Cine
El séptimo hijo o cómo buscar alternativas en el cine de fantasía
El séptimo hijo nace de la literatura. Es la adaptación de la primera novela de una saga escrita por el británico Joseph Delaney que ha alcanzado ya los trece títulos.
Puede que se la subestime como una nueva franquicia juvenil dorada. Sobre todo, poco después de la salida de grandes producciones como El Hobbit. Sin embargo, tenemos aquí una película que no juega a ser avasalladora y que luce una inusual conciencia de las fuentes cinematográficas clásicas.
Esto no es la barroca animación basada en un videojuego sin alma, sino más bien el eco digital de ese cine de aventuras mágicas que, en su día, inmortalizaron los artesanales efectos especiales de Ray Harryhausen.
La reciente Jack el cazagigantes (2013) de Bryan Singer también alcanzaba un comparable toque de distinción al revelarse producto con una memoria cinéfila capaz de rebasar los límites de la revolución digital.
Es cierto que al lado de propuestas como la trilogía de El Hobbit, El séptimo hijo parece una humilde serie B, con colores y gráficos un poco deslucidos, a pesar de que no se haya reparado en gastos a la hora de convocar a un repertorio de talentos especialmente notable.
En su guión participa Steven Knight (Promesas del Este, Locke), el responsable de los efectos especiales es nada menos que John Dykstra (La guerra de las galaxias), el diseño de producción corre a cargo de Dante Ferretti, coronan el reparto Jeff Bridges y Julianne Moore y dirige el ruso Sergei Bodrov.
En una de las primeras secuencias de la película, el enfrentamiento entre el personaje encarnado por Jeff Bridges, un caballero desastrado en perpetuo combate con las fuerzas oscuras, y una niña poseída ya revela sentido del humor y afinidad por las claves genéricas del cine de terror. A medida que avanza la acción, al espectador le queda claro que está ante una película más lúdica que discursiva, puntuada por constantes momentos climáticos –la persecución del gigante, el enfrentamiento con el oso- que privilegian el sentido del espectáculo por encima de un vacuo afán de gravedad y trascendencia.
Quizá El séptimo hijo no sobreviva a esta primera entrega en unos tiempos en que ciertos modelos de película no pueden extraviarse de los parámetros, pero lo que quedará es un enérgico recital de buenas ideas que no se toman tan en serio a sí mismo.
Alberto Campos
Sobre el autor
Alberto Campos
Cinescrúpulos
Alberto Campos, Valledupar (1976). Sociólogo y Abogado de la Universidad Popular del Cesar. En Cinescrúpulos expone su faceta de crítico y amante del Cine, pero con total independencia. Su fin es alabar las buenas películas y señalar las malas producciones.
0 Comentarios
Le puede interesar
Parásitos: un plato de vergüenza, con ironías y un ciclo de repetición
Cuando el cine es para dejar de comer crispetas y olvidar la bebida, y se convierte en una dosis de pensamiento y de hostigamiento ...
Terror en Chernobyl: entre el documental y la película de suspense
Escrita por Oren Peli, director y guionista de "Actividad Paranormal", esta película presenta una premisa muy interesante, llevada al...
Nagisa Oshima: el cineasta pornógrafo
Existen cineastas cuya contribución más notable a la historia del cine es atribuible a un solitario “one hit wonder” y Nagisa Os...
De la serie mítica a la comedia ligera: los cambios de Guardianes de la bahía
Guardianes de la bahía fue uno de los grandes éxitos televisivos de los años 90. En esta serie mítica Pamela Anderson se most...
Érase una vez Bruce Lee
Imagine que Quentin Tarantino no es director de cine sino un narrador que escribirá un cuento en el que Bruce Lee es un arrogante ...