Artes plásticas

La Mona Lisa y la historia del robo silencioso más sonado

Vicente Orts

08/10/2019 - 05:10

 

La Mona Lisa y la historia del robo silencioso más sonado
La Gioconda (o Mona Lisa) de Leonardo Da Vinci

 

La Gioconda (o Mona Lisa) es un óleo sobre tabla de álamo de 77 x 53 cm, pintado entre 1503 y 1506, aunque Leonardo estuvo retocando el cuadro hasta sus últimos años y después de pasar por Fontainebleu, Versailles y las Tullerías, llegó al Museo del Louvre con la Revolución Francesa. Se conserva en una urna de cristal de 40 mm de espesor a prueba de balas.

El famoso cuadro de Leonardo da Vinci fue comprado por el rey Francisco I por 12.000 francos en 1517 o 1519, quedándose desde entonces en territorio francés. Sin embargo, de La Gioconda se hicieron una gran cantidad de copias por los discípulos de él como Luini y El Salaino, y también por Rafael y otros pintores. Muchas de estas copias se encuentran en diversos museos o en colecciones particulares.

Eduardo Melchor Valfierno nació en Buenos Aires el 23 de mayo de 1870 (casualmente el mismo día y mes que Leonardo da Vinci). Era de familia acomodada pero lapidó todo al heredarlo.

Al quedarse sin dinero, comienza con el mercado de ventas de obras de arte robadas. Su técnica era contactar con ambiciosos compradores de arte en Buenos Aires y convencerlos de que les podía conseguir cualquier obra que estuviera en un museo. Al cerrar el trato, automáticamente su compinche, el francés Yves Chaudron, hacía una falsificación de la obra y era lo que le vendían al cliente mostrándole unos recortes de periódico que preparaba con la noticia del falso robo.

En 1910 ambos socios deciden mudarse a París y Valfierno encarga 6 copias de la Mona Lisa a Chaudron para venderlas a cinco norteamericanos y un brasileño. Ahora había que robar el cuadro original y necesitaba a alguien que conociera el museo y fuera capaz de perpetrar el robo. Contacta con Vincenzo Periggia diciéndole que con su venta sacarán un buen botín, pero sobre todo que un rico coleccionista italiano deseaba tener a La Gioconda en su tierra.

Tras catorce meses de trabajo, las réplicas quedaron listas y todo estaba preparado para comenzar con el plan.

Vincenzo Perugia era un italiano que había sido empleado del museo, incluso había colocado la protección de vidrio en el cuadro de la Gioconda y ya había sido detenido en dos ocasiones en París. En junio de 1908 y en 1909 tomándole las huellas en ambas ocasiones.

Llegó el domingo día 20 de agosto de 1911 al museo y pasó allí la noche en un almacén. Todos los lunes se cerraba al público para hacer limpieza y mantenimientos, así que a las 8 de la mañana y con una gabardina blanca de las que usaba el personal del museo, descolgó el cuadro y, en la escalera Visconti, tiró el cristal y la tabla de su marco.

La puerta de salida en la parte inferior de las escaleras estaba cerrada. Peruggia quitó el pomo de la puerta y lo puso en el bolsillo. Le dijo a un fontanero llamado Sauvet, que pasaba por allí, que ahora no podrían salir. Acto seguido el fontanero con su llave le abrió la puerta y pudo salir del museo con el cuadro escondido bajo su ropa, colocándolo posteriormente en un maletín.

El día 22 el pintor Louis Béroud, que solía estar en el Louvre pintando reproducciones de cuadro, entró al Salón Carré, vio que el cuadro no estaba y avisó de inmediato a la guardia. El museo cerró por una semana, para efectos de investigación aunque los visitantes continuaron para ver el hueco dejado tras el robo.

En el Louvre se robaron otras piezas de arte unos años antes y la policía suponía que ambos robos tenían relación. Se detuvo a Guillaume de Apollinaire e incluso a Pablo Picasso que solía comprar obras robadas, pero ambos fueron declarados inocentes.

Después se detuvo a un amigo muy relacionado con Apollinaire, Honoré-Joseph Géry Pieret, quien confesó haber robado en 1906 las otras obras pero no la Gioconda.

En el cristal que Peruggia tiró en la escalera, dejó una huella de su pulgar izquierdo, analizada nada menos que por el criminólogo francés Alphonse Bertillon. Pero nada pudo hacer ya que en esa época se archivaban las huellas dactilares sólo de la mano derecha.

Todos los empleados y ex empleados del Louvre fueron interrogados, incluso Vincenzo declaró el 26 de noviembre de 1911. Siguió su vida normal en Francia y escondió el cuadro envuelto en un paño rojo dentro de falso fondo que le hizo a un tronco.

Perugia leyó en un diario italiano una oferta para comprar obras de arte puesta por el anticuario florentino Alfredo Geri, dueño de la Galería Borgognissanti. Vincenzo le escribe con el nombre de Leonardo diciéndole que tiene la Mona Lisa y Geri lo cita en su oficina para el 22 de diciembre de 1913.

Se traslada en tren a Florencia llegando el 10 de diciembre. Se alojó en el hotel Trípoli-Italia en la habitación nº 20 del tercer piso. Acordaron encontrarse en la oficina del señor Geri con Giovanni Poggi, director de la Galleria degli Uffizi.

En esa reunión vieron el cuadro y convencieron a Vincenzo que se lo dejara un día para analizar la autenticidad. Periggia accedió y ellos acudieron a la policía, siendo el inspector Francesco Tarantelli quien lo detuvo el día 11 de diciembre.

La Gioconda fue devuelta a Francia el 31 de diciembre de 1913 y fue colgada nuevamente en el Salón Carré del Louvre el 4 de enero de 1914.

El ladrón fue juzgado en Italia y siempre alegó sentimientos patrióticos ya que quería que la pintura regresara a la tierra de donde salió y finalmente fue condenado a 1 año y 15 días pero cumplió 7 meses y 9 días.

Sirvió con honor en el ejército italiano durante la Primera Guerra Mundial y se casó en 1921 trasladándose a París donde abrió una tienda muriendo en 1927.

Valfierno, antes del robo, pagó lo convenido a Peruggia, 300.000 liras, y nunca más contactó con él. Emigró a EEUU y el 12 de mayo de 1915 se casó con Elizabeth Lodge de Boston y tuvieron una hija en 1916 que llamaron Lisa.

Fue a vivir a New York en una casa de la calle Sexta entre Quinta y Madison Avenue y en 1929, aconsejado por su amigo el Dr. Federico Boyd, decide invertir en la bolsa en pleno crack perdiéndolo todo. Finalmente 1931, en su lecho de muerte, contó a su hija la historia del robo del siglo.

 

Vicente Orts 

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