Historia
La tragedia de Santa Ana pudo cambiar la historia
Las nuevas generaciones lo han olvidado pero en la historia quedo plasmado y bastara con echarle un repaso para conocer aquel fatídico accidente que segó las vidas de muchos civiles y militares en un acto de imprudencia de un piloto de las fuerzas armadas en una maniobra aérea conocida como la carrera del ratón, cinco cazas rugen, uno seguido del otro en fila india, imitando las circunvoluciones del comandante de la escuadrilla del teniente Abadía. Algo sucedió para que el primer avión se precipitara sobre la tribuna, esto fue en Usaquén, donde se produjo la mayor catástrofe aérea en la historia de la aviación en Colombia.
Este hecho luctuoso sucedió en 1938 y en esa época también el país se hallaba en una situación similar a la actual. Con motivo de los 400 años de la fundación de Bogotá y la conmemoración de la batalla del pantano de Vargas se organizó un acto en Santa Ana, al norte de la ciudad, con un sinnúmero de invitados, en donde estaban en la tribuna de honor el presidente en ejercicio, Alfonso López Pumarejo, y el presidente electo, Eduardo Santos, así como su hermano Gustavo Santos, quien era alcalde mayor de Bogotá. A pesar de que el par de mandatarios tenían frías relaciones (no tanto ni tan calientes como Uribe y el Santos de hoy), optaron por asistir juntos a tan importante evento.
La cita era en Usaquén, para presenciar una revista militar en las nuevas instalaciones del Ejército que reemplazaban a los viejos cuarteles de San Diego. En la exhibición aérea, un avión Hawk F-11-C del Ejército, al mando del piloto César Abadía, realizó una maniobra imprudente y. luego, al pretender repetirla, a escasos 30 metros de altura, se fue hacia una de las tribunas, muy cerca de donde se hallaban los presidentes y el cuerpo diplomático. Murieron 75 personas, entre civiles y militares, y hubo más de 100 heridos.
Entre la multitud estaba un muchacho de 15 años que resultó herido. Era Misael Pastrana Borrero, quien años después sería presidente de la República. Como consecuencia de ese accidente quedó con un rictus en el rostro que daba la sensación de estar siempre riéndose, sin tener risa, Por eso, cuando ocupó la jefatura del Estado, se comentaba que teníamos a un presidente sonriente y a un ministro Llorente.
Son pocos los colombianos que saben de esta tragedia, el tiempo, los historiadores y columnistas lo han olvidado. Días después, el presidente López Pumarejo comentó, con humor, que se había salvado de fallecer gracias a que estaba rodeado de dos Santos. Si la tragedia hubiera sido mayor habríamos perdido dos presidentes y dos Pastrana no habrían llegado a la jefatura del Estado. Y quizá tampoco Juan Manuel Santos.
Arnoldo Mestre Arzuaga
Sobre el autor
Arnoldo Mestre Arzuaga
La narrativa de Nondo
Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.
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