Historia

El cólera morbo en las provincias de Cartagena y Santa Marta

Álvaro Rojano Osorio

24/05/2023 - 00:20

 

El cólera morbo en las provincias de Cartagena y Santa Marta
Viejo mercado de Getsemaní en Cartagena de Indias / Foto: Centro de Convenciones Cartagena de Indias

 

En junio de 1849, cuando se discutía en Cartagena si la potestad para declarar la cuarentena a los buques provenientes de Chagres, puerto de Panamá, era del gobierno de la provincia de Cartagena o de la Republica de la Nueva Granada, el cólera morbo ya había traspasado las murallas de esa ciudad y comenzaba a dejar víctimas en alguna de sus provincias.

Para el nueve de junio, día en que la junta de sanidad, a nombre de la provincia de Cartagena, tomó la decisión de controlar la entrada de embarcaciones marítimas, venidas de Chagres, la epidemia del cólera morbo comenzaba a hacer estragos entre los habitantes de Turbana, Turbaco y Bocachica. Al tiempo que se tomaron los organismos públicos discutiendo sobre la competencia para enfrentar la enfermedad, le atribuían los cartageneros la culpa de que el cólera morbo, proveniente de Chagres, desembarcara en Cartagena y la región Caribe.

El de Chagres, Panamá, era el puerto de tránsito hacia California de los comerciantes que iba desde Canadá, también lo era de los viajeros que iban de los Estados Unidos a Bogotá, ingresando a través de los puertos de Cartagena, Santa Marta, y yendo a través del río Magdalena. Fueron barcos de origen norteamericanos los que llevaron esta enfermedad a este puerto de Panamá, desde donde se propagó hacia nuestro país.

A Colombia, la enfermedad, además de entrar por Cartagena, lo hizo por Santa Marta. El río Magdalena, que era la arteria fundamental de la nación, se constituyó en vía expedida para que la enfermedad se propagara en el interior del país, sin dejar por fuera en ese andar a Barranquilla y Mompox, y sin dejar por fuera a Honda, los entonces puertos más importantes en el río, atravesar las altas montañas y estacionarse en Santa Fe de Bogotá (Sámano, s. f).

En Cartagena, tras dirimirse el conflicto jurisdiccional y después de conocerse la noticia de los primeros muertos que dejaba la enfermedad infecto contagiosa, una de las primeras decisiones tomada por la junta de sanidad fue la ordenar un cañoneo constante a la atmosfera. La justificación a esta decisión estaba en la creencia que las detonaciones contribuían a despertar al pueblo del abatimiento en el que se encontraba y que produciría en sus almas un grado de confianza mayor (Semanario de Cartagena, 1849).

Otra de las decisiones fue la de dividir la ciudad en cuarteles a los que les fue asignado un médico que se encargó de atender a los enfermos carentes de recursos económicos. La situación de los menesterosos también ocupó el interés de las autoridades de la ciudad, el cabildo expidió un acuerdo ordenando brindarles atención médica.

Desde el medio informativo de Cartagena, El Porvenir, reclamaban la misma atención para los huérfanos que dejaba la enfermedad, de los que aseguraba el semanario que andaban errantes, llorando su desamparo. Decía, además, que tanto menesterosos como huérfanos caminaban por las calles de la ciudad, casi desnudos, sin hogar y con hambre, pidiendo, de puerta en puerta, un pan para subsistir.

Una radiografía de lo que sucedía en Cartagena la hizo el Semanario de Cartagena (1849): “Desde que este horroroso mal invadió a la desgracia de Cartagena, nunca, jamás, ni en 1815 hemos presenciado tantos estragos. Parece que esta ciudad está condenada a sufrir todas las vicisitudes humanas, y para colmo solo faltaba que el Cólera, este azote del género humano, viniese a acabar con la quinta parte de la población”.

En medio de esa espiral de muertes causadas por esta enfermedad, dirigentes cívicos locales encontraban en el desaseo de las murallas, de las playas, la acción corruptora de los pantanos, caños, y calles encharcadas de la ciudad, las razones para que la enfermedad se hubiera propagado de manera rápida.  Los meses de mayor incidencia de la epidemia en la salud de los cartageneros fueron los de junio y julio, cuando murieron más de cien personas diarias.

Murallas de Cartagena de Indias a finales del siglo XIX / Foto: archivo histórico de Cartagena

De cólera morbo en Santa Marta se refirió el semanario cartagenero El Porvenir diciendo, el primero de agosto de 1849, que la enfermedad había llegado desde el mes junio, causando la muerte de pobres y ricos.  Según medio de prensa El Neogranadino, los muertos en este lugar fueron 320, cifra superada en fallecidos por Ciénaga lo que resulta equivocado por cuanto el número de pobladores de la primera es superior a la segunda, rompiendo la lógica que indica que entre más grande era la localidad donde llegaba el cólera, mayor era el número de muertos. 

La cantidad de personas muertas producto del contagio por el cólera, llevó a los gobiernos de las provincias de Cartagena y de Santa Marta a expedir disposiciones legales que facilitaran su sepultura. En la primera ciudad, cuando los muertos desbordaron la capacidad del cementerio y no quedaron criptas disponibles en las iglesias, la junta de sanidad contrató peones para que ayudaran a los presidiarios a cumplir con las labores de sepultureros que les había impuesto el jefe del cantón de Cartagena, debido a que no daban abasto sepultando a los fallecidos.

En Cartagena, aun en el tiempo en que la Junta de Sanidad anunciaba que el índice de muertos, contagiados por la enfermedad, iba descendiendo, el número de fallecidos era alto:

Hospital de Caridad San Juan de Dios

Del 27 de julio al 31 de agosto

Muertos

288

Curados

171

Existentes

    2

Fuente: Semanario (1849).

El número de muertos en Santa Marta y Cartagena llevó a los jerarcas de la iglesia católica en esos lugares, a recomendarles a los sacerdotes que simplificaran los servicios religiosos bendiciendo los lugares escogidos en cada parroquia para sepultarlos. Además, les prohibieron el cobro de los estipendios fijados de antemano para la realización de los oficios religiosos en los sepelios.

Sin embargo, en Santa Marta, estos derechos fueron cobrados por el mayordomo de la fábrica de la catedral, apoyado en una resolución expedida por el gobernador de la provincia en noviembre de 1849. Medida que generó una polémica entre la mayordomía de la cofradía de nuestra señora santa Marta, el medio informativo el Correo de la Costa, y el mayordomo de la fábrica de la catedral.

El Semanario de la Costa señalaba que la medida de cobrar los derechos de entierro era injusta. “Era injusta porque no habiendo funcionado el cura, al que no se le vio su evangélica cara, no tenía derecho alguno a cobrar a tantas infelices familias después de los amargos llantos que la perdida de sus deudos había arrancado” (1949).

Desde la mayordomía de la cofradía de nuestra señora santa Marta, rechazaban el cobro señalando que ningún sepelio de difunto colérico fue honrado con la asistencia de su párroco o de ni ningún otro sacerdote, porque la policía lo prohibió. Señalaba el mayordomo José María Robles que, incluso, sin existir la prohibición de la policía, el número de víctimas no hubieran permitido el libre y tranquilo desarrollo de los funerales.

Acuarela del puerto de Santa Marta, de Edward Mark Walhouse (1845), conservado por la Biblioteca Luis Ángel Arango.

En la Provincia de Santa Marta, la ubicada a orillas del río Magdalena, las primeras noticias que se tienen del cólera las da el cura de la parroquia de Sitionuevo, José Trinidad Niebles, en el mes de junio (Archivo Episcopal, 1990); lugar donde murieron 470 personas víctimas de la epidemia que viajaba por el río Magdalena. Mientras que el sacerdote de la parroquia de Plato informaba, el 8 de agosto de ese año, que esta localidad la enfermedad no había producido el número muertes que en otros lugares causó.

El número de muertos en esta provincia, según El Neogranadino (1849) ascendió a unas mil seiscientas ochenta personas, los que habitaban en Remolino, Sitionuevo, El Piñón, Cerro de San Antonio, Heredia, Bomba, Piedras de Moler y Tenerife. Número que resulta alto para la cantidad de personas que debían habitar en esas localidades, entendiendo que fue después de 1850 cuando se produjo lo que han llamado la ruralización de la costa caribe nuestra, producto del cólera y de otras circunstancias de orden militar, legal y económicas.

El paso de la enfermedad en los pueblos de la provincia de Cartagena, ubicados en la margen izquierda del río Magdalena, dejó una estela de muertos. Las noticias de la propagación de la enfermedad en esta zona indicaban que el día 15 de junio hubo los primeros contagiados en Mahates, ubicada en la cuenca del Canal del Dique, así como San Estanislao, donde murieron quinientas cincuenta personas En Barranca Nueva, ubicado la embocadura del Canal y puerto de Cartagena en el río, los muertos fueron ciento cincuenta personas.

En Barranquilla, según El Neogranadino, (1849), las víctimas fatales fueron mil trescientas personas. Solo en los primeros 18 días después de conocerse la existencia de los primeros contagiados, fueron seiscientas personas las muertas.

En Mompox, el número de fallecidos ascendió a las setecientas noventa personas, pese a los pronósticos del gobernador de esa ciudad. Este funcionario, cuando la enfermedad principio a extenderse por las riberas del río Magdalena, señaló que los habitantes de esa población estaban a salvo de su presencia por el tamaño de la localidad y por encontrarse sus casas diseminadas en el plano urbano. Dijo, además, que la constitución de sus moradores no era afeminada ni linfática, por lo tanto, eran inmunes a la enfermedad.

La realización de las ferias de Magangué, en 1850, fue motivo de polémica. Quienes se oponían a su realización señalaban que pese a los estragos causados por el cólera morbo en esa localidad y los pueblos del río Magdalena, para los organizadores de las fiestas era más importante los intereses económicos, las especulaciones comerciales; olvidando el dolor de las familias que vieron morir a sus miembros, producto del cruel “azote”. (Semanario de la Costa, 1850). Se advertía, además, en este mismo medio periodístico, que el húmedo y mortífero terreno que dejaba la última avenida del río, era caldo de cultivo para que las personas que asistían a la feria, el 2 de febrero de 1850, llevaran a su domicilio el germen del mal.

Las causas de la enfermedad y los cuidados médicos

En Cartagena, en septiembre de 1849, después de haber festejado de manera solemne la desaparición del cólera, se extendió la noticia de que había reaparecido dejando nuevas víctimas. El medio periodístico, El Porvenir (1849), señalaba que entre las razones por las que había reaparecido estaba la tardanza en aplicar las medidas policivas y de salubridad presentadas a la junta de salubridad por parte de los señores Juan Antonio Calvo y Jaime Brun; entre ellas la de impedir la entrada a la ciudad de ciertas frutas que eran vendidas en el mercado público.

Las causas de la enfermedad, los cuidados a los pacientes y las medidas a tomar para evitar el contagio generaron controversias entre los médicos. Desde una columna publicada en el medio periodístico, La Democracia (1850), se aconsejaba a la comunidad médica que informara a la opinión científica, formando una sola doctrina, todo lo atinente a la enfermedad para luchar con éxito contra el fatal viajero.

Del origen del cólera morbo se dijo en la Academia de Ciencias y Medicina, en 1850, que era un envenenamiento producido por la absorción de uno o muchos gases deletéreos exhalados de la materia –fecales- de los animales en descomposición y, sobre todo, de las que encierran las letrinas. Concluía, además, que la enfermedad la contraía quien frecuentaba letrinas infectadas o quien respiraba máculas coléricas de las materias arrojadas por los infectados.

Desde Bombay, en la India, de donde se había transmitido la enfermedad hacia otros lugares de la tierra, la orden del gobierno fue combatirla utilizando amoniaco, liquido esencia de hierba buena, tintura de opio y de canela compuesta, extracto de opio y polvos de pimienta fina. Ordenaba, además, el empleo de ladrillos o sacos de arena caliente que le debían pasar al contagiado por la extensión de la espina dorsal o espinazo, brazos o piernas. Pedía, también, suministrar cucharaditas de agua para contener los vómitos, proporcionales a las regurgitaciones. También recomendaba sostener las fuerzas vitales del paciente contra la acción mortífera de la enfermedad, que tendía a destruirlas.

El cólera y la política tradicional

El cólera no estuvo al margen de los conflictos políticos entre liberales y conservadores. A raíz de la realización de la feria de Magangué, el Semanario de la Costa (1850), de orientación conservadora, reclamaba que, en Europa, sin tanta democracia y sin tanta fraternidad, se cuidaba más de la salud de las masas populares que en la Nueva Granada gobernada por los rojos.

Desde este medio periodístico, se censuraba, además, la visita de José María Obando, que era gobernador de la provincia de Cartagena, a los pueblos de la Sabana. Con el titular de ¡Última Hora! se indicaba que el cólera había invadido a los pueblos de la Sabana, causando estragos entre sus habitantes después de la visita a esa región por parte del funcionario. Informaba, además, que en Chinú la enfermedad causaba trastornos a la salud de sus pobladores después de que la hubiera visitado el gobernador. Señalaba el editorialista del Semanario de la Costa que: “Va Obando a visitar y donde más demostraciones le hicieron que fue en Chinú, aparece el cólera.”

Otro medio informativo publicado en Cartagena, El Ciudadano, Periódico de la Juventud, (1849) señalaba en uno de sus editoriales que el cólera político- granadino quería acabar con los conservadores debido a que les hacía falta el mando político que habían tenido por doce años. Mientras tanto, en El Sufragante, de Cartagena (1850) fue publicada la siguiente información: “Llega el cólera a Bogotá, mata al general López, mata al general Obando; entra Cuervo a ejercer el poder ejecutivo. Abajo los liberales, arriba los serviles… ¡Aleluya! ¡Aleluya ¡”  

El 20 de julio de 1850, en la instalación del Congreso el presidente de la republica de la Nueva Granada, José Hilario López, informó a los congresistas que el cólera morbo parecía haber desaparecido del país después de los estragos que causara en las provincias de Cartagena y las riberas del Magdalena. Indicó, además, que la enfermedad anduvo por el curso del río Magdalena y desapareció poco antes de su origen, sin haberse separado mucho de sus márgenes. (La Democracia 1850).

 

Álvaro Rojano Osorio

 

Bibliografía:

Correo de la Costa Numero 15 de 6 de febrero de 1850. Santa Marta

Epidemia del Cólera. Tomo 70, págs. 42 y 44, Archivo Histórico Eclesiástico. de la Antigua Provincia de Santa Marta. Santa Marta 1990.

La Democracia, jueves 7 de febrero de 1850. Cartagena.

La Democracia, julio 20 de 1850. Cartagena.

El Ciudadano, periódico de la juventud, junio 1 de junio de 1850. Cartagena.

El Neogranadino de 28 de septiembre de 1849. Bogotá.

El Porvenir, agosto 1° de 1848. Cartagena.

El Porvenir, agosto 1° de 1849. Cartagena El Sufragante, marzo 24 de 1850. Cartagena.

Sámano, M. (s. f). Memoria Histórica del cólera Morbo asiático en España. Vol. 1. (s. d).

Semanario de Cartagena, (S. f) (1849)

Semanario de la Costa, febrero 6 de 1850. Cartagena.

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

3 Comentarios


Jairo Solano A 23-01-2020 08:03 AM

Alvaro: Excelente artículo en un tema que suelo cultivar. Gracias a mi amigo Eduardo Grarcía por divulgarlo. Tengo un trabajo sobre el cólera en el Caribe colombiano, que podemos compartir Jairo Solano A, PhD. Historia de América. Upo. Sevilla España Doctor en Ciencias de la Educación Universidad de Cartagena jsolano@unisimonbolivar.edu.co

Braulio Fuentes 23-01-2020 08:39 AM

Buena cronica amigo Alvaro. Felicitaciones

Octavio Ponce Bonivento 24-01-2020 10:41 AM

Soy Octavio Ponce, docente de primaria, me gusta la historia, y me alegró la noticia de que esta ya es obligación en las aulasde clase tanto de primaria como en el bachillerato. En cuanto al tema de el cólera morbo, primero me llama la atención porque "cólera morbo" y no solo "cólera" De igual manera me gustaria saber si es la misma enfermedad que hizo estragos aqui en la Guajira en la década de los 90

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