Historia
La historia de la brújula: un invento determinante en el avance de la navegación

La historia de la brújula va directamente ligada al descubrimiento del magnetismo terrestre, y, según distintos expertos, éste fue la mayor contribución de China a la física.
En el siglo XI, este descubrimiento, junto con el de inducción y de la polaridad magnética, conduce a la invención de la brújula, llamada a desempeñar un papel fundamental en la navegación de alta mar en la Edad Media y para los grandes descubrimientos.
Se estima que la brújula fue inventada en China en el siglo IX, aunque no se conoce con exactitud la identidad de su inventor. Sin embargo, documentos del año 940, muestran que científicos de la región trabajaban habilidosamente con el magnetismo. El ingeniero Chen Koua (Chen Gua), por ejemplo, sabía incluso fabricar imanes artificiales enfriando una barrita de acero orientada norte-sur.
Los orígenes de la brújula
Antes del descubrimiento de la brújula y de su impacto notable en la navegación marítima, los primeros avances documentados sobre magnetismo apuntan a un aparato de adivinación descrito en un libro chino, el Louen Heng, en el año 83.
Se trata de una cuchara tallada en un mineral de hierro imantado, la magnetita, que se posa sobre una placa de bronce pulido para ver en qué sentido se fijará el mango, tal y como lo indica un bajorrelieve del museo de Zurich, que data del año 114.
Este instrumento se basaba, muy probablemente, en el descubrimiento de la magnetita, un descubrimiento que permitió en China la creación de brújulas de aguja flotante o pivotante, desde el siglo IX, mientras que el instrumento no existía en Europa.
Aunque en China se registra a lo largo del siglo X y XII el uso de la brújula en forma de la aguja colocada sobre un vaso de agua para encontrar una dirección, en el año 1117, en un libro de Zhu Yu se menciona por primera vez el uso de la brújula para la navegación: “El navegante mira las estrellas por la noche y la posición de sol durante el día, y si está oscuro y nublado, se deja guiar por la brújula”.
Primeras brújulas europeas en la navegación
En Europa, la primera brújula magnética conocida en navegación marítima se menciona en 1187, y fue creada por el inglés Alexander Neckham. Sus escritos describen una aguja transportada a bordo, que permite seguir un rumbo, incluso cuando la estrella polar está cubierta por las nubes.
Hasta 1700, los compases se fijaban y montaban sobre los mapas, en los cuales el Norte estaba indicado por una flor de lis. A continuación, se realizaron compases líquidos, en los cuales se situaba la aguja dentro de una caja metálica rellena de agua destilada.
Como las agujas se desmagnetizaban muy rápido, el ingeniero inglés Gowan Knight inventó en 1745, una técnica para magnetizar durante largo tiempo los aceros duros.
En 1876, sir William Thomson, más tarde lord Kelvin, introdujo un compás seco, cuyo habitáculo estaba montado sobre un pivote. Y, tenía un sistema de corrección de errores causados por el magnetismo propio del barco.
Este tipo de brújulas desapareció, cuando las altas velocidades comenzaron a hacer vibrar excesivamente la aguja, y fue reemplazado por nuevos compases líquidos, como puedes comprobar más abajo.
Todo ello, es un ejemplo admirable de cómo un instrumento muy pequeño, puede aprovechar un efecto natural inmenso. La brújula lo que hace, es orientarse según el campo magnético de la Tierra. Y es que la tierra, actúa como un imán de tamaño planetario, el más grande que se encuentra en movimiento de rotación.
Descubrimiento del magnetismo
El magnetismo propiamente dicho, ya es conocido por los físicos de la Grecia antigua, quienes describen el poder de atracción de la «piedra de Magnesia», este imán natural que proviene de Grecia continental.
El filósofo Tales de Mileto (siglo VI a.C.), no es capaz de explicar los fenómenos de atracción magnética por causas físicas, prefiere dar un alma a esta piedra capaz de «mover el hierro». El mismo tipo de animismo prevalece en China, donde el vocablo tzu shih («la piedra cariñosa» o «la piedra que copula») designa a los imanes desde los primeros textos que los mencionan (siglo III a,C,).
En este contexto, no tiene nada de sorprendente que este descubrimiento de geomagnetismo, esté ligado a la geomancia, práctica adivinatoria que, en la China antigua, consistía en orientar las residencias de los vivos y las tumbas de los muertos “con el fin de que éstas cooperen y se armonicen con las corrientes locales del soplo cósmico”.
Con este fin, se utilizan mesas de adivinación (shih), sobre las cuales pivotean trozos de imanes tallados en forma de cuchara, simbolizando a la Osa Mayor (que, en la Antigüedad, estaba localizada en la proximidad del polo norte celeste). Estos imanes se orientan en el campo magnético terrestre, bajo el efecto de la atracción geomagnética.
Andrés Morales
1 Comentarios
Un artículo muy interesante, gracias. En la misma línea: https://marnavegar.blogspot.com/2020/06/historia-sucinta-del-calculo-de-la.html
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