Artes plásticas

Las sombras del Ecce Homo: representaciones artísticas del patrono de Valledupar

Redacción

16/08/2022 - 04:50

 

Las sombras del Ecce Homo: representaciones artísticas del patrono de Valledupar
Representaciones del Ecce Homo por el artista Baldot / Fotos: cortesía

 

La iconografía nazarena es una fuente inagotable de inspiración para las expresiones plásticas, en particular la glíptica y la gráfica. En ella se condensan los momentos ejemplares de la vida de Jesucristo, desde su nacimiento hasta el momento de su pasión. Pero en ella también se alojan los valores universales del cristianismo, que todavía nos configuran como sociedad y, en muchos casos, como individuos.

Entre los motivos nazarenos, el Ecce Homo ha sido un estado de la revelación de Cristo que todavía permea nuestra memoria e imaginación. Una imagen acibarada por el sufrimiento del salvador, que transpira y trasunta la gracia de su sacrificio. Este instante profetizado por Isaías se cristaliza con la frase de Pilato: Ecce homo, “¡he aquí al hombre!”.

Tras la terrible fustigación, el rostro de Cristo era apenas reconocible. Dice el profeta que "muchos quedaron asombrados cuando lo vieron. Tenía el rostro tan desfigurado, que apenas parecía un ser humano, y por su aspecto, no se veía como un hombre” (Isaías, 52:14). ¿No era el sufrimiento la encarnación de los errores de la humanidad? ¿No era aquel injusto escarnio la vía para la salvación del mundo? El acto de nombrarlo le devuelve su identidad al redentor. 

En Colombia, el Ecce Homo irradia para algunos la benevolencia del Salvador y el milagro de su tormento. Valledupar, cuna del pintor Uvaldo Torres, es también la casa del Ecce Homo, pues no hay lugar hasta donde no lleguen los dones de su sacrificio. Su presencia en la capital mundial del Vallenato transita entre la imagen de bulto procesional y el gigante mirador que custodia la ciudad desde la altura de un cerro; entre el mito y la fe: una curiosa dicotomía que bien nos recuerda el festejo previo al dolor, el carnaval previo a la pasión.

La poderosa imagen que ha inspirado la serie de BaldoT es una talla en madera procedente del periodo colonial, y según testimonio del historiador José Nicolás de La Rosa, es de factura quiteña y guarda todas las características estilísticas de las imágenes policromadas de aquella reconocida escuela escultórica.

Los avatares del tiempo lo posicionaron como el “Santo Patrono” de la ciudad, sus milagros le granjearon amplia fama y ha sido receptáculo de plegarias de afamados cantantes vallenatos, así como de la ofrenda de joyas que le legó el presidente Alfonso López Pumarejo durante su peregrinaje por la región. Bajo la custodia de la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, el Ecce Homo valduparense es honrado cada lunes santo en procesión, en un estricto horario que va del amanecer hasta el crepúsculo vespertino, y en un recorrido, de más de 450 años, que abarca toda la cabecera del municipio. 

Entre la gloria del maderamen de Ecce Homo y el ambiente de la música vallenata, se inscribe la inspiración de Uvaldo Torres, BaldoT. Como él mismo lo señala, los elementos que componen los rituales en torno a la adoración del Amo y Señor Sacramentado y al vallenato son un espacio de diálogo cultural perpetuo, donde interactúan las raíces de los grupos sociales que conforman nuestro continente y nuestra nación; también son espacios mágicos, donde se depositan las ilusiones en la fe consagrada al Ecce Homo de madera, a quien se le pide por la salud y la vida de los seres queridos. Así, con esta serie que se presenta en el Salón del Cristo de la Cancillería, la metamorfosis del niño, el maestro, el redentor y el hijo del padre se consagran como materia plástica en constante transformación; es imagen de culto, edificio turístico o tinta sobre papel.

El Ministerio de Relaciones Exteriores acoge gratamente esta muestra artística y pone a disposición de sus visitantes uno de los momentos más conocidos de la cronología nazarena, rediviva y versionada por un artista que imprime el legado del pueblo negro en el semblante agónico del redentor.

BaldoT, el artista  

En la obra de BaldoT, reinan sus recuerdos, la sustancia inherente a su vida. En ellos también se asoma el ecosistema cultural en el que brotaron sus gustos e intereses, principalmente su pasión por la gastronomía, su amor por el pugilismo y el contexto afrocolombiano que lo envuelve en mente y cuerpo. La devoción personal del artista por la figura del Ecce Homo valduperense se remonta también a la enfermedad padecida por su hermana, quien fue afectada de niña por la poliomielitis y le pagó promesas al santo en numerosas procesiones consagradas a su nombre.  

Cada una de sus pinturas nos transporta a la corriente del primitivismo, más específicamente al primitivismo Pop de Jean-Michel Basquiat o al estilo de Carlos Julio Márquez. No obstante, para hacer justicia a su obra, es necesario enfrentarse a ella al margen de corrientes, como propiciando una observación del anhelado ojo inocente; acercarse a ella con una mirada renovada, ver en cada pieza el sustrato único que consagra sus memorias como valduparense y colombiano.  

El caso de la serie Ecce Homo es una exploración del accidente dirigido que aterriza en una neofiguración, una línea media entre vanguardias y la reinterpretación del arte litúrgico del pasado colonial. En sus cuadros se yergue, como único protagonista, la figura taumatúrgica y teúrgica del Ecce Homo de Valledupar, que se oculta y se asoma en el trazo fuerte y también fino de la pintura, que simula una tinta china que golpea el lienzo. El negro de la tinta evoca la ennegrecida pintura de la madera que ha dado identidad a la imagen y le brinda un marco geopolítico preciso de análisis.

El patrono de Valledupar no podría ser otro que esta figura de piel oscura; y la tinta de BaldoT no podría ser más que negra, el perfecto contraste de su soporte.

Afrocolombianidad

El Ecce Homo de Valledupar tiene una conexión especial con la población afrocolombiana no solo por su matiz oscuro que le ha dejado los siglos, sino por su origen. Cuenta una versión de la historia que la figura de bulto fue hallada por un esclavo; y otra no suscribe el maderamen a la escuela quiteña, sino a un “hombre negro” que llegó a Valledupar, procedente del corregimiento de Rincón Hondo (Chiriguaná, Cesar) que trabajó enclaustrado, comiendo mendrugos y tomando agua, y se esfumó, no sin antes dejar la talla lista.

Sin importar la versión, el Ecce Homo valduparense le debe mucho al pueblo afrocolombiano y este al Ecce Homo. Él mismo es un reflejo de la historia de esta parte de nuestra sociedad que fue adocenada por el sistema laboral del Antiguo Régimen. El de Valledupar no solo tiene el rictus del sufrimiento del nazareno, sino también la expresión del esfuerzo físico que el pueblo negro colombiano dejó en nuestra historia: su sudor. La figura de bulto de madera suda, y con el fruto de su tegumento consagra el acto taumatúrgico y teúrgico en la población. Su sudor es milagroso, quien se unja con su gracia supera los ajes y males que lo aquejen.

 

PanoramaCultural.com.co

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