio Castillo 14-09-2021 09:55 PM

Excelente escrito Alvaro felicitaciones

Fidelfia Mercado escamilla 02-11-2021 03:53 PM

Excelente escrito amigo.

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