Artes plásticas

Nelson Álvarez y la contraconquista del color

César González

17/07/2025 - 05:30

 

Nelson Álvarez y la contraconquista del color
El artista Nelson Álvarez en su taller / Foto: archivo particular del autor

 

Lo que creaba el mestizo era lo que

 obedecía a su fuego íntimo.

O. M. B.

Traigo del pasado a Rosalía, una amiga arhuaca de mi madre que solía quedarse hipnotizada por horas, mientras observaba los programas de televisión, novelas, propagandas, no importaba lo que fuera, Ella podía estar ahí todo el día y toda la noche, contemplando el embrujo de ese cuadro luminoso. Hoy, cuando veo a personas de todas partes del mundo observar casi que con el mismo asombro, y por mucho tiempo las pinturas de Nelson Álvarez, recuerdo a Rosalía, presa del hechizo, frente a esa esfera mágica, donde veía moverse y andar el mundo. ¿Será que la obra del pintor Nelson Álvarez, es como una especie de hechizo bidimensional, algo nunca visto antes, donde viven seres ancestrales que nos hipnotizan? pregúntense.

Rememoremos las veces que hemos prestado atención a la ficticia historia que narra engaños con “espejitos”, que a nuestros Hermanos Mayores sólo era zarandearles un pedazo de vidrio y ahí mismo comenzaban a entregar las Tierras, el Oro y sus Mujeres, como si estuviesen delante de los mismísimos dioses del Olimpo. Hoy sabemos que la historia es otra, y la Obra pictórica del maestro Nelson Álvarez lo reafirma, en la naturalidad del paisaje, en las manos que ríen, en los pensamientos que trazan una ruta y una línea negra que linda con lo sagrado. Esta mundividencia o cosmovisión, en términos de Otto Morales Benítez (1984), corresponde a la contraconquista artística y espiritual que tarde o temprano tenía que darse. El tiempo no es un dios que azota en su universo, la paciencia es una virtud aprehendida de las mujeres y madres que desde niño ha contemplado desgranando mazorcas, tejiendo mochilas, meditando bajo la luz de la luna, traduciendo el susurro del viento, silenciosas, al lado de la hornilla y su sermón de fuego.  

El uso de materia orgánica es primordial en el proceso creativo del artista. la madera, las fibras, superficies que ni el fuego ha logrado someter a las cenizas, son algunas de las herramientas utilizadas con tacto artesanal y un singular ímpetu determinado, para luego dar vida a los retratos realistas de niños, mujeres y hombres sabios del pueblo Arhuaco, revelándonos, en la mayoría de las piezas, un profundo humanismo, la emoción contenida en la mirada de muchos de los seres que distan de representar meros personajes, son en detalle, parte de la muestra del sentir indígena, de la nobleza usurpada de los ríos que aún brillan en los ojos de Atinaboba, en el sol que no cesa de iluminar los días del Mamo.

La huella, el trazo del Artista innato, es como una caricia maternal que perdura en el tiempo, el trabajo del maestro Nelson Álvarez es sin lugar a dudas una búsqueda de ese trazo que va más allá de las apariencias estilísticas. Limpias y diáfanas sus pinturas nos encuentran de cara al pasado con nuestros ancestros, dignifica el presente de nuestro territorio y la sal de la tierra que trama el porvenir de los que vienen.

El estudio es minucioso, el método implacable, los detalles son de una parsimonia de sabio Ermitaño hasta llevarnos al trance. Álvarez pertenece a una estirpe de artistas que no se detienen hasta lograr su cometido, que no es más que el deseo profundo de alcanzar la perfección con ayuda de su voluntad creativa. 

Piensen en Gauguin, por ejemplo, en sus famosas “Mujeres de Tahití” (1891), en la placidez y la experiencia libertaria a la que uno es invitado, quien  pudiera quedarse a vivir en esas praderas, en esas estepas morenas cuasi paraísos terrenales subidos al cielo, o bajados al lienzo. Pensemos en la transgresión de los cánones y demás corrientes artísticas impuestas por la academia, y en la otra cara de la moneda, el hamparte y el facilismo con que muchos artistas asumen el oficio, en la oferta y la demanda en que se ven sumidos los pintores de hoy, la liquidez en que se tornan incluso sus propias pasiones. Nelson Álvarez de este lado del mundo, al igual que Gauguin, son un antes y un después en la pintura, renuevan un suceso estático-estético temporal dando paso a una vanguardia que viene a refrescar la escena plástica. El acto de la belleza, el suceso creativo, la imaginación trasgrede los sentidos, las miradas tejen y destejen el pensar, el artista se complementa y es complementado, el genio celebra y es celebrado, el color es materia con que construye identidad, arraigo y morada. Muchos conocimos los populares y excelentes dibujos al carbón de Jacinto “Chicho” Ruíz, pintor Ecuatoriano, que no es Francisco Ruíz, pintor Argentino de los Espejos de América, ambos se nutrieron de la cosmovisión indígena para llevar a cabo sus grandes obras, o sus obras más sentidas. Nelson retoma esa llama a mi parecer, fusionando lo figurativo de Chicho y el color de Francisco, creando una síntesis que da continuidad a lo que siempre hemos sido, Dioses.     

El creador también pinta la historia y la escribe, la propia y la de quienes lo habitan, ahora su creación es nuestra, ofrendada transciende a otro plano, vivir es un ir pintando su contra conquista, reivindicando el pueblo que lo ha visto crecer como un Poporo de sabio, así mismo a la madre natura, que es toda renovación y pervivencia.

 

César González

Poeta y Escritor  

 

Referencia:

Morales Benítez, O. (1984). Memorias del mestizaje. Bogotá, Colombia: Plaza & Janés Editores de Colombia. Edición original, 1° edición, 308 páginas, tamaño 20 cm

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