Artes escénicas
Una apuesta que dignifica al artista de calle
En las últimas décadas, la calle ha alimentado las diferentes expresiones artísticas en el mundo. Los artistas han querido expresar a través de sus aptitudes los beneficios y vicisitudes que las arterias viales, especialmente las de las grandes ciudades, le han aportado a sus trabajos y experiencias.
En el campo de las artes escénicas, la calle cobra un papel preponderante para la música, el teatro y el circo. Pero contrario a lo que la mayoría de las personas creerían ser artista de calle es quizá la postura más difícil y batalladora que éstos pueden asumir por las consecuencias e incomodidades de estar a la intemperie pero más por la crudeza y la apatía de un público que asocia lo callejero con lo poco profesional. No todo el que está parado en un semáforo es un maleante, muchos se equivocan creyendo que porque son artistas callejeros no están preparados, aquí también hay que manejar una estética en una presentación.
Transformar ese pensamiento y desatar esa analogía es uno de los propósitos de ‘La Clownpañía Itinerante’, una apuesta de formación y presentación escénica que enfatiza su trabajo en el teatro y el circo de calle. Antonio Fierro, su fundador, y Cesar Prieto, su coequipero, están plenamente convencidos que con un entrenamiento adecuado, las personas que se dedican a este arte podrán optimizar sus procesos de trabajos y de este modo, otorgar decoro y calidad a las expresiones artísticas de la calle.
‘La Clownpañía’ nace en el 2012 cuando, aún en solitario, Antonio Fierro visualizó poner en marcha un movimiento circense y teatrero en Valledupar, aunque en aquella ocasión, su idea no tuvo mucho auge por la carencia de muchas cosas y mayormente de voluntades, considera que se logró poner los primeros ladrillos y formar bases para este proyecto que hoy ve con mayor claridad.
Desde hace tres meses, ‘El dúo dinamita’ conformado por los payasos ‘Tony’ y ‘Mascotas’ encarnados por Antonio y Cesar respectivamente, realizan su espectáculo en la Plaza Alfonso López y en el Parque El Viajero pero la idea es más adelante llegar a otros parques de la ciudad. Todos los sábados, domingos y festivos están ahí desde las 6 de la tarde hasta las 9 de la noche dispuestos a arrancar cientos de sonrisas a todo aquel que se acerque a sus sitios de concentraciones artísticas.
El espectáculo tiene una duración de 45 minutos y consta de seis entradas que combinan malabares y el manejo del látigo, experticia circense de Cesar que desarrolla magistralmente con la pericia teatral de Antonio y la articulación del público. Es una muestra apta para niños y adultos, porque una de sus pretensiones es unir a la familia en torno a su presentación.
Como todo espectáculo de calle, ellos trabajan “a la gorra”; es decir, el público determina la paga. Son conscientes que las personas que disfrutan de su trabajo no aprecian la dimensión artística y la preparación que requiere pararse en un parque o en un semáforo e iniciar su acto, por eso también se han dado a la tarea de formar al público para que distinga un show de calidad.
Sin ayuda, solo con ganas y una vasta experiencia a pesar de ser jóvenes, están logrando algo de lo que adolece Valledupar, llevar espectáculos familiares a la gente, lograr espacios y una visión del disfrute del teatro o del espectáculo callejero como se hace en ciudades como Bogotá, Cali y Medellín donde se llega a cualquier plaza o espacio público y encuentra a alguien ofreciendo su arte. “Lo que pretendemos es que la cultura llegue a la gente si la gente no quiere llegar a la cultura, es decir, no está llegando la gente a los sitios, pues, llevemos el espectáculo a la gente, de eso se trata lo que estamos haciendo”.
Dentro de este gran sueño que cobija ‘La Clownpañía’, los propósitos son muchos y necesarios, pero su objetivo de capacitar a un personal que siga sus pasos es fundamental pero carecen de un espacio conforme a los requerimientos de una formación actoral. Ellos están en la búsqueda de apoyo, de una persona o entidad que les suministre un espacio donde poner en marcha sus talleres de formación.
Sin embargo, aseguran que el inconveniente del espacio no los detendrá para, en los próximos meses, iniciar los tres primeros talleres con los que procurarán darse a conocer masivamente ante los consumidores de cultura en Valledupar y el Cesar y enseñar la técnica propia del arte del circo. El primer taller de iniciación en técnica circense, clown y comedia teatral, será dirigido a todo el público que quiera conocer más a fondo el significado de ser payaso. El segundo, es un taller intermedio de refuerzo del primer taller y finalizan con un taller avanzado del tema.
“Lo que aprenderán en el primer taller es toda la estructura de lo que es un payaso, la comedia, cómo es su vestuario y la presentación de un espectáculo ahí resumido. Las personas salen con la capacidad de montar un espectáculo. En el segundo taller hay un refuerzo de todo eso, técnicas avanzadas de lo que aprendió en el primero. En el tercero te tiramos todo y se te enseña como montar industria cultural con respecto a esto”, explica Antonio Fierro.
Del mismo modo, este grupo de emprendedores culturales se perfila como gestores de intercambios culturales con la traída a la ciudad de artistas nacionales e internaciones que refuercen los procesos que ‘La Clownpañía’ ya ha iniciado. “Esto va a ser permanente porque no solo vamos a estar Cesar y yo, la idea es traer contactos como Leonardo Forero que es un colombiano que estuvo con Cesar en Venezuela por un largo tiempo, sino también traer compañeros de España, Argentina y Brasil que quieren venir pero hay que hacer primero la estructura de todo y que la gente ya conozca el trabajo para empezar a traerlos. En el mundo en el que yo me muevo tengo la capacidad de traer a mucha gente que está dispuesta a venir a fortalecer nuestro proceso, quieren venir a trabajar a hacer ese intercambio. Obviamente estos talleres son pagos porque todo genera gastos”.
Su filosofía es estar en estado ‘payaso’ todo el tiempo. Tanto el payaso como el público deben aprender que el payaso no es un personaje, es una persona. No es lo mismo un actor de sala o teatro que interpreta un payaso a un payaso, es su persona exagerada mil veces. El payaso parte de sus propias debilidades para convertirlas en fortalezas, si es ridículo, es decir, si se le caen las cosas por ser torpe, pues su naturaleza es exagerar esa torpeza.
Pretenden dentro de tres años estar consolidados con un proceso artístico bien fuerte; es decir, ser un referente como escuela de circo y teatro de calle y tener un nombre.
No le pidas a un payaso que se ponga serio porque no conoce la seriedad
En 1987 Antonio Fierro nació en San Juan del Cesar, La Guajira pero muy pequeño se vino a vivir a Valledupar, aquí transcurrió su niñez por eso se considera hijo adoptivo de Valledupar. Aunque su adolescencia la vivió en Cali, siempre ha sido Valledupar la ciudad donde quiere sembrar y cosechar.
Desde que entró al Colegio Carlos Holguin Lloreda de Cali supo que lo suyo era el arte. En cuanto acto cívico realizaban en el colegio, ahí estaba Antonio dispuesto a demostrar su talento. De Cali regresa a la edad de 18 años, en esa ciudad conoce el teatro de calle cuando entra a formar parte del primer desfile de carnaval organizado por Casateca. Es allí donde empieza su proceso de teatro de calle. En la capital del Valle recibe una formación actoral de Daniel Roncancio y Jaures Naranjo quien es uno de los fundadores de la Compañía Nacional de Teatro.
En el año 2000 realiza varios cursos de teatro en la Facultad de Bellas Artes de la mano del actor Boris Serrano a quien considera su mentor y quien le dicta el primer taller de pantomima. Un año más tarde se gradúa de Tecnólogo en gestión administrativa en el Sena de Valledupar donde nunca apartó el arte dramático de su vida, ya que integraba el grupo de teatro ‘La Terraza’ de esta institución.
A su regreso a Valledupar se desempeña como actor y director escénico del teatro Doble Faz. Lleva 16 años dedicados al teatro, disciplina que asegura, le salvó de situaciones malas y le brindó herramientas para convertirse en el bastón de su hermano menor, a quien le ha tocado cuidar desde temprana edad. “Yo era muy retraído, era una nube negra, yo no podía conversar con nadie porque me daba miedo que me fueran a maltratar, cosas que recibe un niño cuando se separan sus papás. Cuando conozco el arte y sobre todo el teatro, encuentro una libertad. Cuando pequeño quería ser bombero o psicólogo pero ninguna de esas profesiones me ofrecía lo que quería. Cuando encuentro el teatro y me doy cuenta que puedo ser quien yo quiera ser, asumir todos los papeles, me sentí liberado, encontré mi libertad. Entonces para mí esto es un amor”, dice.
La clownpañía es un sueño que poco a poco se ha ido cristalizando con la ayuda de Cesar. Es una iniciativa para que en Valledupar pase algo y tener la posibilidad de llevar esto a los barrios periféricos como Pescaito, Mareigua o La Nevada a mostrarle a los niños que hay otras opciones, sacarlos de allí, enseñarles que hay otros caminos y que esta industria bien trabajada, puede mover mucho dinero. “Queremos que los chicos luego de tomar este proceso vean que pueden llegar a otros países y que comprueben que se pueden ganar la vida de otra manera. Cambiarle la vida a su familia porque al cambiar la vida de ellos, cambia la de su familia y la de su comunidad. Eso es responsabilidad y tejido social”, puntualiza.
Su vocación de payaso lo hace muy sensible a todo lo que sucede a su alrededor. Un artista siempre será sensible a problemas como el maltrato a un niño, una mujer, a un animal o al daño al medio ambiente. Dentro de la ética del payaso está evitar la violencia, evitar los maltratos, respetarse a sí mismo y respetar su entorno, no pueden trasgredir a su público, primero porque es el que les da de comer y segundo, porque tienen la labor social de educar a la gente.
Ser payaso no es fácil, y Antonio lo sabe perfectamente pero no quiere ser alguien más porque ser payaso es ser un niño grande que jamás va a dejar de ser niño, es ser un Peter Pan que siempre quiere vivir en el mundo de nunca jamás. Divertir a la gente es un arte que pocos saben llevar y del que pocos han sabido vivir pero nada más satisfactorio que irradiar alegría todo el tiempo, nada mejor que arrancar sonrisas con sus ocurrencias, algunas preparadas, otras improvisadas pero siempre manteniendo alejada la seriedad.
La mejor escuela que se puede encontrar en la vida de un payaso es la calle
Cesar Augusto Adkayt Prieto Velásco es un venezolano curtido en el arte circense que llegó a Valledupar hace varios meses para ser el complemento del ‘Dúo Dinamita’ y de ‘La Clownpañía’. Su camino se cruza con el de Antonio precisamente en la Plaza Alfonso López cuando Cesar hacía uno de sus espectáculos en el mítico escenario vallenato. Antonio se le acercó y ahí empezaron una alianza artística que les ha permitido a ambos demostrar lo mejor de sus capacidades.
Nacido hace 32 años en Maracaibo, Cesar inicia a los 14 años en el mundo escénico haciendo malabares en una modesta obra de colegio. Refugiado en el vestuario y en el maquillaje de payaso salió a los 16 años de edad a la calle a mostrarse en uno de los semáforos de su ciudad, vislumbrando quizá que detrás de esa caracterización de payaso estaría el resto de su vida.
Su motivación inicial fue solo económica porque se dio cuenta que podía mantenerse solo y hacer lo que siempre ha hecho, su santa voluntad. Más adelante cuando adquirió conciencia de su quehacer entendió su importancia y descubrió el fabuloso y punzante mundo del que todavía hace parte. Fabuloso por todo lo que encierra el arte del circo y las personas que se topado que le han enseñado tanto y punzante por las desdichas que en ocasiones les toca vivir a los artistas de calle.
Junto al uruguayo Jorge ‘tapa huecos’ parte a la capital Venezolana para instalarse en el bulevar Sabana Grande en una de las salidas del metro de Caracas. Durante seis meses estuvo ahí hasta que se unió con dos amigos más, ‘Carecas’ y el colombiano Leonardo Forero ‘Leo’, con ellos creó un espectáculo que se llamaba ‘Un par de tres’ que resultó ser un gran acontecimiento artístico y cultural. “Había gente que nos esperaba, trabajamos de lunes a lunes de 4 de la tarde a 10 de la noche. Ahí fue donde empezamos a ver que empezábamos a mover masas”, dice.
Al cabo de un año de fuerte trabajo llega la oportunidad a Cesar junto a otro grupo de artistas de tomarse la plaza de toros ‘Nuevo Circo’ y fundar un centro cultural que marcaría el inicio de un gran movimiento circense en Venezuela. Al respecto recuerda que “para nosotros la tauromaquia no es arte y no es cultura, es la matanza de un animal y de un animal hermoso que es un toro, majestuoso, el poder, la imponencia e hicimos esa toma cultural. De ahí Chávez denomina que Venezuela es un país en contra de la tauromaquia. Para nosotros fue un buen apoyo porque fuimos la primera plaza de toros tomada a nivel latinoamericano para luego crear este centro cultural que se llama Núcleo Endógeno Nuevo Nuevo Circo de Caracas”. Nuevo nuevo circo porque era una restructuración del que había.
Durante los ocho años que estuvo viviendo en las instalaciones del Nuevo Circo no recibió salario y tuvo que hacer de vigilante, picó montes, lavó baños, levantó colchonetas, montó cables, iluminación, sonido y cuanta cosa le tocara por mero amor al arte. Pudo sobrevivir gracias al trabajo que hacía en los semáforos.
En manos del Nuevo Nuevo Circo estuvo la realización de la X Convención de Circo de Venezuela, la creación de la Red Nacional de Teatro y Circo, el Proyecto Compañía Nacional de Circo y la instauración del Semillero Circense de la Patria y de la Fundación Circo Nacional de Venezuela; procesos que le dieron el bagaje a Cesar en el amplio universo del teatro y del circo de calle y que ahora pone a disposición del público de Valledupar.
Haciendo sus malabares en el semáforo del barrio La Esperanza nadie imaginaría que este maracucho tiene un pregrado en comunicación social, profesión que no ejerció por ser más fuerte su amor al arte dramático y a su vida de payaso. “La comunicación social no la ejercí porque no me interesaba, la estudie porque fue una beca que me dieron y yo necesitaba un título. En mi casa todos son graduados y yo no podía ser la excepción. Soy de una familia de siete hermanos. De siete hermanos, yo soy el único que hace en verdad lo que le gusta, tanto así que vivo en unas eternas vacaciones”, alega sonriente. Luego del gran agite artístico y cultural vivido con el Nuevo Circo, gracias a esta misma institución, viajó a Cuba y a Argentina a profundizar sus conocimientos y experiencias en el campo artístico.
De las cosas que más lo satisfacen de ser un artista de calle es la reacción de la gente cuando le dicen que les gusta su espectáculo y le regalan fuertes aplausos pero le gusta más cuando ve más de 100 mil pesos en su gorra después de pasarla por cada uno de sus espectadores. Su personalidad es excéntrica y estridente, digna de un payaso que no vacila en poner en evidencia sus defectos, sus verdades y sobre todo a un público que no sabe apreciar el esfuerzo y la técnica de un artista de calle, que por ser de calle no es inferior a los demás.
En ocasiones se molesta por el trato que la gente da a los artistas de la calle pero comprende que aquí la gente no tiene la formación que le permita valorar procesos como el vivido por él y por eso está preparado para poner todo su empeño en el intercambio que emprendió con ‘La Clownpañía’. “Aquí en Colombia no ven esto como algo profesional, en otros países tienen academias, escuelas y procesos de circo, aquí solo sucede en Bogotá, Cali y Cartagena pero en Valledupar no pasa nada con respecto a esto”.
Su compromiso es formar gente para que queden los espacios creados, es su misión por ser miembro del Nuevo Circo, dejar ese conocimiento aquí para que los artistas callejeros sean profesionales en su oficio, está comprometido en dejar esa semilla en Valledupar. “Es la premisa que traemos y yo viajo con esa bandera, Nuevo Circo al lado”.
Samny Sarabia
@SarabiaSamny
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