Cine
Perder es cuestión de método: cuando el cine se renueva para hablar de corrupción
Con “Perder es cuestión de método”, Sergio Cabrera se hunde en los intríngulis de la corrupción en Colombia, utilizando lo que en Francia suele llamarse el “cinéma noir”, el cual, comenzó como género, en 1941 con el “Halcón maltés” de John Huston.
Como todo lo de éste género, no puede concebirse fuera de la ciudad, era de esperarse del film de Cabrera, un inmenso fresco de Bogotá, que comienza con un plano general a gran escala de la urbe y sus edificios al amanecer, con filtro para el azul de la atmosfera, tornándola grisáceo-azulada, mientras la cámara va bajando en movimiento de grúa acompasado, y es cuando aparece la imagen tétrica y totalizadora de la historia: en profundidad de campo, una hilera de policías avanza de frente por un camino de matorrales, mientras, en primer plano (la cámara casi tropieza con el cuerpo del delito), vemos el resultado de un horrendo crimen: el cuerpo empalado de un hombre a la orilla de un lago, como Cristo en cruz, pero con la diferencia del mártir de la Biblia, que los dos maderos, vertical y horizontal de la crucifixión, atraviesan por dentro al cuerpo del desgraciado.
Una imagen que reúne todos los elementos para el desarrollo de la trama y el suspenso, y como cine negro que se respete, un detective debe de tener (en Soplo de vida de Luis Ospina, Fernando Solórzano, figura a la manera caricaturesca de un Dick Tracy), entonces aparece en la representación de un periodista, Víctor Silampa (Jiménez Cacho, acostumbrado a hacer esta clase de personajes), que es el símbolo del desgaste y la impotencia común en Colombia del hombre vencido (nada que ver con esas imágenes incólumes de los detectives a las que nos tiene acostumbrado Hollywood) y, por supuesto, no puede faltar la femme fatal, y es la que acompaña a Adam impotente: llamada Quica, juvenil y fileña, Lolita precoz de los teatros posmodernos, de lenguaje feroz como su sexo, matizado con el seseo del habla del eje cafetero, que no comprende los contextos, pero que está ahí como solaz compañía en medio de realidades ásperas. Pero ¿y el asistente del detective? Sherlock Holmes, tenía a mi querido Watson. Aquí será Estupiñan, una especie de Sancho Panza urbano, lleno de valores y rubor por la realidad que observa o descubre.
Entonces es cuando inician la investigación de los móviles de la muerte del hombre empalado, con el apoyo fugaz de un coronel de la Policía. En medio de la tarea de unir los cabos de esa realidad, que, inicialmente, no comprenden, se levanta el telón para que entre en escena una abominable corruptela de políticos, funcionarios de notaría, abogados, ingenieros, capos menores de la triquiñuela y altas esferas del poder en el ejercicio del discreto encanto de la burguesía, que desdeña al otro para mantener privilegios.
Esta película de Sergio Cabrera, supera en factura técnica, puesta en escena, dirección de arte y estructura narrativa, todos sus trabajos anteriores: Técnicas de duelo (1988), La estrategia del caracol (1992), Águilas no cazan moscas (1994), Ilona llega con la lluvia (1995) y Golpe de estadio (1998); fuera de estar a tono con la narrativa del cine contemporáneo, Sergio Cabrera, se une, no de manera consciente, a la proliferación del cine negro en la actual cinematografía colombiana: Soplo de vida (1999) de Luis Ospina, El rey (2004) de Antonio Dorado y Sumas y restas (2004) de Víctor Gaviria, que estaban en mora de escudriñar este género, tal vez, porque nuestra Historia y la realidad inmediata son ricas en hechos para ser explorados a partir de las características de este renglón dramático del cine y como estética de una temática escatológica, y que, con los ejemplos citados, incluyendo la reciente película de Cabrera, han demostrado una peculiar forma de caricaturizarlo, con guiños e intertextualidad en la expresión estética, que es, además, la estética de la realidad negra que proporciona nuestra Historia.
Abzalón Torres Echeverría
Universidad del Norte, Barranquilla
Acerca de esta publicación: el artículo “ Perder es cuestión de método: cuando el cine se renueva para hablar de corrupción ” de Abzalón Torres Echeverría, corresponde a un capítulo del ensayo académico publicado anteriormente bajo el título: “ "Perder es cuestión de método" de Sergio Cabrera: corrupción en medio de voces inocentes ” por el mismo autor.
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