Historia

Heredia, Magdalena: fundación y poblamiento

Álvaro Rojano Osorio

22/07/2024 - 05:15

 

Heredia, Magdalena: fundación y poblamiento

 

En memoria de Julio Acuña.

En 1752, el maestre de campo, José Fernando De Mier y Guerra, inició la fundación de San Luis Beltrán de Sapayán en el lugar conocido como el peñón de Heredia. Entre las razones que dio para justificar su existencia estuvo que la distancia entre este lugar y Barranca Nueva del Rey era tan corta que se medía con el ancho del río, con lo que se acabarían los perjuicios que recibían los comerciantes cuando el Magdalena se desbordaba o en temporadas de lluvia, tiempo en el que los caminos resultaban intransitables. Sin embargo, el interés de De Mier, y así lo reconoció, era el de mantener mano de obra cercana a sus potreros, donde apastaba mulos y tenían cultivos de hierba.

Entre esos predios estaba Santa Martica, propiedad que no se ha podido establecer con precisión en qué momento lo adquirió. En 1741, el cabildo de Valledupar hablaba de los recién descubiertos potreros de Santa Martica y, en ese mismo año, Mier indicaba que tenía 400 reses en ese predio, lo que parecía indicar que ya para entonces era su propietario (Sourdís, 1995). Además, era dueño de otros bienes como el que, después, transfirió a título de venta al sargento mayor Antonio Mediema y a su señora Leonor García, así como de San Luis Beltrán y Sapayán, donde tenía sembrados de saca.

Origen del nombre Heredia

La historia del nombre Heredia se remonta a 1671, cuando Pedro José de Heredia Salazar, maestre de campo, encomendero y alcalde de Tenerife, constituyó una capellanía en honor a san Luis Beltrán sobre un predio de su propiedad, en cuantía de $400.oo. Eso fue después de la canonización del santo y producto de la amistad surgida en Tenerife entre el entonces cura misionero Beltrán, el bisabuelo de Heredia, Juan Gil de Salazar, y su abuela, Ángela de Ahibar. Heredia Salazar constituyó, a través de escritura pública, la capellanía cuyo producido, tasado en $20.ooo anuales, que debía destinarse a conmemorar las fiestas en honor al mencionado beato en Tenerife.

Diez años antes de la fundación promovida por De Mier y Guerra, el sitio conocido como el peñón de Heredia había sido propuesto, por parte de los alcaldes de Tenerife Francisco de Acosta y Francisco de las Cuevas, para ubicar las parcialidades aborígenes de San Pedro del Morro, San Marcos de Sura, San Antonio de Playa Blanca y Santa Cruz de Coscurrucio, también conocido como “del Rey”. Decían estos funcionarios que este sitio, en el que hubo en un tiempo una estancia, era cómodo por tener tierras de labor y porque los habitantes de dichos pueblos se podían trasladar con facilidad por el río Magdalena. Sin embargo, esta propuesta se enfrentó a la limitación que constituía la existencia de la capellanía de Pedro José de Heredia Salazar.

La zona que rodea al peñón conocido como de Heredia había sido el territorio ancestral de un pueblo indígena que, tras haber sido descubierto por los españoles, fue llamado Coscorrucio, nombre derivado del término “Quescorrucio”, tal y como denominaron a la ciénaga hoy conocida como de Zapayán. A este pueblo también lo identificaron como “del Rey” por la sumisión que mostraron sus habitantes al rey de España desde el primer momento en que fueron descubiertos. En el siglo XVI este pueblo estaba incluido en el listado de los encomendados que pertenecían a la jurisdicción de Tenerife y estaba conformado por 20 indios tributarios tazados en 300 maravedís. En 1651 se le menciona como uno de los pocos existentes en la jurisdicción de Tenerife.

En 1760, tras la orden dada por el gobierno colonial de vender al mejor postor las tierras donde estaban ubicados los pueblos de Santa Cruz de Coscorrucio, los aborígenes le recordaron al virrey que ellos ya habían sido trasladados del lugar donde permanecieron desde tiempos inveterados, la ladera de Zapayán, con el argumento de carecer de sacerdote:

Lo que vino a resultar una total ruina o ya por el temperamento o por las aguas que se verificó la muerte de muchos […], habiéndose arraigado las enfermedades con que en el término de cuatro años no hubo ninguno de los compañeros que gozase de salud […], como así mismo las fugas de familias enteras fugitivas de los pueblos (Rey, 2012, p. 174).

Tras la fundación de San Luis Beltrán de Sapayán, De Mier y Guerra escribió al virrey, en agosto 21 de 1752, señalando que, con la ubicación de esta localidad en inmediaciones de la boca del caño que llaman “Coscorrucio”, se controlaría la entrada a la ciénaga de indios mansos de la jurisdicción de Tenerife. Indicaba, además, que los aborígenes se movilizaban a través de pequeñas canoas y lo hacían con el pretexto de ir a pescar; sin embargo, el verdadero propósito era unirse con los indígenas asentados en las costas de este espejo de agua, a los que llamaba “flecheros”, para continuar sus asesinatos y la vida licenciosa. Mier les prohibió a los indios del pueblo del Morro el ingreso al que denominaba “río”, que era la ciénaga de Zapayán.

En 1760, un fiscal delegado para darle solución a las dificultades que vivían los indígenas de la villa de Tenerife propuso la mudanza de Santa Cruz de Coscorrucio o pueblo del Rey al puerto de San José, en el río Carare: lugar, que, según el proponente, se encontraba sin habitar, donde iban a encontrar suficientes tierras para sus sembrados y no tendrían relaciones con españoles, mulatos, negros y zambos. Este traslado no fue realizado por cuanto, en 1775, tanto esta población como Buenavista, Caracolí, el Palmar, Santiago, Neviriti, Playa Blanca, Rinconada de Jesús, Zambrano y Santa Rita, se encontraban ubicadas en el lado occidental del río Magdalena.

Para impulsar el poblamiento de San Luis Beltrán de Sapayán, el maestre encargó a Juan de Antique que en Barranca del Rey encontrara personas dispuestas a trasladarse como vecinos a la nueva fundación. A los dispuestos les ofrecieron el predio denominado “El Palmarito”, donde podían hacer sus sembrados, además de una suma de dinero. Este apoyo económico también le fue prometido a quien se fuera a trasladar con su ganado vacuno.

El comisionado Antique se responsabilizó de la construcción de una iglesia y prometió conseguir un sacerdote que permaneciera en ese lugar o en alguno cercano, así como brindarles protección a los residentes en esa localidad a través de hombres armados. Entre los habitantes de San Joaquín de Barranca Nueva dispuestos a mudarse, estuvo Sebastián Rendón, lo que generó malestar en el capitán a guerra de esa localidad, José de Aguilar, funcionario que envió una misiva al gobernador de Cartagena en la que le indicaba que las promesas hechas por De Mier ocasionarían el despoblamiento de esta localidad.

El capitán a guerra Aguilar capturó a Rendón y lo trasladó hacia Barranca Nueva del Rey, donde lo detuvo en la cárcel. Sin embargo, este no solo fue detenido, sino que sufrió la mengua de sus bienes, ya que los gastos de su aprensión y traslado hasta Barranca Nueva del Rey los sufragaron con la venta de dos vacas de su propiedad. De Mier y Guerra solicitó a José Aguilar la devolución del dinero producto de la venta de los semovientes, advirtiéndole, además, que solo el corregidor de Tenerife, Manuel Fernández de Sosa, reconocido como juez interino en la nueva fundación, tenía la jurisdicción y competencia para proceder como lo había hecho. Fue en Cartagena donde Antique consiguió dos personas dispuestas a poblarla, Julián e Hilario García, pero, pese a los esfuerzos del maestre, fracasó en su propósito.

Fundación de Heredia

Fue Domingo Blanco, propietario de la hacienda Santa Martica, quien en 1793 solicitó al gobernador de Santa Marta que le permitiera fundar una localidad en el mismo lugar donde lo había intentado De Mier. Una vez fue autorizado, inició las labores para establecerla en torno al peñón de Heredia, a la que le dio el nombre de San Luis Beltrán de Heredia. Lo impulsó a hacerlo el interés de tener mano de obra cerca de su fundo. Al darle la condición de parroquia a la nueva comunidad, la Gobernación sugirió definir la existencia de la capellanía a través de acciones legales.

Para 1838 habitaban en San Luis Beltrán de Heredia un total de 27 familias. Ese mismo año le fue otorgada la condición de distrito parroquial, que le daba el derecho al goce de regalías entregadas por ley y a tener un sacerdote, condición que desapareció el 20 de febrero de 1874.

Fue en el gobierno del general Campo Serrano, en 1879, cuando a Heredia le dieron la denominación administrativa de distrito. Para entonces, el Estado fue dividido en cinco provincias, entre ellas la de Tenerife, con capital en Cerro de San Antonio, que también fue fraccionada entre los distritos de Plato, Cerro de San Antonio, El Piñón, Rosario de Chengue, Medialuna, Tenerife y Heredia.

En la jurisdicción de Heredia estuvieron las poblaciones de Punta de Piedras, Piedras de Moler, Piedras Pintadas, Bomba, Bonguito, Bálsamo y Santa Martica.

El distrito de Heredia desapareció en el gobierno departamental de Martín Salcedo a consecuencia de la expedición del decreto número 72, de 16 de marzo de 1887, por el que, además, fue dividido el departamento en tres provincias: Padilla, Sur y Santa Marta. Esta última estaba conformada por los distritos de Ciénaga, Sitionuevo, Remolino, El Piñón, Tenerife, Cerro de San Antonio y Plato. Los pueblos que quedaron en la jurisdicción de Cerro de San Antonio fueron: Pedraza, Bahíahonda, Punta de Piedras, Caimán, Cocosolo, Malabrigo, Bomba, Bálsamo, Bonguito, Moya. Mientras los que estuvieron en la de Tenerife fueron: Heredia, Real del Obispo, Santa Inés, Chibolo, Capuchino y Santa Martica.

Después, en 1908 comenzó a hacer parte del municipio de Pedraza. Sin embargo, cuando fue propuesta la creación de este ente territorial, los habitantes de Heredia aspiraron a que esta localidad fuera escogida como cabecera municipal.

 

Álvaro Rojano Osorio

 

Referencia Bibliográfica

Rojano, A. (2021). Pedraza, fundación, poblamiento y vida cultural. Editorial Universidad del Magdalena.

 

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

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