Historia
Colombia durante la Segunda guerra mundial: las primeras declaraciones
Solo habían transcurrido unas cuantas horas de la invasión a Polonia por parte de la Alemania nazi y ya el gobierno colombiano se aprestaba a definir la posición de la nación con respecto al conflicto que apenas comenzaba en el Viejo Mundo. El presidente Eduardo Santos, el primero de septiembre de 1939, se dirigió al Congreso a través de una alocución por radio. Su mensaje exponía claramente “la posición del gobierno y del pueblo colombianos ante la presente situación europea”.
En su discurso, Santos enfatizó sobre el cambio que se daría en la política internacional del país, aseguraba que sería de “una claridad diáfana y de una nitidez que corresponda a los principios y necesidades que la determinan”. Los fundamentos que guiarían el proceder de esa política serían: “el estrecho entendimiento con los países americanos” y “la unidad de acción para la defensa de la democracia y del continente”. Actuar en el marco de la solidaridad americana era el interés primordial del gobierno Santos en el entendido de que así se mantendría la unidad del continente.
En este sentido, el presidente colombiano hizo también un llamamiento a los gobiernos de América ese mismo día. Su pedido iba en el sentido de congregar a las naciones americanas en el sentimiento de una consistente cohesión hemisférica para lograr así “la defensa de los bienes esenciales que nos son comunes: la plenitud de nuestra independencia y soberanía, la normalidad de nuestro desarrollo económico, la esencia de nuestros regímenes democráticos, la paz a cuya sombra fecunda quieren los pueblos de este hemisferio realizar sus destinos”.
Debido a este protagonismo que tuvo el gobierno colombiano para congregar a las naciones de América, el 4 de septiembre el embajador de Colombia ante los Estados Unidos, Miguel López Pumarejo, recibió una comunicación de La Sociedad para las Américas, en la cual se le informaba sobre el reconocimiento que la organización hizo al presidente Santos. En el mensaje se resaltaba el llamado de Santos a la cooperación sobre las bases de la Convención Panamericana, para asegurar la neutralidad del hemisferio occidental con respecto a la guerra. La preocupación por proteger la independencia de cada nación era una constante en cada uno de los mandatarios americanos, pero solo podía ser posible en la medida en que América estuviese al margen de la conflagración europea.
El presidente de La Sociedad para las Américas, D. Stockton Stevens, finalizaba su carta diciendo: “I sincerely hope that the Republic of Colombia will be successful in its leadership to keep the American Republics out of Old World Feuds”. (“Sinceramente espero que la República de Colombia tendrá éxito en su liderazgo para mantener a las Repúblicas Americanas al margen de las disputas del Viejo Mundo”). De esta manera, la idea de una neutralidad duradera e inquebrantable se caracterizaba como el motor del Panamericanismo cuando estalló la Segunda Guerra Mundial.
Desde luego, la neutralidad hemisférica iba de la mano con la decisión política de los Estados Unidos. El embajador colombiano en Washington envió a la Secretaría General de la Presidencia de la República en Bogotá el 6 de septiembre, una nota en la que advertía sobre la postura estadounidense ante el inicio de la guerra: Estados Unidos había optado por declararse neutral.
Ante la postura estadounidense es interesante detenerse en la opinión del columnista Américo Latino, quien desde el diario conservador El Siglo comentó: “El gobierno de Washington según parece, ha cambiado de táctica y se mantiene ferviente defensor de la neutralidad de la Unión”. Esta actitud estadounidense no podía más que generar desconfianza en el resto de América, ya que Franklin D. Roosevelt podría, en cualquier momento, olvidarse de su propósito de no extinguir la paz de su país y de América, y enviar a los campos de batalla europeos la neutralidad continental. A modo de vaticinio, Américo Latino escribió: “Lo malo sería que […] resolviera a última hora el presidente Roosevelt despachar toneladas de soldados en barcos de emergencia para que en columna cerrada se hicieran matar en Francia, presionando a Sur América para que rompa ridículamente su neutralidad”. Este tipo de augurios eran propios de la línea de pensamiento del laureanismo, que se caracterizaba por su animadversión hacia los gobiernos norteamericanos en razón, tanto de la separación de Panamá, como por representar, según Laureano Gómez, el espíritu protestante.
Al respecto señala el historiador David Bushnell: “[…] la desconfianza y la antipatía de Gómez hacia los Estados Unidos se derivaban en última instancia de lo que él creía era una diferencia insalvable entre los valores culturales de América Latina, por una parte, y América sajona, como a menudo la llamaba, por la otra. América sajona no sólo era protestante sino materialista de corazón; América Latina era católica y más sensible a las cosas del espíritu”.
La antesala de la Reunión de Cancilleres en Panamá
El 4 de septiembre de 1939, Eduardo Santos dirigió al país un discurso en el que sustentó la posición neutral del gobierno colombiano: “Ante el hecho, infinitamente deplorable y trágico, de la guerra europea, el gobierno con plena conciencia de su responsabilidad, quiere reiterar a todos los colombianos la seguridad que él tiene de que el país puede esperar con calma el desarrollo de los acontecimientos, porque su soberanía está garantizada, y su estructura económica es suficientemente fuerte para afrontar esta grave emergencia con todas las posibilidades de éxito. Esas posibilidades se aumentarán hasta convertirse en certeza si se evitan pánicos y nerviosidades exageradas que carecerían de toda justificación”.
Ante el conflicto en Europa la sociedad colombiana debería estar tranquila, ya que tanto la soberanía como la economía de la nación permanecerían intactas y, en consecuencia, serían lo suficientemente sólidas para afrontar la situación de emergencia. Aunque no por esto la seguridad de la nación iba a dejarse en manos del azar: “El gobierno espera que el sentido de la responsabilidad y el celo por los intereses públicos de cuantos tienen el encargo de informar al país, bastará para asegurar los resultados que hoy son indispensables y para no poner en peligro en forma ninguna, la seguridad de la nación”, aseguraba el presidente que en esta materia se tomarían las medidas que fueran necesarias.
Además, Santos instaba a la opinión pública para que actuara con “exquisita prudencia” respecto a las diversas opiniones de los extranjeros –evidentemente eran los ciudadanos de los países beligerantes a los cuales se refería el mandatario– residentes en el país. Aunque el gobierno aseguró que exigiría de parte de estos “huéspedes de la república” plena sumisión a las leyes, no debe pasarse por alto que la neutralidad no implicaba, bajo ninguna circunstancia, entrar en enemistades innecesarias con los gobiernos del Eje, y principalmente con el Reich alemán.
Un día después de declarar su neutralidad, el 5 de septiembre, el gobierno de Franklin Roosevelt persuadió a todos los gobiernos americanos para que acudieran a una reunión donde se darían cita todos los cancilleres del continente, con el fin de llegar a consensos con respecto al tema de la neutralidad americana.
Andrés Felipe Mesa Valencia
Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín (Colombia)
Acerca de esta publicación: El artículo titulado “ Colombia durante la Segunda guerra mundial: las primeras declaraciones ”, de Andrés Felipe Mesa Valencia, corresponde a un capítulo del ensayo académico “ El papel de Colombia en la Segunda Guerra Mundial. Desde el inicio de la conflagración hasta el ataque japonés a Pearl Harbor ” del mismo autor.
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