Historia
El presidente Eduardo Santos y las relaciones Internacionales de Colombia durante la segunda guerra mundial
El Presidente Eduardo Santos se mantuvo alejado del fascismo y del comunismo y se decidió por adelantar una política de asociación y acercamiento con los Estados Unidos, gobernada por ese entonces por Franklin Delano Roosevelt quien tenía la política del Buen Vecino que implicaba defender el derecho a la autodeterminación de los pueblos y promover la solidaridad, la cooperación y la democracia. Por lo anterior, Colombia fue considerada como el país modelo de cooperación con Norteamérica.
Santos elevó a la categoría de embajadas las legaciones de Argentina, Ecuador, Estados Unidos, Chile, México y Venezuela. El 5 de abril de 1941 firmó con el gobierno venezolano el tratado Santos-López Contreras de no agresión, amistad, cooperación y límites.
Al igual que sus antecesores, Santos sufrió una agresiva oposición del Senador Laureano Gómez y sus seguidores. Santos firmó con la Santa Sede un Concordato que restringía las potestades eclesiásticas a favor del poder civil, aseguró la independencia del Estado y de la Iglesia y delimitó las competencias del Estado y de la Iglesia. Gómez (2006) afirma que Laureano Gómez consideró que la negociación del Concordato era un atentado de la masonería contra la Iglesia Católica, que con esto pretendía ganarse el apoyo de sacerdotes ignorantes y de campesinos fanatizados por ellos.
Laureano Gómez apoyó el fascismo europeo y criticó los acercamientos de Colombia con los Estados Unidos. Laureano apoyó al franquismo, al nacismo y al fascismo. También criticó la declaración de guerra de Colombia a Alemania, alegando que el gobierno sólo quería apropiarse de todos los bienes de los alemanes residentes en Colombia.
Eduardo Santos era un antifascista, incluso dio su apoyo a la República española durante la guerra civil y recibió y empleó a los refugiados republicanos que huyeron de su país. Sin embargo, la oposición agresiva de Laureano y sus acercamientos con los Nazis generó que el Presidente Santos no pudiera rechazar con contundencia al fascismo europeo para evitar inocuos conflictos internos. Por ello, pese a la declaración de la guerra a Alemania, Santos no mandó tropas a pelear en los frentes de batalla, aunque si proporcionó a los norteamericanos caucho silvestre, gasolina, hierro, acero y palatino. Gracias a que Colombia se unió a los aliados pudo exportar más café y petróleo al mercado norteamericano, aminorando los efectos adversos de la Segunda Guerra Mundial. Tras el ataque japonés a Pearl Harbor, Eduardo Santos rompió relaciones con todos los países del Eje.
La actitud de Colombia fue criticada por el diario norteamericano The New York Herald Tribune que tituló “Colombia pone en peligro a la democracia al cerrar los ojos a la amenaza nazi”. Las circunstancias de la Guerra obligaron a Santos a ceder frente a los intereses de Estados Unidos de perseguir a los alemanes, italianos, japoneses, sus empresas y a todos que los que simpatizaban con el fascismo. El gobierno tuvo que confiscar sus bienes y expropiarlos cuando se demostraban que apoyaban a los regímenes de los países del Eje. Incluso a la Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos (SCADTA) cambió de dueños alemanes a estadounidenses y se cambió su nombre a Aerovías Nacionales de Colombia (Avianca), conforme a la Revista Semana (1995).
La situación más grave del gobierno de Santos fue negarle la entrada al país a refugiados judíos, polacos y alemanes que huían de la Segunda Guerra Mundial. Colombia les negó la entrada porque en el país había una fuerte presión antisemita encabezada por Laureano Gómez que argumentaba que la entrada de los judíos ponía en peligro a la patria por la entrada excesiva de extranjeros y a los comerciantes nacionales los ponía en riesgo porque los judíos establecían prácticas comerciales que los nacionales desconocían. A su vez, los comunistas los rechazaban por capitalistas, los católicos porque los acusaban por matar a Jesús y los racistas los consideraban una raza inferior. A su vez, en 1940 los Estados Unidos establecieron en América Latina y en su país una política de no recibir refugiados porque pensaban que con ellos se infiltraban espías nazis.
Alejandro García Hernández
Prospectiva en desarrollo y justicia
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