Artes plásticas
Erotismo en el Renacimiento
En el renacimiento, aparte de los grandes avances en las ciencias y en las artes, había una tradición de producir contenido erótico para diversión de la aristocracia.
En los inicios del siglo XVI, la publicación “I Modi” fue un álbum creado con grabados por el diseñador Giulio Romano, el grabador Marcantonio Raimondi y por el poeta Pietro Aretino. El Arte Erótico en Italia tomó muchas formas, pero quizás su representación más famosa fue esta, capturada por Giulio Romano en sus famosos “Bocetos Modi”.
Romano, sin embargo, ya era bastante conocido por su habilidad más allá de esto. El Papa Julio II, que comisionó a Rafael la decoración de las habitaciones del Vaticano (que por supuesto, sólo albergaba a la élite religiosa), encargó a Romano terminar el trabajo empezado por Rafael tras la muerte de este último. Concretamente, el terminar la instalación final en el alojamiento del Vaticano en “La Sala”.
“La Sala” era un lugar de reunión para la élite religiosa, tal cual.
En las pinturas de esta habitación podemos encontrar representaciones del Emperador Constantino, que ilustraban escenas de victoriosas conquistas espirituales del cristianismo sobre el paganismo.
De hecho, durante el tiempo en que estuvo terminando estos trabajos, Romano ya estaba también haciendo sus bocetos de escenas sexualmente explícitas sobre famosas parejas mitológicas (me ahorro comentarios sobre la ironía del asunto pues seguro ya tienes varios en mente).
Pero ¿Cuál era la motivación de Romano? ¿Qué buscaba al maridar pintura y erotismo? Es importante agregar aquí que estos bocetos fueron hechos con la intención de elicitar la naturaleza simplista del sexo entre individuos. Lo cual nos devuelve de manera muy interesante a premisas más antiguas, pero no por esto menos civilizadas, como a veces se presume.
Con “I Modi”, Romano le dio también al público el poder de observar material que era prohibido por el clero del Vaticano (aunque algunos dicen que estos grabados originalmente habían sido una comisión privada para Federico II Gonzaga, pero una cosa llevó a la otra).
Hoy en día se sabe bien que las cruzadas de las religiones judeo-cristianas no solo fueron por dominio territorial o por imposición de una creencia monoteísta sobre las creencias de otros, sino que se convirtieron, básicamente, en cruzadas contra todo lo que pudiera escapar de su control, una forma de blandir el poder. Así, el misterio de lo femenino y de la sexualidad debían ser, si no posesión de ellos, algo a lo que temer y algo que se debía rechazar.
Por supuesto que ni el clero podía escapar a los encantos de la pintura y erotismo por igual.
Lo manifestaron a su manera, y aunque se hicieran pinturas representando a Eros como un cupido de rosadas mejillas, dormido apaciblemente para simbolizar el triunfo del amor sobre las pasiones carnales, el Vaticano y sus agremiados aún siguen teniendo que responder ante muchos comportamientos que nada tenían que ver con el amor o con este erotismo en búsqueda de explorar la unión de los cuerpos y la alquimia en la que podía resultar.
Memo Alfaro
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