Cine
Madagascar 3: un diluvio de chistes en 3 dimensiones
Es difícil evitar el fenómeno Madagascar. Lleva casi dos semanas en las salas de cine y parece que esto va a durar mucho más. Por eso, este fin de semana sentí la repentina necesidad de entrar en la sala de cine, ponerme las gafas oscuras y averiguar si realmente vale la pena.
El resultado fue inesperadamente satisfactorio y eso que andaba predispuesto. La mayoría de las críticas dicen que esta película no alcanza el nivel de las anteriores y puede parecer un poco floja.
En mi caso, considero que Madagascar responde con eficacia a las expectativas del espectador. Desde el principio y durante los 90 minutos, la trama nos tiene totalmente enganchados.
Seré franco y mordaz, como siempre. La historia en sí no es nada original y mucho menos el progreso de la historia. Todo es muy previsible. Nuestros cuatro amigos –Alex el león, Marty la cebra, Melman la jirafa y Gloria la hipopótamo– deciden encontrar a los pingüinos para regresar a su zoológico de Nuevo York. Con ese fin viajan a Montecarlo (en el sur de Francia), donde encuentran a los pingüinos envueltos en un caso de estafa (que también implica a los chimpancés).
Nada nuevo. La problemática sigue siendo la misma con los sentimientos encontrados del protagonista principal (el león) que sigue mostrando su malestar y una división entre su naturaleza doméstica (el zoo) y sus orígenes salvajes (la selva).
Pero, digamos que lo que caracteriza Madagascar no es tanto la originalidad de su trama sino más bien la simpatía de sus personajes y el humor con el cual se enfrentan a las situaciones más absurdas. Y en este caso, Madagascar 3 rompe las marcas de las anteriores versiones.
Nada más llegar a Montecarlo, el ritmo frenético deja al público sin aliento. Debo destacar la persecución entre los cuatro animales y una guardia de animales francesa, una mujer malvada que recuerda a un robot imparable sacado de las mejores películas de ciencia ficción.
Con más de 5 minutos de acción trepidante, la persecución me recordó algunos de los momentos más inolvidables del cine: como esa carrera delirante en Terminator 2 entre Shwarzeneger y el T1000. ¡Qué maravilla!
Y todo eso, subrayémoslo: con un uso muy oportuno de las 3 dimensiones. Para ser sincero, es la primera vez este año que disfruto de los efectos visuales, de las caídas, de los cambios de perspectiva, de la velocidad de las carreras.
No me gusta exagerar y los que me leen con frecuencia sabrán que soy muy crítico, pero el equipo de Dreamworks (detrás de todas estas proezas) merece una nota alta. Han sabido responder dichosamente a las expectativas del público que busca diversión y grandes sensaciones.
Les aconsejo que vayan a ver esta película en familia, con la novia, la esposa o los amigos, y que pasen un buen rato. Estas películas se disfrutan en grupo y con muchas crispetas.
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