Artes escénicas

El show de Jota Pineda en Valledupar: entre genio y provocación

Redacción

02/11/2012 - 12:09

 

Jota PinedaPlaza de la Gobernación de Valledupar. Una noche templada en un Caribe habitualmente ardoroso y, cómo no, el comediante Jota Pineda montado en un escenario ante un público exultante que desea disfrutar del IV Encuentro de Narradores Orales.

En total, más un centenar de personas entre las que destacan un gran número de jóvenes –por no decir niños– con sus uniformes del colegio, sus BlackBerry en la mano y sus aparatos en los dientes que brillan con cada sonrisa.

En este contexto, dos alternativas se presentan ante el conocido comediante colombiano. La primera: optar por lo políticamente correcto y contar un cuento de corte clásico, al estilo de la caperucita roja o tal vez los tres cerditos. La segunda alternativa: irse por la tajante, olvidarse de quien está en frente, ignorar la eventual reacción indignada de algún padre y empezar un relato marcado por las realidades (y a veces obscenidades) que marcan nuestra vida diaria. Ahora, ¿adivinen qué fue lo que eligió Jota Pineda? Sí. Efectivamente: La segunda propuesta, es decir la más atrevida.

Vestido de manera elegante, prevaleciendo siempre el color negro, y exponiendo una mirada misteriosa, pocos se esperaban que el espectáculo de Jota Pineda abordaría unos temas tan íntimos como el de defecar en casa de un amigo. ¿Por qué ese tema atrae tanto la atención? Quizás porque sea algo tabú.

Pero viendo al actor en plena acción tratando de evacuar un “popo” de tamaño descomunal, casi tan grande como el Titanic, en un baño angosto, de no más de un metro cuadrado, tiene algo de gracioso. Sobre todo, cuando el agua no sirve para nada, que ese “objeto indeseado” se obstina en mantenerse a la superficie, y que además, una persona se apresura en picar a la puerta para apresurarte.

Los temas que hacen reír son habitualmente los menos comentados, los que hacen parte de la vida diaria y que nadie se atreve a exponer en público. Y en esa línea, Jota Pineda supo escoger otro episodio para presentarlo en clave de humor: el momento en que un hombre trata de quitarle el brasier (o sostén) a una mujer.

Momento decisivo, pero siempre frustrante. El actor explica que nunca ha dado para abrir ese accesorio y que, en el momento amoroso, el sostén se convierte de repente en un obstáculo o una barrera. Lo hace con una voz grave y aterciopelada, y una sonrisa viciosa que añade diversión a la situación. Los jóvenes no dejan de reírse, están ante un comediante talentoso que sabe jugar con el tiempo, el público y la entonación.

Los chistes se suceden al modo de un “Stand Up comedy”. El ambiente se mantiene siempre tan animado y eso se debe a que Jota Pineda no deja tiempo para que el espectador se escape. La prueba es que, cuando un señor de la primera fila se alza y se aleja con un paso apresurado, el actor lo interpela con un vozarrón lleno de gracia: “¿Qué le pasó señor? Mírenlo –señala Jota dirigiéndose al resto de la audiencia–: le ha dado una diarrea. ¡No ha podido aguantarse!”. Y el hombre aludido acelera la marcha para desaparecer en la oscuridad y que nadie lo reconozca.

El escándalo lo rozó Jota al superar ese nivel y formular unas preguntas dirigidas a un público conformado esencialmente por chicas de noveno curso: “¿Todavía se creen a un hombre cuando les dice Yo no quiero nada contigo o no te preocupes no pasará nada?” Jota se desternilló de la risa, como si se estuviera mofando de la inocencia de sus espectadores, y sin embargo, la respuesta fue una gran e indiscutida carcajada.

En resumidas cuentas, la intervención de Jota fue brillante. Algunos criticarán el hecho de que se evocaran temas de orden privado, pero ¿se imaginan a Jota narrando una historia surrealista donde las serpientes lloran o donde los sapos sonríen y se enamoran de princesas humanas?

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