Artes plásticas
Travesía de colores: el arte que navega el río Ranchería

La primera cayuquera riohachera no navega en silencio. Su cuerpo tallado en madera de mangle blanco está cubierto de símbolos que hablan por sí solos. Navega el río Ranchería, en Riohacha, La Guajira. Por un cuerpo vivo de memoria y significado. Lo que para algunos podría parecer una embarcación artesanal, para el pueblo Wayuu representa una afirmación cultural flotante: una forma de decir “aquí estamos”, con trazos, colores y símbolos que se hunden en la profundidad de su historia.
La forma en que fue construida la decoración da cuenta de un proceso colectivo y pedagógico. No fue una decisión individual ni institucional. Fue una creación comunal. Lideresas, sabedores, artesanas y jóvenes de las comunidades de Guaypé, El Pasito, Cangrejito y Villa Fátima participaron en el diseño y ejecución de los símbolos, recuperando así un saber que usualmente permanece en los tejidos y que aquí se proyecta en la madera y el agua.
Está construida como un tejido sobre madera, donde cada línea, figura o color transmite un mensaje. El primer elemento que llama la atención son los “Kanasü”, patrones geométricos heredados de la tradición del tejido. Estos trazos no son decoraciones vacías, sino símbolos que remiten a narrativas antiguas, organizadas por las mujeres wayuu a lo largo de generaciones.
En esta embarcación, los “Kanasü” representan al caparazón de la tortuga, un animal profundamente simbólico en la cultura indígena: evoca sabiduría, protección, conexión con la tierra y capacidad de resistencia. Trasladar este símbolo al cuerpo de la cayuquera implica convertirla en una figura protectora sobre el agua. Como explicó Claudia Cotes: “Eso es Kanasü , son trazos, son patrones… lo que simboliza es el caparazón de la tortuga.”
Pero la decoración no se queda en los patrones. La embarcación está intervenida también con tallas de cuatro animales que habitan en el mismo río: el cangrejo azul, la garza, la iguana y el pescado. Cada uno fue escogido por su relevancia ecológica y cultural. El cangrejo azul está estrechamente ligado al ecosistema de manglares, donde habita; representa el movimiento, la renovación y el sustento. La garza, un ave que habita las riberas, sugiere elegancia, equilibrio y vigilancia: observa desde las alturas el estado del río. La iguana representa la adaptabilidad, la fuerza del cuerpo que resiste al sol guajiro y la sequedad del entorno. Finalmente, el pescado, básico en la alimentación y la economía local, simboliza la abundancia y la vida.
Estas tallas, integradas a la madera como parte del lenguaje visual de la embarcación, no son simples decoraciones: funcionan como guardianes del río, testigos de su historia natural y aliados en su defensa.
Los colores de la cayuquera también tienen significados precisos. El naranja representa los atardeceres de La Guajira, cielos de fuego que se despiden del día sobre el mar y el desierto. El rojo es protección para los wayuu porque simboliza la energía espiritual y la conexión con los ancestros. El amarillo y el verde evocan las flores, frutos y cosechas: la fertilidad del territorio y la esperanza en el ciclo de la vida.
Lo que parece una elección estética es, en realidad, una estructura narrativa: la cayuquera cuenta una historia desde sus formas y pigmentos. Navega el río, sí, pero también navega la memoria. La embarcación se convierte en un “documento visual” donde cada símbolo transmite conocimiento ancestral. A través de su cuerpo, se enseña sin hablar, se conecta sin necesidad de traducir.
La cayuquera no sólo representa a la cultura wayuu: la performa, la activa. En cada recorrido sobre el río, no solo se ve, se explica. A quienes abordan la embarcación se les cuenta el significado de los símbolos que porta, la historia de los animales tallados, y el sentido de los colores elegidos. Esta es, entonces, una experiencia viva de educación cultural y ambiental, donde la estética no está separada del conocimiento, sino al servicio de él.
En esta primera cayuquera, la decoración está pensada exclusivamente para representar a Riohacha. No es un diseño genérico. Si bien se espera que se construyan más embarcaciones, con el nombre de diferentes municipios de La Guajira, cada una tendrá una adaptación simbólica propia. Por ejemplo, la cayuquera de Manaure incorporará referencias a la sal.Pero los” Kanasü” y los colores base se mantendrán como signos de unidad cultural.
Ese carácter adaptable de la decoración habla también de la diversidad dentro de la unidad del pueblo wayuu. Aunque los símbolos se repiten, su interpretación visual puede cambiar de acuerdo con la relación que cada comunidad tiene con su entorno natural. Esa riqueza simbólica es uno de los elementos más poderosos de la propuesta.
En cuanto al origen del proyecto, la cayuquera riohachera forma parte de un plan piloto liderado por un grupo de líderes y lideresas wayuu preocupados por la contaminación del río de Riohacha. Durante años, el río ha sufrido los efectos de la basura, el abandono institucional y el olvido ciudadano. Sin embargo, para las comunidades indígenas, el río no ha perdido su valor sagrado ni su potencia vital.
Por eso, desde abril, la embarcación realiza recorridos educativos donde se explica a los pasajeros el estado del río, la cultura wayuu y el sentido de los símbolos que adornan la cayuquera. Se espera que este corredor cultural y ecológico fortalezca el vínculo entre las comunidades, su memoria y la defensa activa del río.
Sin embargo, la pieza actual ya cumple una función de denuncia y afirmación, ya que la cayuquera avanza lenta por el canal que antes parecía imposible. Durante años, los mangles cerraron el paso, espesos y enredados como el olvido. Pero a punta de hacha, machete y esfuerzo propio, fueron abriendo camino. Un kilómetro y medio despejado a mano limpia: el río se vuelve navegable otra vez. Ahora, mientras flota entre ramas cortadas y agua oscura, la embarcación pintada con símbolos wayuu parece desafiar el silencio. Esto representa un acto de resistencia simbólica: recordar que el río aún vive, que la cultura wayuu sigue presente, y que el arte no es un lujo, sino una herramienta de lucha y de memoria.
La cayuquera riohachera no es una embarcación funcional, sino una obra de arte en movimiento, un registro simbólico flotante que reivindica la historia, la ecología y la identidad de un pueblo. Con sus patrones, sus colores y sus tallas, esta embarcación no solo viaja sobre el río: viaja sobre la memoria, fluyendo entre las aguas y los siglos, recordando a todos que el río también tiene voz.
Ana Yaireth Bayona Ríos
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