Educación
Leer en el colegio
El acto de leer ha inquietado a tantos hombres y mujeres de pensamiento lúcido que han dado páginas brillantes sobre el tema. Paulo Freire sostenía que el acto de leer está precedido por el mundo, es decir leemos el mundo antes de leer el texto y que la lectura del texto debe dar continuidad a esa lectura del mundo que lo precedió. Texto preclaro el de Freire que nos indica que el acto de leer no inicia ni termina en la decodificación del texto, al contrario, la decodificación del texto es apenas el punto intermedio entre los conocimientos previos que se tienen del mundo que nos rodea antes de leer el cual quedará, a los ojos del lector, reinterpretado con la lectura.
Contrario a la interpretación de Freire, se viene pretendiendo en los centros educativos una lectura impuesta, una lectura obligatoria, desconociendo que el acto de leer es voluntario, y que por ello el estudiante, en algunos casos, cuando no quiere leer abre el libro y no lee, no lo hace porque no le gusta, porque no le da la gana, porque no hemos sabido entusiasmarlo con la lectura, porque nunca nos ve leyendo a sus maestros. No queremos entender que una de las maneras de entusiasmar a los estudiantes por la lectura es a través del contagio, de la lectura que ellos vean en uno.
Otro punto, a mi modo de ver, es el tipo de obras que se le exige leer a los jóvenes, obras que, si bien tienen una belleza literaria, están lejanas al contexto que vive el estudiante en la actualidad, son obras que, por sus personajes, por sus escenarios, por la época en que ocurrieron sus historias no llaman la atención del alumno actual, no suscitan un interés, no despiertan un entusiasmo ni avivan su imaginación. Son historias que no se acercan de ninguna manera al mundo digital que vivimos en el momento, no tienen el ritmo presuroso de la Internet.
Los estudiantes de esta era son presurosos, con atención dispersa, les gusta la lectura exprés, la lectura corta, la lectura que diga en pocas líneas lo que se quiera decir. Para agravar el problema, nosotros los profesores les exigimos un análisis literario y no los incentivamos a leer por placer; entonces el estudiante siente, percibe que la lectura es un trabajo, es una tarea que debe cumplir para obtener una nota y se aburre cumpliendo dicho trabajo, no lo siente como un placer. Peor aún, les exigimos que dicho análisis sea digitado al computador guardando las normas Incotec o la que está de moda, Normas APA.
El muchacho busca una salida cómoda a su problema, consulta en el buscador de Google el título de la obra y después escoge uno de esos resúmenes que hay en diferentes páginas Web, la imprime y presenta al profesor; el educador centra su atención en el cumplimiento de las normas APA o incontec y se distrae mirando citas, midiendo márgenes, nomenclaturas, pies de página y no tiene el tiempo para leer los resúmenes que sus 40 estudiantes le presentaron.
Considero, con mucha humildad, que debemos leer, y bastante nosotros los educadores, y que en la mano o en la mochila con que vamos al colegio, debe encontrarse un texto, una novela, un libro de cuentos, un poemario y por qué no un periódico, una revista que llame la atención del estudiante, y que, antes de comenzar la clase, la iniciemos con la lectura de un párrafo interesante del libro que tengamos en la manos, y que pida opinión sobre el texto leído, opiniones de sus estudiantes, salidas de las potencialidades del mismo, no exigir frases y opiniones sesudas que sus alumnos, a lo mejor, no podrán dar.
Que el estudiante lea de acuerdo a sus inquietudes personales y a sus propias inclinaciones y preferencias, novelas, cuentos, poemas, canciones, futbol, ciclismo, modas, en fin, lo que quiera leer, no hay que olvidar que la clase es de lectura. Cuando ya estos estudiantes creen el hábito de la lectura, será más fácil conducirlos, con paciencia y tacto hacia otras lecturas más especializadas, no obstante, estos ejercicios de lectura recreativa con que los iniciemos, deberá ir acompañado de ejercicios de escritura creativa que al igual que la lectura se ajustará a una gradualidad cada vez más compleja, buscando la formación del hábito lector.
Como maestro también nos toca indagar sobre qué tipo de estudiantes tenemos, cuál es su contexto familiar y social, todos sabemos que, en su inmensa mayoría, en los hogares de nuestros estudiantes no hay ni siquiera un libro. Indagar en qué tipo de lector es, o va a ser, para ello sería bueno tener en cuenta lo que Julio Ramón Ribeyro expresó en su artículo “El amor a los libros”, donde diferenciaba dos tipos de lectores: el que amaba la lectura y el que amaba los libros, el que remató con la siguiente frase: Hay libros que terminan su vida solitarios, que jamás encuentran un lector. Hay lectores que jamás encuentran su libro.
Diógenes Armando Pino Ávila
@Tagoto
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
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