Historia
El genoma de Francis Drake

A Cartagena de Indias, desde su fundación, el 1 de junio de 1533, hasta nuestros días, sin misericordia alguna, le descuartizan las entrañas.
En 1543, cuando apenas completaba sus dientecitos de leche, padeció el primero de un sin número de saqueos a manos de corsarios y piratas como Roberto O’vall, luego irrumpieron en el horizonte las nubes negras de Martín Cote, Roberto Baal, Cortez, John Hawkins, Edward Vernon, Henry Morgan, Barón de Pointis y la medio pelusita de Francis Drake, quien no dejó ni una sola moneda de oro de recuerdo, desocupó los copones de las hostias consagradas y a los campanarios en sepulcral silencio.
Decidieron forrarla de murallas gastando una fortuna en lingotes de oro, cofres de esmeraldas y 230 años de trabajo forzado, de sol a sol, que condujeron al holocausto de esclavos africanos utilizados como animales de carga. Aseguran que sus espíritus manchados de sangre aún revolotean, cual luciérnagas encendidas, en los versos de Jorge Artel, danzando al compás de los tambores lejanos y lamentando la partida del “Boga adolescente de ágil brazo y mano férrea, nadie lanzará los arpones como él, ¡con tanta destreza!”.
Finalmente, se consiguió el objetivo de la descomunal inversión y Cartagena de Indias recibió los títulos de ‘La plaza más fuerte, segura y artillada de América’, ‘Joya de la Corona’, convirtiéndose en vaso comunicante del comercio y jáquima de sus majestades en las ariscas colonias.
Pero estaban muy equivocados: los piratas son malhechores eternos, engendrados sin escrúpulos, forrados con la piel del camaleón y, en lugar de conciencia, veneno de alacrán.
Francis Drake, igual que sus insaciables colegas de ayer y de hoy, arruinaron a Cartagena y es improbable verlos convertidos en monjitas de la caridad. Lo llevan los genes: andan por ahí, vivitos y saqueando, de saco y corbata, Ray-Ban en lugar de parche y remplazaron el catalejo por robusta chequera con mira telescópica.
Solo la poesía es capaz de sublimar los dolores y matizar el desencanto. Meira del Mar, lírica barranquillera de estirpe libanesa, en un solo verso, dejó constancia de la eterna tragedia de la bien nacida, pero malograda Cartagena de Indias:
“Cuantos ojos acerados –muchos fueron los piratas– de codicia refulgieron al mirarte ya cercana... Ojos de Baal y de Cortez, de fiera y torva mirada, en los que izó la aventura su bandera desplegada... Pupilas de Francis Drake, pirata entre los piratas, que se llevó alguna vez a más de las esmeraldas y los ducados de oro, sus musicales campanas”.
Henry Vergara Sagbini
Sobre el autor

Henry Vergara Sagbini
Rocinante de papel
Profesor y médico. La columna “Rocinante de papel” es una mirada entrañable a la historia y geografía del Caribe, y en especial de Cartagena (ciudad donde reside el autor).
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