Educación
El profesor Pedro Jaime Morales, el cachaco
Es cierto que llega a Valledupar mucha gente importante que impulsa su desarrollo. Si hablamos de la educación de sus jóvenes, sería un error no nombrar al profesor Pedro Jaimes. Éste es uno de los hombres más importante de los que vino, se casó y se estableció en esta ciudad. Hablar del cachaco, como le decíamos sus alumnos, es un honor para mí y sé que muchos de los que fueron sus alumnos estarán contentos de recordarlo, su carácter férreo sirvió para educar y disciplinar a jóvenes rebeldes y maleducados, que abundaban en esa época.
Llegó como profesor del colegio Loperena dónde conoció a otro personaje de quien nos ocuparemos en otro escrito, hago referencias al profesor Francisco Molina Sánchez.
Estos deciden asociarse y crean el colegio Sagrado Corazón de Jesús, para varones. Por este colegio pasó gran parte de la juventud, no sólo de Valledupar sino también de los pueblos circunvecinos.
Definitivamente, el cachaco se ganó el respeto de sus alumnos y profesores que dirigía como vicerrector del Colegio. Sus clases de geografía, historia y canto, eran una cátedra de aprendizaje. Adoraba a su natal Cúcuta, de modo que los primeros 15 minutos de sus clases hablaba de su gente y sus personajes, y del terremoto de Cúcuta con una célebre frase: “un anciano ciego lo predijo minutos antes, recordando a otro fenómeno similar, y dijo me huele a Lobatera”.
Descendía de una familia de músicos. Su pasión por la música era inocultable, en las clases de canto se ponía al frente de sus alumnos y hacía movimientos con sus brazos como si estuviera dirigiendo a una gran orquesta, recuerdo que nos enseñó canciones que nunca he olvidado: las brisas de pamplonita, El pájaro chagüi, los guaduales, estoy contento, Cartagena y otras. Solía llamar bobito y soquete al que no llevaba el ritmo de la canción o al que molestará en clase.
Puedo decirlo con mucho orgullo y agradecimiento, que con el cachaco Jaime aprendí muchas cosas que nunca las he podido olvidar.
También aprendimos el concepto de la amistad y el valor de los símbolos patrios. No tenía distinción, ni preferencias con ningún estudiante, para él todos eran sus alumnos. Con él nos aprendimos la Marsellesa en perfecto francés.
Este hombre, terror de los muchachos traviesos, tenía su lado débil; no soportaba el olor de la cañadonga lo que percibieron algunos muchachos traviesos que adrede llegaban comiendo esta fruta.
En una ocasión le metieron varias cañadongas en el escritorio y esto fue motivo para reunir a todo el colegio y obligar al culpable a confesar, pero nada fue posible. Nadie vio ni nadie habló.
Paz en su tumba maestro. Nos dejó un gran legado: la educación.
Arnoldo Mestre Arzuaga
Sobre el autor
Arnoldo Mestre Arzuaga
La narrativa de Nondo
Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.
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