Cine
Los pasos del cineasta

Llama la atención el rostro enrevesado por el maridaje extraño de su fisonomía facial, una degradación de la alegría infantil a tristeza transicional replegándose en los prolegómenos de su vejez anunciada; despierta curiosidad saberlo descolgándose calle abajo con el mecimiento al caminar, que le es característico, con la mirada fija en el horizonte cual brújula guiándolo en el paso por la vida.
Es el hijo, uno de los hijos, más cercano al arte desplegado por el mejor fotógrafo que hubo en esta tierra de amores e inspiración, próximo al maestro Escalona, primo orgulloso del médico cirujano de altísimo nivel profesional que fue Alcides Martínez Calderón. Él, con su paso frenético, penetra la hondura nocturnal desde las tardes vallenatas, dejándose emancipar por el frescor de las brisas iniciales hasta cuando, más allá de las 22:00 horas, la soledad de la noche, esa que coloreó el Joe Arroyo con sus versos sentidos: "qué misteriosa es la noche, qué fascinante es la noche…"; similar a las destinadas por él al teatro Caribe, al Cesar o al San Jorge, hasta cuando decidió partir a España, instalándose en Madrid, donde acrecentó su pasión por el cine.
Nada lo enaltece más que un buen refrigerio, finamente servido, con la mejor ambientación, servilletaje de postín y la concurrencia adecuada, si es con fondo musical, muchísimo mejor. Por eso, y por más, drena la nostalgia por la vieja Alianza francesa de Valledupar, en tiempos del enanista David Siegrist, rociado con la influencia vinícola de otro amigo estelar, Johari Gautier.
Destila romanticismo por la madre patria, defensor a ultranza de la gran cruzada conquistadora desplegada por los españoles, sin defender las realizaciones en estas tierras, salvo el buen funcionamiento de la marquetería Iberia, que el Ibérico Antonio Fernández nos legó a los vallenatos. En homenaje perenne a ellos, a falta de callos a la madrileña, robustece su homenaje ocasional con el mondongo prevaleciente en las mesas de la avenida Simón Bolívar, decidiéndose por el de Toño como el mejor.
Visitante habitual de la Fundación Casa Arte, atendido por la magistralidad de los artistas, José Luis Molina, José Aníbal Moya, Walter Arland, y los insultos a control remoto del pintor y escultor Abraham Carrillo. Sin envejecer, más de lo debido, nuestro amigo regresa, al final de cada jornada, a su campamento habitacional, embriagado por el recuerdo ingobernable de los huevos de iguana de antaño, frescos o secos, que ya no ven 'ni en televisión'.
Alberto Muñoz Peñaloza
Sobre el autor

Alberto Muñoz Peñaloza
Cosas del Valle
Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.
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