Artes plásticas

Las caricaturas que retrataron la tragedia de un mural

Johari Gautier Carmona

20/04/2018 - 07:00

 

Las caricaturas que retrataron la tragedia de un mural
El dibujante Jair Maya en la Casa Arte de Valledupar / Foto: PanoramaCultural.com.co

 

Allí estaba él, estampado en lo alto de la fachada del Concejo municipal, mirando airosamente la Plaza Alfonso López, brindando sus colores y sus líneas para contar la historia de un pueblo, algunas de sus leyendas folclóricas más célebres, el encanto de la Sierra Nevada, sus etnias. Y ahí se quedó durante más de veinte años, hasta que el alcalde de turno amaneció un día con una gran idea, quizás una idea suya, y mandó a borrarlo de la manera más cruel: sin avisar, sin concertar, sin entender lo que era. Los brochazos de pintura blanca cayeron sobre el mural “Valledupar, tierra de Dioses” como bastonazos ciegos y odiosos propinados en una refriega matutina.

La ciudad de Valledupar aspiraba en aquel entonces a una posición de honor entre las capitales regionales, pero, debido a las incongruencias de una alcaldía que ignoraba la historia de su propio patrimonio, quedó retratada como la “ciudad presa del olvido” que tan bien describe García Márquez en su Macondo.

El mural, que pintó el artista Germán Piedrahita en 1997 con la ayuda de sus alumnos, era una ventana por la que asomaba la identidad de una región. Ya se había instalado en el paisaje urbanístico de la ciudad, confluía con los demás elementos, y se había ganado la aprobación de los ciudadanos. Su destrucción causó lo mismo que cuando se lanza una piedra a la vitrina de una tienda o cuando se incendia un museo a propósito. La injusticia estaba servida. De repente, el aire se caldeó. La indignación llegó a las redes, se hizo tempestad y se consolidó como un torbellino hasta terminar en una protesta visible con preguntas inevitables: ¿Cómo puede un alcalde mandar a destruir la memoria de un pueblo? ¿Podría ocurrir lo mismo en otras ciudades como México donde valoran el muralismo y su patrimonio?

En ese contexto, el dibujante Jair Maya se sumó al debate de manera natural. “Cuando yo me enteré por las redes de la destrucción del mural, es como si me hubieran borrado a mí también una obra.”, explica el artista. Le costó entender cómo la Cultura había caído tan bajo, cómo se podía atentar de esta forma contra una obra de más de veinte años, y de un artista difunto que había entregado buena parte de su vida al fortalecimiento de la cultura en la ciudad.   

“Con 4 o 5 brochazos quizás, eliminaron toda una historia que contaba Valledupar”, explica Jair Maya. En su voz todavía vibra la incomprensión. La rabia era tan grande, la urgencia de expresar la tristeza y la angustia tan a flor de piel, que su gesto fue algo natural: cogió el lápiz y empezó a retratar los principales personajes de la actualidad política vallenata.

 

Así nacieron las figuras más sonoras de esta historia, el alcalde Tuto Uhía con su brocha blanca (retratado como el travieso Tom Sawyer pillado in fraganti), el señor Lechuga (el secretario general respondiendo a la avalancha de acusaciones de los ciudadanos), el director de la Casa de la Cultura, Tomás Darío Gutiérrez (girando su atención hacia los pájaros), y cómo no, el gran premio Nobel, Gabriel García Márquez, amenazado también con ser borrado de otros murales más recientes de la ciudad.

“Lo que hice fue sentarme, dibujar y ser un poco crítico frente a la situación. Puse a hablar las caricaturas de todas las personas que rodean el proceso ––manifiesta el dibujante––. De esta manera estoy protestando por el simple hecho de no valorar, de no apreciar, y yo podría decir que es un rechazo total frente a lo que ha ocurrido en Valledupar. ¡Que no venga otro a hacer lo mismo!”.

La respuesta no se hizo esperar. Los seguidores de Jair Maya en Facebook se echaban a reír y compartían el contenido. Algunos sostenían que “ésa es la realidad”, otros felicitaban el autor por su osadía (“¡Está buena, nojoda!”), y la mayoría le pedía que produjera más y más caricaturas para delatar las atrocidades cometidas. Por su lado, los medios también hicieron lo suyo: unas emisoras difundieron las caricaturas en sus redes sociales y algunos periódicos le hicieron la propuesta de imprimírselos. En medio de ese vendaval de solicitudes, el artista optó por abrir una cuenta en Twitter y otra en Instagram para dar más proyección a sus ilustraciones.

 

 

“Cuando dibujo caricaturas, lo hago con el fin de invitar a la gente a pensar. Es para poner una voz de alerta, y plantear preguntas: para dónde vamos, qué estamos haciendo, y por qué estamos haciendo las cosas así sin tener un poco de conocimiento y de sensibilidad”, explica Jaír Maya frente a uno de sus dibujos.

A estas alturas, Jair no sabe si el mural volverá a su estado normal o si quedó eliminado para siempre. Duda mucho de la voluntad y la transparencia de las instituciones regionales, pero está seguro que la reacción ante el destrozo fue un momento histórico de la Cultura local. Le sorprendió ver la implicación de los gestores, artistas y demás ciudadanos. “Se dieron a la tarea de estar indignados ––expresa con una sonrisa jocosa––. ¡Nunca había visto esto aquí! Llegar a todos los entes: a la personería, hasta el ministerio de cultura, y a los periódicos”. 

El episodio de las recientes intimidaciones hechas a Matador aparecen en la conversación de manera inevitable. El famoso caricaturista del periódico El Tiempo, quien anunció el 3 de abril 2018 que se retiraba de las redes sociales por ser amenazado de muerte, se ha convertido en uno de los grandes representantes de la libertad de expresión en Colombia. “Si quieren venir por mí, no tengo escoltas ni nada… tengo un lápiz y mi cerebro”, llegó a expresar el dibujante en su cuenta de Twitter.

Pero Jair no se sorprende. Esto responde a los extremos y radicalismos, y a la dinámica de diálogo que genera un dibujo. De la misma manera que hace Matador a nivel nacional, Jair Maya obliga con sus personajes a enfrentar la realidad de ciertas situaciones, mueve grandes emociones, y desnuda lo absurdo del lenguaje político.

En la Casa Arte, Jair se deja fotografiar al lado de sus caricaturas. Posa con desparpajo, cruza los brazos, contesta una llamada. Es evidente que le gusta que sus dibujos ganen en protagonismo, sin embargo, nos deja algo claro: “Nosotros, artistas, nos expresamos con libertad. Nosotros sacamos cosas que tenemos en nuestro consciente y subconsciente, pero la idea no es maltratar a nadie”.

 

Johari Gautier Carmona

@JohariGautier  

Sobre el autor

Johari Gautier Carmona

Johari Gautier Carmona

Textos caribeños

Periodista y narrador. Dirige PanoramaCultural.com.co desde su fundación en 2012.

Parisino español (del distrito XV) de herencia antillana. Barcelonés francés (del Guinardó) con fuerte ancla africana. Y, además -como si no fuera poco-: vallenato de adopción.

Escribe sobre culturas, África, viajes, medio ambiente y literatura. Todo lo que, de alguna forma, está ahí y no se deja ver… Autor de "Cuentos históricos del pueblo africano" (Ed. Almuzara, 2010), Del sueño y sus pesadillas (Atmósfera Literaria, 2015) y "El Rey del mambo" (Ed. Irreverentes, 2009). 

@JohariGautier

2 Comentarios


Hanner Freyle 22-04-2018 12:17 PM

Yo crecí entre el barrio Gaitán y el Sicarare y siempre me llamó la atención el tractorcito, el cuál fue borrado de la historia de Valledupar , no es nuevo que un alcalde por rabarse unos peso abuse de la cultura de su pueblo.

Aurora Montes 24-04-2018 02:03 AM

El alcalde es un hombre inculto. Alguien dijo que "hay que tenerle miedo al hombre de un solo libro"

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