Cine
Ben-Hur: una película que cambió el cine para siempre
Con un presupuesto récord y 11 Óscars, la versión de Charlton Heston de 1959 de Ben-Hur es la que ha pasado al recuerdo. Pero no fue la primera vez que el best-seller de 1880 de Lew Wallace se adaptaba a la gran pantalla. La primera, una producción de 15 minutos de 1907 tuvo poco impacto, pero la demanda judicial que recibió cambió la industria para siempre: estableció que no podías convertir un libro en una película sin permiso.
El cine en 1907 era como Internet en 1997: un desierto salvaje, una «ciudad sin ley». El séptimo arte era tan novedoso que la palabra «película» aún no existía (el primer uso conocido fue en 1911).
Entonces, cuando un estudio de cine emergente llamado Kalem Company se propuso filmar ciertas escenas de Ben-Hur, no se molestaron en obtener el permiso de nadie. Nadie lo hacía en esos días. Pero Ben-Hur atraía especial atención. Sin contar la Biblia, el libro era el mayor éxito de ventas de todos los tiempos en Estados Unidos, y había sido traducido a 20 idiomas. Una versión teatral autorizada se inauguró en Broadway en 1899 y duraría más de 20 años, vista por unos 20 millones de personas. La película fue vista como una competencia directa.
La Compañía Kalem, que no había pedido permiso a nadie, fue demandada por todos: la editorial Harper & Brothers, propietaria de los derechos de autor de Ben-Hur; Marc Klaw y Abraham Erlanger, productores teatrales que poseían los derechos de la versión teatral; además, por si acaso, el hijo de Lew Wallace también se unió a la demanda.
La ley prohibía la «impresión, reimpresión, copia, realización pública o representación» no autorizadas de una obra protegida por derechos de autor. En la corte, los abogados de Kalem argumentaron que, dado que la película era solo una serie de fotografías sin diálogo, no contaba como «representación» de Ben-Hur. Los abogados de los demandantes alegaron que seguramente algo titulado Ben-Hur y con actores que hacían escenas famosas de Ben-Hur, constituía «representar» a Ben-Hur.
El juez estuvo de acuerdo. El titular del New York Times del 6 de mayo de 1908 decía: “Debe pagar regalías por imágenes en movimiento”. Kalem apeló hasta la Corte Suprema, que en 1911 confirmó el veredicto anterior y terminó el debate de una vez por todas.
The Kalem Company llegó a un acuerdo de 25.000 dólares, una gran suma, pero no lo suficiente como para hundir a la compañía, que continuó haciendo negocios hasta que fue vendida a Vitagraph Studios en 1917. Más importante aún, un precedente se había establecido.
Tras aquello, los estudios en proceso de adaptar obras de teatro y libros se pusieron manos a la obra para obtener los permisos que ahora sí necesitaban, y todas las producciones futuras tendrían que hacer lo mismo. Se han hecho cinco versiones de Ben-Hur, que te pueden parecer excesivas. Imagina cuántas habría si los cineastas no necesitaran permiso para hacerlas.
Jhon Ventura
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