Artes plásticas

Kajuma, mi amigo y yo

Baldot

07/08/2023 - 00:08

 

Kajuma, mi amigo y yo
Kajuma y Baldot, grandes amigos y artistas vallenatos / Foto: cortesía

 

Nojoda, quién iba a pensar que se moriría el Kaju, hasta pensé que tal vez a mí me enterraría el desgraciado. A veces me decía que yo moriría primero y que no me preocupara porque él se quedaría con mi mujer. Le contestaba que él tenía una pichita pequeña y que a mi mujer no le iba a gustar, que yo con semejante monda él no le iba a hacer ni cosquillas… Esas eran las conversaciones del loco de Kajuma yo. Me reía con aquel amigo, cada vez que hablaba era pa´ yo reír, salía siempre con unas vainas que solo a él se le ocurrían decir.  

Recuerdo que, cuando lo operaron del corazón, le dije: “Kaju, mejor te hubieras muerto, nojoda. Así tus pinturas se hubieran cotizado y la pobre de tu exmujer hubiera descansado, la cagaste llave”. Lo que me respondió aún me causó más risa: “Manito Baldot, que yo no creo en Dios, el médico que me daría cuchillo me dijo: “Maestro Kajuma, vamos a rezar que la vaina no está sencilla, y me he tomado de las manos con aquel médico a rezar y yo adentro preocupado porque, nojoda, ahí se supone que él es el médico especialista, ¿qué le va a pedir a Dios?”.  Y mi esposa ese día pensó que moriría tres meses después de la operación. 

En diciembre recuerdo que a mí me invitaron con mi familia a pasar el fin de año y me llevé a mi hermano Kajuma porque sabía que él estaría solo en ese casón del Dangond. Llegamos esa noche, yo acompañado de mi mujer y mis tres hijas y mi invitado recién operado Kajuma, para mayor sorpresa el anfitrión del club era el cantante Jorge Oñate “El jilguero”. El cantante, al ver a Kajuma, se sorprendió. Se conocían desde muchachos, Kaju me presentó como pintor a Jorge Oñate y éste exclamó: “Qué pintor ni qué pintor yo lo conozco a él como boxeador, el pintor eres tú, zapatero a su zapato”, y me sentí un poco incómodo, pero sabía que Jorge Oñate siempre se expresaba así, solo que aún no éramos nadie, bueno el cantante seguía con su ego…

Le presenté a mis hijas, les dije que era el cantante Oñate como los jóvenes solo escuchan otra música, Oñate respondió igual de arrogante: “¿Cómo que le tienes que explicar a tus hijas quién es Oñate, por favor?”. Yo seguía medio incómodo. Bueno, nos hizo pasar a su mesa, esa noche Oñate alquilaría el club para pasar el fin de año con sus familiares, lo que no sabía el cantante era que yo era el invitado especial de la gerente. Cuando se enteró, cambió la forma de tratarme: nos sentamos en su mesa, mandó a pedir una botella de whisky y el Kaju que lo estaba saboreando solo, le dije a Kaju “¿qué te dijo el médico? ¿Cuándo puedes tomar?”. “En tres meses”, me respondió. ¿Y cuántos meses tienes? “Voy ya pa´ tres”, me dijo, y le respondí: “Tómate unos tragos, carajo, que solo faltan unos días. Esa operación del corazón es como si te cambiaran el motor. Te dieron unos años más de vida. Claro, Whisky, pero sin fumar, ya sabes, ojo”.  

Le serví un whisky con hielo y él feliz porque estaba con Oñate, recuerdo que llamó a un amigo que era paisano y pariente del cantante Oñate, Iván Zuleta, éste le recomendaría a Oñate que atendiera a Kajuma, charlamos, hablamos de la operación, Oñate decía sus vainas, yo no hablaba mucho temiendo que Oñate me hiciera pasar en ridículo, yo en mi mente pensado en irme para que el puto cantante hijo de perra sintiera que para mí no era importante pasar el fin de año con él. Llamé a un taxi antes de las doce de la noche, la botella estaba decantándose y, cuando se apareció el chófer del taxi que llamé, Oñate expreso: “¿Y ése quién es?”. Yo le respondí: “Es mi chófer ya debo marcharme pasaremos el año viejo con mis familiares”. Kajuma, que estaba a mi lado sorprendido, el Kaju en ningún momento pensó en quedarse con Oñate a pesar de su amistad y su fama, Kaju sabía que yo estaba un poco molesto por la ironía del cantante, y Oñate expresó:  - “Ah, carajo, ¿ya se van? ¿no pasarán el año nuevo conmigo? Se tomaron el whisky y no recibirán el año nuevo conmigo”.

A partir de aquel trago de whisky, él siguió su vida normal, pintando, bailando, jodiendo, mamando gallo, peleábamos, nos reconciliábamos… Un día llegué a su casa, él no quería hablarme, decía: 

––Ese hijo de puta, Uba boxeador, no pinta una verga, aquí que no venga, ese animal que no quiere leer ni saber de la academia, claro cómo no sabe pintar, se esconde en esos mamarrachos que hace…   

Llegó un viernes, yo me puse a tomar desde temprano y me acordé del Kaju. Me fui a su casa, le toqué para que me abriera, cuando me abrió me bajé los pantalones mostrándole mi trasero le grite “méteme la verga” y él, muerto de la risa, me abrazó y se le pasó la rabia, y exclamó: “eh aquel, el divino del arte, el nuevo Picasso ha venido a disculparse” (claro, como antes le había mostrado las botellas de whisky y la plata que tenía en mis bolsillos). Hablaría divinidades de su amigo… Yo sabía que, en el fondo, yo estaba pintando algo interesante porque, cuando estábamos solos en mi taller, él me confesaba que a veces se estaba “baldoseando”, que se estaba influenciado por andar conmigo; así era Kajuma, el que muchas veces me enviaba pescado del restaurante Pescamar,  donde cambiaba algún cuadro yuquero por comida como me expresaba, y lo mismo hacia yo con La Mona patacón pisao, Edith, cuando él se quedaba sin plata para comer le enviábamos la comida a su casa sin recibir nada a cambio, el amor que le teníamos y el que él tal vez sentía por mí.   

El día de su muerte estaba en mi taller recibiendo una visita de un par de amigos Walter Arias y Alay Cuello; de casualidad hablábamos de Kajuma en mi sala taller, el médico Walter me había traído un llavero en forma de guantes de boxeo que había comprado para mí en España, él que recientemente había llegado al Valle y había visto últimamente una entrevista que me dieron en televisión y me escribió diciéndome voy mañana a eso de las 10 de la mañana a tu taller. “Me gustó esa entrevista, lo guapo que te ves, pareces un artista americano…”. Yo le escribí: bueno, te espero y ven con Alay Cuello, nuestro amigo.  

En aquella visita llegarían 2 vendedores a ofrecerme frutas en sus carretas, les dije que no, andaba sin plata, 15 días antes tendría como un millón guardado en mi cuenta, Kajuma me llamaría una noche que quería brindarme algo, me picó con una botella de aguardiente -así decimos aquí en nuestro aljor- y para no alargar el cuento me gasté con el vergajo de Kajuma parte de aquel dinero que lo tenía guardado exclusivo para mis comidas y la de mis hijos y me volví a enojar con él,  porque, después que me invitaba, salía yo pagando toda la noche bohemia entre bares de la noche, y decidí que no le iba a invitar más para sus locuras… Y qué  tristeza, murió sin hablarme… Bueno, el médico Walter al ver que no tenía como comprar la fruta que me ofrecían los vendedores sacó de su cartera un billete y expresó: yo te gasto las piñas y los aguacates y mamoncillos, maestro no te preocupes, bueno ambos terminaron de pagar, Alay Cuello también contribuyó para pagar las frutas. Nos despedimos (no sin antes registrar la visita con un par de fotos), los acompañé al carro y, justo en ese momento que ellos se marchaban, recuerdo que les compartí un racimo de mamones y les dije: “coman mamón para que piensen como los monos jajajaja…”. Nos reímos y, de pronto, al entrar a mi taller, me escribe la hija de Kajuma: “Uva, porfa ve a dónde mi papá, se acaba de morir”. Yo quedé en silencio, no veía mis pinturas en ese instante, todo el espacio era blanco, me demoré tal vez un minuto que parecían muchos sin responderle; ya me voy corriendo para donde Kaju, no puede ser que se haya muerto, me cambié sin bañarme, pensé “qué desgracia, no tengo ni un centavo para ir a su casa que queda como a 1500 metros de mi casa o tal vez más”. Salí, me puse mis lentes de sol, fui a dónde un vecino que en ese momento jugaba dominó con otro amigo expresándole: “Compa, préstame para tomar un taxi”.  “No, no tengo”, me dijo.  Le insistí: “Nojoda, llave, préstame así sea dos mil pesos”. Con suerte uno de los jugadores tenía un billete viejo de dos mil pesos que pisaba una de las fichas del dominó, me lo dieron y paré una moto taxi y me marché a la casa de mi amigo; al llegar allá lo encontré tirado al lado de su cama en el suelo, sin camisa, los pies cruzados, la mano derecha sobre el piso alargada y la mano izquierda situada sobre su ombligo, empecé a sobarlo, a hablarle a decirle que porque no me había avisado de su muerte… “Me hubieras llamado si te querías morir”.

Le acariciaba sus mejillas, su boca entre abierta, le tocaba sus barbas teñidas de negro que a él tanto le gustaba. Cuando toqué su pecho, sentí su calor y expresé: “Kaju, estás caliente, estás vivo, mi llave”. Luego, le tomé la mano izquierda y estaba fría, y expresé: “Nombe, tú lo que estás es muerto” y seguía hablando con él. Su pecho estaba tan caliente que mis manos se calentaron como si hubiesen estado expuestas a una chimenea, me interrumpió un policía que estaba en aquella escena y me dijo: “Señor, no lo toque, no sabemos de qué murió, puede retirarse”. Le dije: “este hombre que usted ve ahí es mi hermano”, me levanté saludé a su hermana que estaba llorando al lado de la cama y la exmujer de Kajuma, Lida, su amiga de verdad, como siempre le solía decir yo a Kajuma, y una joven mujer delgada que se encontraba justo en el momento de su muerte, en esa escena colgados estaban algunos de sus cuadros grandes de cuatro metros, de la serie de “las vacas locas”, y unas obras de la serie “mamando gallo”; creo que en especial la última obra que vio fue “la verga herida”, que estaba justo detrás de su cuerpo ya extendido y sus ojos contemplando su obra, un caballete manchado de pintura que parecía una obra viviente, junto a una paleta de colores como su vida.

La chica que estaba junto a kajuma en el momento de su deceso, nos dijo que él en la mañana se había levantado feliz, salió a dar una vuelta y que trajo a su casa una pareja o tres personas a que lo acompañaran, ellos trajeron sonido, parecían cantantes de la calle. Él pidió que le cantaran varias canciones una en especial para su hija Liz Alejandra y otras cuatro veces al parecer la misma canción repetiría dedicada tal vez a su exesposa que nunca dejó de amar y sí que lo sé, porque muchas veces en mi casa cuando escuchábamos a Pablo Neruda a él se le salían las lágrimas cuando escuchaba a Pablo declamar un verso que decía: “De quién serán tus besos” y yo le decía “Compadre Kajuma, cómo me gustaría que mi mujer me dejara para sentir como sientes tu esos versos de Neruda en donde hablaba de su exmujer”. Bueno, la chica que le hacía el aseo contaría a la policía y a los que estábamos ahí presente que, luego que él despidiera a sus invitados y les pagara, dijo que estaba contento, que se sentía feliz porque a nadie le debía. A los 15 minutos tal vez exclamó: “Ay me duele el pecho” y despidiéndose de inmediato supimos en ese instante que había infartado. El policía que estaba ahí, intranquilo pensando que tal vez alguien le habría hecho daño, yo le decía al policía que eso era imposible, no había indicio que alguien le había hecho daño y se calmó. Esperamos toda la mañana a las benditas autoridades encargadas del levantamiento de cadáver, pero nunca llegaron. Los que sí llegaron fueron los pintores amigos, uno a uno fueron llegando a ver a su amigo inerte en el suelo de aquel espacio donde dormía y pintaba a veces desnudo, mi gran amigo Kajuma. Yo que varias veces lo encontré desnudo, borracho, como muerto, su hija que se desesperaba cuando él no le contestaba y ella llorando me llamaba “Uba, corre, ve a tocar a mi padre, no responde a mis llamadas, tumba la puerta, corre”, y yo de inmediato iba y lo encontraba borracho, amanecido con colillas de cigarro, botellas de whisky, latas de cervezas por todos lados, olores a putas, a diablos y menos de Dioses.

Seguíamos departiendo con los amigos en la terraza de su casa, mientras él en el mismo piso donde un día se tiraba a una chica, muy cerca de la nevera mientras hacía el amor con la afortunada mujer, ella que gemía diciéndole “Dale, Kaju, qué rico, échame la leche, échame la leche”. Kajuma que estaba muy cerca de la nevera, abre la puerta, la dama con sus ojos volteados disfrutando de la excitación o tal vez para que Kajuma se sintiera emocionado, él tomó una bolsa de leche fría y se la arrojó en el pecho de aquella infortunada mujer, ella al sentir semejante despacha le gritó: “Esa nooo”,  y kaju le respondió: “No tengo más”. Ese era mi amigo.

Mientras hablábamos en la puerta de su casa todos nos preguntábamos dónde lo enterrarían, en qué funeraria sería velado, alguien dijo: “No hay donde enterrarlo, no hay cajón, Carlos Julio no tiene seguro ve´, ¡anda! ¿Y ahora quién podrá ayudarnos? Llamemos al Mono Quintero y a fulanito”. El mono que, en acaba de llegar, se apersonó del problema del muerto, empezó a llamar a los de la Cultura que nos ayudarían a conseguir la caja donde enterrar a Kajuma, pero mientras eso se hacía, yo sugerí “bueno, si no hay cómo enterrar a Kajuma, llevémoslo a donde el cacique político que, de casualidad, había muerto un día antes, pero lo velaban en cámara ardiente en la biblioteca departamental. Me imaginé el departamento pagando hasta su sepelio ostentoso. “Tu sí que tienes vaina”, me dijeron los compañeros pintores. “No puede ser que no tengamos cómo enterrar al Kaju, un hombre que le debemos tanto y que aportó a la cultura vallenata su genialidad como artista. “Tomémoslo de las patas y se lo ponemos al lado de aquel cacique político y si nos preguntan o nos dicen algo, decimos que estamos aprovechando este funeral que tiene parte de la sociedad vallenata vestida de lino y que lo lloran con lágrimas por conveniencia  y aprovechamos la cantidad de flores que tanto le gustaban a Kajuma y se acabó el problema, carajo”

“Baldot, tú si tienes vainas”. De pronto alguien dijo: “Bueno, si cuando estábamos emparejados con Kajuma hacíamos la vaca para una botella de ron, pongamos la vaca pa´ enterrarlo”. La “mona patacón” fue la que lanzó esa expresión, luego la alcaldía llamó diciendo que pa´ el cajón sencillo no había problema, pero peor es nada. Es cuando yo pensé: “si el cajón del compadre es sencillo, yo se lo personalizo pintándolo, todos aportarían; unos de 20 mil, unos de 50 mil… El mono Quintero dio casi la mitad del gasto, un abogado que estaba ahí ofreció 50 pero nunca los dio, cuando me tocó el turno a mí, les dije: “anda lo siento mucho yo a Kaju le gasté en vida”. De todas maneras, no hizo falta que yo pusiera plata todos se desbordaron para reunir la cantidad de dinero necesaria.

Mientras nosotros reuníamos para enterrar a un amigo pintor en la otra cara, el otro muerto de la política gozaba de desborde del pueblo sesgado por politiquería inculta, sesgado por lideres de clanes que aún después de muerto los mismos muertos llevan a enterrar a sus muertos. A Kajuma lo enterramos los pocos sensibles que llamamos cultura, en ese velorio estábamos los que lo amamos sin compromiso, sin contratos solo por amor a su aporte, a su legado, sus pinturas que durarán más que cualquier cemento o elefante blanco y esas mismas pinturas hablarán con sus colores a los postreros días.

Ese domingo enterramos a Kajuma y los políticos a su líder; Kajuma, que en su ataúd llevaba colores y pinceles, enseñaría al cacique a pintar para que, sin plata y solo lleno de cultura, entrara a los cielos.

 

Baldot 

Sobre el autor

Baldot

Baldot

Fintas literarias

Uvaldo Torres Rodríguez. “Baldot”. Artista que expresa su vida, su historia, sus sueños a través del lienzo, plasmando su raza, lo tribal, lo ancestral, y deformando la forma en la búsqueda de un nuevo concepto. Redacta su vida a través de la pintura, sus fintas literarias las escribe con guantes de boxeo. Con amor al arte y a la literatura desde niño.

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