Cine

Salvajes o las guerras despiadadas del narcotráfico

Alfonso Moreno

10/10/2012 - 11:40

 

Oliver Stone tiene ese don de meterse en los asuntos más candentes de la actualidad y exponerlos en formatos que sorprenden. Tras causar polémica con sus documentales centrados en figuras políticas llenas de misterio, como Fidel Castro o Hugo Chávez, el director nos entretiene con largometrajes de ficción inspirados en el World Trade Center y otros asuntos de mayor importancia.

Su última película Salvajes –que se estrenó hace poco más de una semana en las pantallas colombianas– es un perfecto ejemplo de ello. En ella recrea el horror propiciado por los carteles de Méjico y su afán por imponerse en el mercado continental, ampliando sus redes de distribución y controlando los precios de productores independientes.

En este caso, la historia arranca en Estados Unidos, lugar donde un par de amigos deciden lanzarse en un negocio tan atractivo como el de Facebook o Google, pero algo más arriesgado. El cultivo de marijuana –en la nación de mayor consumo del mundo– puede ser algo muy lucrativo, y más si se trabaja de manera disciplinada y coordinada.

Mientras el uno se dedica a desarrollar mercado y encontrar las semillas más ricas del planeta –con una inocencia que roza a veces el escándalo–, el otro se dedica a cobrar con los métodos aprendidos en sus mejores horas de militar en los conflictos de Afganistán e Irak.

Los dos socios se entienden de maravilla, tan bien que incluso comparten una hermosa y cándida joven de cabello dorado: una Venus de los tiempos modernos que encuentra en cada uno de ellos una personalidad embriagante y, bien evidentemente, una fuente de placer inagotable.

El negocio conoce un periodo de expansión admirable reflejado en la cuantía de los dividendos y el tren de vida asombroso que el “trío” lleva en la California cálida y acogedora.

Las oportunidades  florecen de manera ordenada, como si de una empresa tradicional se tratara, gracias a sus ingenieros, distribuidores y relaciones públicas, hasta que, finalmente, la llegada de los carteles mejicanos ensombrece el horizonte.

De repente, las negociaciones se enturbian. La banda mejicana liderada por Salma Hayek irrumpe en el territorio californiano con claros fines de control y opresión. Uno de sus representantes más sangrientos, encarnado por el actor Benicio del Toro, se presenta ante los dos jóvenes californianos para presentarles un trato escalofriante donde pasarían a perder todo el control sobre su producción.

A partir de entonces, empieza una trama espectacular donde grandes artistas como John Travolta nos hacen revivir momentos inolvidables de los años 90 y de ese cine de acción moteado de duros acentos de suspense (como Pulp Fiction).

En la narración brillan los momentos de crueldad y de chantaje psicológico que imponen las bandas criminales, así como los colores de un oeste americano extravagante y los destellos de la película más sórdida de Oliver Stone (U Turn).

El encadenamiento de las distintas fases del relato –crecimiento, estancamiento y derrumbamiento– se realiza de un modo tan natural que el espectador acaba cayendo inevitablemente en las zarpas del relato.

En resumidas cuentas, la historia narrada por Oliver Stone constituye una obra refrescante  y seductora que, aunque solo deba considerarse como una película de acción y suspense, nos ofrece algunas pistas sobre lo que está sucediendo en la frontera de Estados Unidos con Méjico.

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