Cine

Pompeya: un paseo ligero por la historia

Alberto Campos

07/05/2014 - 12:10

 

Coja la película Gladiador, mézclela con una fuerte dosis de Titanic, Espartaco y Juego de Tronos, y ¿qué obtiene? La respuesta es algo muy parecido a Pompeya de Paul WS Anderson, una película que copia deliberadamente de otras películas más grandes

En realidad, no solo es una película mala, sino que además es históricamente desastrosa. O, mejor dicho, pretende ser precisa cuando en realidad ofrece muy poca información veraz sobre lo que ocurrió en el 79. Es una mezcla de diferentes películas – como GladiatorEspartaco–, pero sin el encanto.

Pompeya es el yacimiento arqueológico más importante del mundo, la mayor fuente de información sobre el mundo romano que existe. Sin embargo, la película refleja la fascinación que la ciudad destruida por el Vesubio despierta desde la publicación de la novela clásica del escritor victoriano Edward Bulwer-Lytton.

La película se inspira en uno de los muchos misterios que encierra Pompeya: en la barraca de los gladiadores, junto con los esclavos que se jugaban la vida en la arena, aparecieron los restos de una mujer enjoyada. ¿Se trataba de una rica patricia visitando a su amante gladiador como cuenta la tradición que hacían algunas mujeres romanas? o, como creen muchos más especialistas dado que aparecieron otros 18 cadáveres en el mismo lugar, ¿se trataba sencillamente de ciudadanos que trataban de huir de la explosión de Vesubio y se refugiaron donde pudieron? Lo curioso de Pompeya es que siempre funciona así: ofrece respuestas y, a la vez, preguntas.

Algunos detalles están muy cuidados –en un momento aparecen panes, exactamente iguales que los que se han conservado petrificados–, incluso el relato del enfrentamiento entre Pompeya y Roma se acerca bastante a la realidad –Pompeya no era una ciudad totalmente romanizada–. Sin embargo, ni la erupción se produjo como se cuenta en la película, ni el anfiteatro está en ese lugar ni, lo que es mucho más grave, nada parece real ni verosímil. Pero, aún así, demuestra la fascinación que la ciudad romana sigue despertando.

Pompeya ocupa un lugar único en nuestra conciencia histórica. Sobre Pompeya han escrito Pascal Quignard, Primo Levi y hasta Sigmund Freud. El superviviente de Auschwitz es autor de un bellísimo poema, La niña de Pompeya, a partir de la imagen más impresionante que ha producido la ciudad: los cuerpos rescatados desde el pasado en yeso, gracias al ingenio del arqueólogo Giuseppe Fiorelli, que tuvo la idea de utilizar como molde el hueco que habían dejado los cadáveres al descomponerse atrapados entre las cenizas (el primer cuerpo se extrajo el 3 de febrero de 1863).

Una de las ideas que parecen más verosímiles de la película es la relación imposible entre una dama romana y un formido gladiador, Kit Harington, que además tiene en su hoja de vida combatir contra zombis en Juego de tronos.

Aparte del burdel, las pintadas más famosas de Pompeya se encuentran en la barraca de los gladiadores. En una de ellas puede leerse: "Celadus, el tracio, hace suspirar a las chicas" ("Suspirium puellarum Celadus thraex"). Sin embargo, la historiadora Mary Beard en su extraordinario ensayo Pompeya. Historia y leyenda de una ciudad romana (Barcelona, Crítica, 2012) intuye que la realidad es engañosa: "Estos grafitis fueron encontrados en los viejos cuarteles de los gladiadores. No son la fantasía de muchachas. Están escritas por los propios gladiadores, son la fantasía de una pareja de jóvenes luchadores que se enfrentan a una corta vida y que quizás nunca han estado con una mujer o, desde luego, no por mucho tiempo".

En Pompeya, nada es lo que parece y, desde luego, no en esta película.

 

Alberto Campos


Sobre el autor

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Cinescrúpulos

Alberto Campos, Valledupar (1976). Sociólogo y Abogado de la Universidad Popular del Cesar. En Cinescrúpulos expone su faceta de crítico y amante del Cine, pero con total independencia. Su fin es alabar las buenas películas y señalar las malas producciones.

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