Educación

De evaluación hasta uniformes

Diógenes Armando Pino Ávila

06/12/2019 - 02:45

 

De evaluación hasta uniformes

En las postrimerías del año escolar, los directivos docentes comienzan a acosar a sus docentes para que entreguen las notas del cuarto periodo. Aquí en este punto sale a relucir la eterna discusión del sistema de evaluación y promoción escolar que aplica cada institución dentro de su autonomía regulada por las leyes, resoluciones y directivas ministeriales y de las secretarias de educación, muchas veces el sistema de evaluación y promoción aplicado en las instituciones educativas contraviene lo emanado por los entes superiores que regulan la educación colombiana. Hay instituciones en que el docente no se encuentra cómodo con lo estipulado y discute en reuniones de docentes la necesidad de ser más severos en la promoción ya que no puede dejar reprobando a los estudiantes que, según su criterio, deben perder el área donde él dicta su asignatura. Otros se incomodan porque el docente que dicta la otra signatura dentro del área, según él, califica con notas muy altas y los alumnos a los que desea dejar repitiendo pasan con la nota de ese profesor.

Esto da para discusiones, muchas veces acaloradas entre docentes que toman la nota como recurso dictatorial sentenciando el futuro de los estudiantes sin contemplaciones y sin segundas oportunidades, contrapuesto con los docentes que creen que la educación es un proceso y saben, al igual a Paulo Freire, que la repetición de contenidos no es una práctica sana en el proceso de enseñanza y aprendizaje, y opta por enseñar a pensar, analizar, discutir, comunicar lo que se piensa y sobre todo por apropiarse del conocimiento, sabiendo para qué sirve, cómo se hace, para qué se hace y sobre todo haciéndolo. Aquí inicia la discusión donde el padre de familia culpa al maestro por el bajo rendimiento del estudiante y el docente se defiende culpando al padre de familia por no meter en cintura a su hijo y de paso culpa al estudiante por no ser responsable en sus obligaciones escolares. Y en este cruce de reclamos el estudiante queda a sus anchas y hace su juego acusando al maestro con el padre de familia y culpando a sus padres por no proveerlo de los útiles y el dinero necesario para cumplir su deber.

Por esta época también, se generan discusiones y descontento por el cambio y la imposición de uniformes escolares. Los directivos docentes y las juntas directivas de las instituciones educativas, acuerdan el cambio de los uniformes, que si bien se hace con gradualidad no consultan las bases escolares, que en última instancia son los que lo van a portar. Tanto padres de familias, como docentes y profesores, no se detienen a pensar que la imposición del uniforme es una fuente generadora de malestar e indisciplina en los colegios y que en algunos, el uniforme se convierte en herramienta de persecución contra el estudiante, ya que nunca falta el docente de disciplina que molesta porque esos no son los cordones, ese no es el cinturón, esos no son los zapatos, esa no es la falda, en fin se busca cualquier pretexto para hostigar al alumno en el entendido que el uniforme forma.

Sería raro encontrar un colegio de corte democrático que consulte con los estudiantes, estilo, color, moda y textura de sus uniformes y que luego propicie el consenso para ajustar el uniforme oficial. No lo hacen, se les olvida que hay una enorme brecha generacional entre profesores, directivos, padres de familia y que las modas, colores, texturas de los uniformes datan de hace 30 o 40 años y que la juventud maneja otro chip, otros conceptos de la moda acorde a sus edades y a los tiempos en que se vive. Al final de esta imposición ocurre que el estudiante odia su uniforme y siente un rechazo por él, considerando que el ponérselo es un suplicio. Que la niña, la adolescente, la joven le gusta mostrar su feminidad y que esos uniformes le hacen ver como modelos de almanaque de hace cincuenta años.

Me pregunto: ¿Cómo enseñamos? ¿Para qué enseñamos? ¿A quiénes enseñamos? ¿Para quienes enseñamos? Es necesario actualizar los conceptos que tenemos del estudiante, ajustarlo a la época actual, y sobre todo, abandonar el pensamiento dictatorial de creer que el padre de familia, el directivo docente y el educador, deben regir con férrea mano los destinos del educando, como si ellos fueran unos tarados incapaces de pensar, contribuyendo a formar ciudadanos dóciles, sin pensamiento autónomo, sometidos a los que detentan cualquier forma de poder.

Por eso estamos como estamos.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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