Educación

Los grandes colegios de Colombia

Eddie José Dániels García

02/12/2020 - 04:55

 

Los grandes colegios de Colombia
Interior del Liceo Nacional de Zipaquirá / Foto: archivo Caracol.com.co

 

Muy lejos quedaron los años en que muchísimos colombianos hablaban con propiedad de los grandes colegios de Colombia. Aquellos prestigiosos planteles que eran renombrados y sus famas se extendían por todo el territorio nacional, y los estudiantes, que tenían el privilegio de educarse en sus aulas y vivir en sus internados, manifestaban abiertamente la satisfacción y exhibían el orgullo de pertenecer a estas instituciones. En sus lugares de origen, los familiares, los amigos y la misma población, mencionaban estos colegios con mucho respeto, haciendo énfasis en la pronunciación para que la gente captara la importancia de sus nombres. La mayoría de estos planteles habían sido fundados, algunos, en el trascurso del siglo XIX y otros en el desarrollo del siglo XX, y todos eran orientados directamente desde el Ministerio Educación Nacional. Por esta razón, sus nombres se identificaban con el adjetivo nacional, sobre todo, para diferenciarlos de las instituciones que pertenecían a las categorías departamental, municipal o distrital.

En realidad, es inmensa la lista de los planteles nacionales que jugaron un papel importante en la educación colombiana del siglo pasado. Y fue, precisamente, por el prestigio de estos colegios que varias universidades crearon las facultades de Ciencias de la Educación para graduar los primeros licenciados, que comenzaron a distribuirse por Colombia en la década del cincuenta. La Universidad de Tunja, creada a finales de 1953 con el nombre de Universidad Pedagógica de Colombia, UPC, fue la pionera en brindarle al país el primer mosaico de “Licenciados en Ciencias de la Educación” en 1957. Tras cuatro años de estudios, se entregaban los títulos de licenciados en Matemáticas y Física, Biología y Química, Ciencias Sociales y Económicas, Idiomas Modernos y Psicopedagogía. Con este récord de licenciaturas, la UPC mantuvo su fidelidad inaugural hasta comienzos de los años sesenta, cuando, deseosa de ampliar su horizonte en las carreras tecnológicas, fundó la Facultad de Ingeniería, y cambió su monograma inicial por el de UPTC.

Anterior al título de Licenciado en Ciencias de la Educación, con su respectiva especialización, otorgado por la UPC, más tarde UPTC, existió en Bogotá la Escuela Normal Superior, ENS, fundada en 1936 por Alfonso López Pumarejo, institución encargada de preparar a los profesores para ejercer la docencia en la educación primaria y secundaria. Inicialmente, la ENS, estuvo bajo la tutela de la Universidad Nacional de Colombia y un poco más tarde, a comienzos de los años cuarenta, adquirió su categoría independiente, bajo la dirección del escritor y pedagogo valduparense José Francisco Socarrás, quien estuvo en la rectoría de la institución entre 1937 y 1945. En ese periodo, fueron docentes de esta institución los reconocidos profesores extranjeros Paul Rivet, Rudolf Hommes, Gergard Manzur, José de Recasens y Ernesto Gulh. Los bachilleres que deseaban ejercer el magisterio, ingresaban a la ENS y tras dos años de estudio obtenían el grado de Bachiller Normalista, títulos que comenzaron a otorgarse a partir de 1938.

La ENS graduó los últimos bachilleres normalistas en 1951. En septiembre de ese año, el doctor Laureano Gómez, presidente de la república, mediante el decreto 1955, dispuso que la Escuela Normal Superior, se dividiera en dos ramas: La escuela Normal Universitaria Femenina que quedó en Bogotá y la Escuela Normal Universitaria Masculina que se trasladó a Tunja.  El 10 de octubre de 1953, el presidente Gustavo Rojas Pinilla, expidió el decreto 2655 mediante el cual se transformaba la ENUM en la Universidad Pedagógica de Colombia, y los egresados recibirían el título de Licenciado en Ciencias de la Educación. Dos años más tarde, se expidió el decreto presidencial, que transformaba la ENUF de Bogotá en Universidad Pedagógica Nacional. Lo que significa que las dos instituciones son hermanas, puesto que tienen su origen en la Escuela Normal Superior. En mi tránsito por la UPTC, entre 1972 y 1976, pude apreciar que muchos libros de la biblioteca estaban marcados con el sello Escuela Normal Superior, ENS.    

Como vemos, a partir de 1958, las distintas promociones de licenciados, con estudios completos de cuatro años y honrados con el anillo de la UPC, comenzaron a ejercer la docencia en los prestigiosos colegios nacionales, sobre todo, los que estaban ubicados en las ciudades y poblaciones más grandes del país. En aquel entonces, era prioridad del Ministerio de Educación velar por el buen funcionamiento de estas instituciones y asignarles docentes idóneos y capacitados que mantuvieran en alto el nivel académico, el cual era valorado en todos los rincones de Colombia. Fueron los tiempos en que el mismo Presidente de la Republica, el Ministro de Educación o cualquier otro alto funcionario del Gobierno, eran los encargados de seleccionar en persona, ya los rectores, ya los profesores, que laborarían en los diferentes colegios. Y muchas veces, el propio Ministro de Educación intervenía en persona para solucionar cualquier inconveniente, disciplinario o de otra índole, que se presentará en los colegios.

Me sirve como anécdota de esta crónica, un caso ocurrido en el Liceo Nacional de Zipaquirá en noviembre de 1946, año en que se graduó García Márquez en esa institución: la víspera del último examen para la graduación, Gabito y un amigo pidieron permiso para ir a estudiar donde José Palencia, un condiscípulo sucreño, que residía en el Hotel Caribe situado en la plaza mayor de Zipaquirá. Palencia y Gabo alternaron el estudio con una botellita de ron y sin darse cuenta se les cumplió el tiempo del permiso. Cuando llegaron al internado, el portero quiso colaborar con ellos dejándolos entrar, pero el prefecto de disciplina, profesor Gonzalo Ocampo, se dio cuenta y les llamó la atención. Gabo le respondió con voz fuerte. Al día siguiente, tras conocer el hecho, la junta de profesores acordó impedirles la presentación del examen. El rector Oscar Espitia, que en el fondo admiraba a Gabito, le comunicó el caso al Ministro de Educación, y éste autorizó que los sancionados fueran a Bogotá para presentar el examen en el despacho ministerial.  

Al comienzo, las instituciones que nacieron en el siglo XIX se identificaron con el título de Colegio, preferencialmente. Las que se fundaron en el siglo XX, sobre todo, en tiempos de la República Liberal, 1930–1946, más concretamente en el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo, 1934-1938, utilizaron los nombres de colegio, instituto o liceo, acompañado del personaje epónimo que prodigaba su nombre. Podemos afirmar, que ese periodo fue una época dorada para la educación colombiana, sobre todo, porque el Ministerio de Educación estuvo representado por grandes intelectuales, como Luis López de Mesa, Germán Arciniegas, Alberto Lleras Camargo, Carlos Lozano y Lozano, Alfonso Araújo Gaviria, Jorge Eliecer Gaitán y Antonio Rocha Alvira, figuras de mucho prestigio en la política colombiana. Todo lo contrario a lo que viene sucediendo en los últimos gobiernos: en el Ministerio de Educación son designadas unas personas que no tienen la mínima idea de lo que significa la educación colombiana.   

En el Interior, por ejemplo, estaban bien posicionados, desde el siglo XIX: el Colegio Provincial San José de Pamplona, creado en 1815, el Colegio de Boyacá en Tunja y el Colegio San Simón de Ibagué, fundados en 1822, el Colegio Santa Librada de Cali, creado en 1823, el Colegio San José de Guanentá de San Gil, fundado en 1824, el Colegio Universitario del Socorro, creado en 1826 y el Colegio Santa Librada de Neiva, fundado en 1845. En el siglo XX  florecieron: el Colegio Universitario de Vélez, fundado en 1903, el Colegio Nacional José Eusebio Caro de Ocaña, creado 1919, el Colegio Nacional Isidro Parra del Líbano, fundado en 1931, el Liceo Nacional de Zipaquirá, creado en 1936, el Colegio Nacional Nicolás Esguerra de Bogotá, fundado en 1938, el Colegio Nacional General Santander de Honda, creado en 1940, el Instituto Nacional Manuel Murillo Toro de Chaparral, fundado en 1943, el Colegio Nacional Laureano Gómez de San Agustín, creado en 1950, y el Colegio Nacional Marco Fidel Suárez de Medellín, fundado en 1953. 

La costa Atlántica, por su parte, también fue cuna de un ramillete de instituciones renombradas, que proclamaban su prestigio a nivel nacional y mantenían una categoría privilegiada en la educación vernácula. Entre éstas, sobresalían: el Colegio Nacional Pinillos de Mompós, creado en 1809, el Liceo Celedón de Santa Marta, fundado en 1906, El Instituto Nacional San Juan del Córdoba de Ciénaga, creado en 1933, el Instituto Nacional Simón Araújo de Sincelejo, fundado en 1939, el Colegio Loperena de Valledupar, creado en 1940, el Liceo Nacional Almirante padilla de Riohacha y el Colegio Nacional Gabriel Escobar Ballestas de Plato, fundados en 1943, el Colegio Nacional José Eusebio Caro de Barranquilla, creado en 1952,  el Colegio Nacional José María Córdoba de Montería, fundado en 1953, y muchos planteles más, que gozaban de una altísima reputación y enaltecían su prestigio sacando los “Mejores Bachilleres Coltejer”, concurso que existió en Colombia en los años sesenta y setenta.

Sin embargo, aparte de la enseñanza pulcra que se recibía en estos colegios, otra ventaja visible que favorecía el estudio era el servicio de internado que se ofrecía a los alumnos que llegaban de otras regiones. Para obtener o ganar este servicio, operaba el sistema de becas, el cual era controlado rigurosamente por el Ministerio de Educación. Todos los años, en el mes de enero, se realizaba en Bogotá el examen nacional de becas, y los aspirantes que lo aprobaban eran repartidos, sin palancas, en las diferentes instituciones del país, sin tener en cuente el lugar de origen. Cada uno debía desplazarse a donde le comunicaran a través de un telegrama. La vida en los internados era rigurosa: horario para acostarse y levantarse, para bañarse y arreglarse todas las mañanas, para llegar al refectorio a tomar los alimentos, para estudiar por las tardes y por las noches, para salir a pasear y otras necesidades. Además, todas las noches, antes de acostarse, se realizaban lecturas en voz alta, de temas variados, para enriquecer los conocimientos culturales y literarios.

El servicio de internado perduró en los Colegios Nacionales hasta comienzos de los años sesenta y se extinguió totalmente en el gobierno de Guillermo León Valencia (1962-1966), el presidente payanés que se hizo célebre por ser cazador de patos y por no tener méritos para llegar al Palacio de San Carlos, en ese tiempo, sede de la Presidencia. El Gobierno de Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) cambió, entonces, el servicio de internado por una limosna mensual a cada becario: primero de 80, después de 100 y finalmente de 120 pesos. El prestigio de los Colegios Nacionales siguió su curso, pero fue notoria la desmejora de la educación causada por la desaparición de los internados. En todos los planteles la vida escolar cambió totalmente, sobre todo, porque se perdieron la mística, la consagración, el interés y la fraternidad en los estudiantes. El tiempo demostró que la dedicación y el comportamiento de los educandos externos jamás serían iguales a los vividos en los internados. Hoy, quienes tuvimos la oportunidad de educarnos en esa época, evocamos esos hermosos tiempos para iluminar nuestra memoria.

 

Eddie José Daniels García

Sobre el autor

Eddie José Dániels García

Eddie José Dániels García

Reflejos cotidianos

Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.

1 Comentarios


Alfonso Escarraga 26-03-2021 02:32 PM

Excelente artículo Jose Eddie, que tiempos aquellos, en donde los colegios nacionales eran auténticos centros de educación, tuve la gran suerte de estudiar en el Liceo Celedon y trabajar en el colegio nacional Pinillos, Colegio General Santander (Honda) y por relación del CASD en el Colegio San Simón. Felicitaciones

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