Historia

Los apuros del Bloody Mary

Eddie José Dániels García

03/08/2021 - 05:00

 

Los apuros del Bloody Mary
El presidente de Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy en su visita Colombia / Foto: JFKLibrary.org

 

Sobre las 8 de la mañana del domingo 17 de diciembre de 1961 aterrizó en el aeropuerto El Dorado el avión Hércules que traía el Cadillac blindado y con capota de cristal que transportaría al presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy en su visita de catorce horas a Colombia fijada para ese día. La idea era que, cuando el mandatario llegara a las 10 de la mañana, ya estuviera listo el automóvil para iniciar el recorrido hacia los sitios que iba a visitar. Por razones de seguridad al mandatario estadunidense no le era permitido viajar en ningún carro que no fuera de su gobierno. Sin embargo, solo a la once de la mañana hizo su aparición el Air Force One procedente de Caracas, donde el presidente Kennedy había permanecido dos días, como parte de la gira que venía realizando por América Latina, con la intención de difundir su programa Alianza para el Progreso, que buscaba estrechar los lazos de amistad de los Estados Unidos con los países vecinos. Era el segundo presidente norteamericano que visitaba a Colombia, después de Franklin Delano Roosevelt, quien, el 10 de julio de 1934, había llegado en barco a Cartagena, donde permaneció seis horas, y se había entrevistado en esta ciudad con Enrique Olaya Herrera, presidente de la República en ese momento.

El mandatario descendió de la imponente aeronave norteamericana vestido con traje oscuro y corbata negra, acompañado de su bellísima esposa Jacqueline, quien levantó la mano derecha para saludar a la numerosa comitiva que había llevado el presidente Alberto Lleras Camargo para recibir a los ilustres visitantes. Los asistentes aplaudieron con mucho entusiasmo durante el descenso de la escalerilla, y la hermosa dama agradecía las ovaciones con una sonrisa de satisfacción que hacía resaltar más la dulzura que siempre la caracterizó, hasta el día de su muerte, ocurrida en Nueva York el 19 de mayo de 1994 a los 65 años de edad.  En el momento de pisar el suelo colombiano, John F. Kennedy tenía 44 años y se llevaba el honor de haber sido, hasta ese momento, el presidente más joven de Estados Unidos. Era una pareja perfecta: se habían casado ocho años antes, el 12 de septiembre de 1953, cuando él se desempeñaba como senador en el estado de Massachusetts y ella era una dama distinguida de la sociedad neoyorquina. Según los registros históricos, la boda fue un verdadero acontecimiento social, similar a los de la realeza europea, donde disfrutaron más de cuatrocientos invitados.

Después de los saludos protocolarios en El Dorado, los dos mandatarios abordaron el Cadillac, seguidos por el vehículo colombiano donde iban Jacqueline y doña Bertha Puga de Lleras, primera dama colombiana, y el resto de la caravana donde viajaban las comitivas acompañantes. La agenda de la visita oficial incluía, inicialmente, una llegada al sector de Techo, donde había funcionado el primer aeropuerto bogotano, para inaugurar allí veintidós mil aulas de clases y dieciocho mil viviendas, que ocuparían un área superior a los 3 kilómetros cuadrados de la ciudad y albergaría a casi trece mil personas de los estratos y sectores más necesitados de la capital. A las doce del día, bajo un sol abrasante, los dos mandatarios pronunciaron emotivos discursos y descubrieron la primera piedra de la ambiciosa obra denominada “Ciudad de Techo”, auspiciada por el gobierno norteamericano, la cual pasó a llamarse “Ciudad Kennedy”, después del asesinato del mandatario norteamericano el 22 de noviembre de 1963. Actualmente, “Ciudad Kennedy” es un populoso sector donde residen más de dos millones de habitantes.

El presidente Alberto Lleras Camargo había conocido a John F. Kennedy hacía casi una década, cuando el político colombiano había vivido en Washington, desempeñándose como el primer secretario general de la Organización de Estados Americanos, OEA, cargo que ocupó entre 1948 y 1954. Este organismo se había creado en Bogotá el 30 de abril de 1948, tres semanas después de haber ocurrido el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, ya que por estos días se estaba celebrando en esta ciudad la IX Conferencia Internacional Americana, a la cual asistieron 14 cancilleres y 17 jefes de estados. La amistad había surgido, a comienzos de los años cincuenta, gracias a la aureola prestigiosa que iluminaba a ambos personajes: Lleras Camargo, quien había ocupado la presidencia de Colombia entre 1945 y 1946 en reemplazo de Alfonso López Pumarejo, y John F. Kennedy, quien sobresalía como un senador demócrata de gran reconocimiento nacional, y ya mostraba sus claras intenciones de llegar a la presidencia norteamericana. Por esta razón, el día de la visita a Colombia, el abrazo en El Dorado solo significó un reencuentro de la vieja amistad que unía a los dos mandatarios.

Culminado el acto de “Ciudad de Techo”, los mandatarios se dirigieron, con sus respectivas comitivas al Palacio de San Carlos, sede en ese momento de la presidencia colombiana. El Palacio de la Carrera, antigua sede presidencial, había sido demolido para construir en ese lugar la fastuosa Casa de Nariño donde residen los presidentes en la actualidad. Durante el recorrido del llamativo Cadillac, los mandatarios fueron homenajeados por la multitud bogotana, que de manera espontánea le hacía calle de honor al automóvil, gritaban vivas al presidente Kennedy, batían sus pañuelos y arrojaban confetis. En varios edificios visibles, se había izado la bandera de Estados Unidos. El mandatario visitante alzaba la mano para saludar y dejaba ver su agradable sonrisa a través del cristal de la capota del coche. El conductor manejaba despacio para que la gente pudiera apreciar al multimillonario que había llegado a la presidencia de Estados Unidos el 20 de enero de 1961, es decir, hacía once meses. El recorrido duraría 35 minutos y con anticipación se habían despejado las calles y cerrado varias vías para evitar la circulación, y la policía cuidaba el espacio por donde pasaría la caravana presidencial.

En San Carlos, estaba previsto un almuerzo privado en el cual participarían únicamente las dos parejas presidenciales y Consuelo, la hija menor del presidente Alberto Lleras, es decir cinco personas. El resto de las comitivas almorzarían en los comedores alternos, que se habían organizado lujosamente para atender a los numerosos invitados. Apenas llegaron a Palacio, la pareja presidencial subió a uno de los aposentos destinado para ellos. Necesitaban descansar un tris para desperezarse un poco. Jacqueline aprovechó para retocarse el maquillaje y ponerse un nuevo vestido que luciría durante al almuerzo. En breves minutos bajaron a la primera planta para esperar la orden de pasar al comedor. Se sentaron en el salón principal, el mismo que utilizaba el Libertador Simón Bolívar para recibir las visitas de los altos funcionarios del gobierno y del cuerpo diplomático en el siglo XIX. Mientras pasaban al comedor, los dos mandatarios intercambiaron impresiones en inglés, idioma que el doctor Lleras Camargo hablaba a la perfección. En medio del diálogo el presidente Lleras le preguntó a John Fitzgerald: “Do you want to drink something before lunch?” Casi al instante, éste le respondió: “Of course, I want to drink a Bloody Mary”.

Doña Bertha salió enseguida a solicitarle el gusto presidencial al cocinero escogido para el evento. Se trataba nada menos que del chef del Hotel Tequendama, quien le confesó que, aunque sabía preparar el “Bloody Mary”, no tenía los ingredientes a la mano para hacerlo: vodka, zumos de tomate y de limón, gotas de tabasco, salsa Worcestershire, sal, pimienta, un tallo de apio y una cereza para decorar. La primera dama se paralizó ante la respuesta, se ofuscó por un instante y no sabía cómo sortear la situación. Sin embargo, el chef, muy diligente, se ofreció a mandar un emisario en motocicleta hacia el Hotel a conseguir los ingredientes. Como la Carrera Séptima estaba despejada hasta la calle 38 donde quedaba la Embajada de Estados Unidos, lugar que pensaba visitar John F. en las horas de la tarde, el emisario solo tardó quince minutos en recorrer el trayecto de ida y vuelta hasta el Hotel, ubicado en la calle 26. De esta manera el presidente norteamericano pudo disfrutar con mucho placer el inesperado “Bloody Mary” que, repentinamente, había puesto en apuros a los anfitriones. Y estaba tan delicioso que John F. siguió degustándolo durante el almuerzo, mientras su esposa apuraba una botella de champaña, bebida que, durante toda su vida, fue su licor preferido.

 

Eddie José Daniels García

Sobre el autor

Eddie José Dániels García

Eddie José Dániels García

Reflejos cotidianos

Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.

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