Historia

Elecciones, candidatos y fraude electoral: la historia política de Colombia

Nelson Ramírez

18/07/2022 - 05:30

 

Elecciones, candidatos y fraude electoral: la historia política de Colombia
Con la eliminación física de Gaitán se esfumó también la posibilidad de las reivindicaciones sociales / Foto: créditos a su autor

 

Las élites colombianas son unas de las más conservadoras y reaccionarias de América Latina. Esa ha sido la constante, por lo menos, desde los años 40s, del siglo pasado, cuando en plena novena Conferencia Panamericana y bajo el gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez, asesinaron al líder liberal Jorge Eliecer Gaitán, el más opcionado a ganar la presidencia para el periodo 1950-1953. El miedo a perder el poder y a entregar los privilegios hizo dudar a las élites liberales y conservadoras sobre un posible gobierno encabezado por líder carismático, y a tomar la decisión de asesinarlo con apoyo extranjero, posiblemente de la CIA, quien al parecer urdió el plan para poner como distractor a Juan Roa Sierra. El asesinato de Gaitán dio paso a lo que se conoce como el Bogotazo y en el resto del país, la Violencia, que se regó como pólvora por todo el territorio nacional, generando en un primer momento la conformación de las guerrillas liberales.

Con la eliminación física de Gaitán se esfumó también la posibilidad de las reivindicaciones sociales de las mayorías pobres del país, y el partido liberal dejó de ser alternativa de poder para esas mayorías.

Después del mandato de Ospina Pérez, advino el breve gobierno de Laureano Gómez (personaje que sus contradictores apodaban: “el monstruo”), y luego la dictadura del General Rojas Pinilla 1953-1957, quien ayudó a liberales y conservadores a estabilizar el país, y, cuando vieron que le había encontrado el gusto al poder, las élites le organizaron un paro patronal, un plebiscito, y lo sacaron a empellones de la silla presidencial. Después le promovieron un juicio en la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes (quizás única vez que esa comisión ha servido para algo). En enero de 1959 se produjo la inauguración oficial del juicio, y el 2 de abril del mismo año fue condenado por varios delitos: corrupción, abuso de autoridad, enriquecimiento indebido e indignidad en el ejercicio del cargo de presidente, sanción que incluía la pérdida de los derechos políticos. Pero parece que la acusación y castigo no fue más drástica, porque, en algún momento del juicio, amenazó con revelar el nombre del autor intelectual del asesinato de Gaitán, y al parecer por lo mismo, fue exonerado de la condena 5 años después. El restablecimiento de los derechos políticos le permitió, a finales del Frente Nacional (1958-1974), postularse como candidato y disputarle la presidencia al más mediocre y pusilánime de los candidatos: Misael Pastrana Borrero, elecciones celebradas el 19 de abril de 1970, habiéndose acostado los colombianos con toque de queda y con el general como seguro presidente, y despertado con Misael Pastrana de presidente por medio del fraude electoral.

El Frente Nacional, además de promover el clientelismo, se convirtió en el padre legítimo de los cuatro grupos guerrilleros más importantes: la FARC, en 1964, un ejército de campesinos con orientación soviética, el ELN, en 1964, inspirado en la Revolución Cubana, el EPL, en 1967, nacido en el norte de Colombia y de orientación chino maoísta (grupos integrados por gran parte de los excluidos del Pacto de Sitges), y el M-19, guerrilla urbana formada por intelectuales de clase media y de corte nacionalista, integrada en su mayoría por traicionados y burlados por el fraude electoral contra el general Gustavo Rojas Pinilla, el 19 de abril de 1970. 

Los años 80 no solo fue una década donde la violencia entre liberales y conservadores se reconceptualizó como derecha e izquierda, sino que la violencia se hizo más compleja al mezclarse con narcotráfico y paramilitarismo, hermandad macabra que aún permanece, y ha abrazado a un sector de la sociedad  y otro de fuerzas militares y de policía, lo mismo que mantiene un fuerte maridaje con otros funcionarios del gobierno y que sintéticamente se le llama mafias, quienes dirigieron todos sus esfuerzos a capturar el gobierno y el Estado para legislar en causa propia, y perseguir y eliminar a todo aquel que ofreciera resistencia. Así cayó por órdenes del cartel de Medellín, y con complicidad de miembros de las fuerzas del estado, Jaime Pardo Leal en 1987, candidato de la Unión Patriótica, partido que fue exterminado, y según el periodista Alberto Donadío, con el apoyo del presidente Virgilio Barco quien tuvo asesoría del militar israelí Rafi Eitán, para estructurar el plan contra la U.P., proyecto macabro del que desplazaron al israelí y terminaron liderando miembros del Ejército Nacional.

Pero el plan de exterminio no solo fue dirigido contra los candidatos de izquierda, sino, contra todo aquel que osara enfrentar a la mafia, por eso en 1989, ante la imposibilidad del fraude electoral y, casi seguro presidente, asesinaron al candidato presidencial Luis Carlos Galán, y en 1990, las mafias y las élites, liberales y conservadoras (gente de bien) asesinaron primero a Bernardo Jaramillo Ossa y después a Carlos Pizarro León Gómez, quien venía de firmar el acuerdo de paz iniciado en el gobierno Betancur y finalizado con Virgilio Barco.

Después de estos asesinatos, la mafia organizada en carteles deja de perseguir y asesinar candidatos de izquierda y se dedica a comprar candidatos y presidentes de la derecha, primero Samper, y como testimonio quedó para la historia el proceso 8.000, lo mismo pasó con Pastrana hijo (carta Rodríguez Orejuela), después de él y su evidente fracaso en las negociaciones de paz, toma el poder del Estado, Álvaro Uribe Vélez, líder carismático y cercano a los intereses del cartel de Medellín, ayudándole a librarse de sus adversarios, Cartel de Cali, (extradita a los Rodríguez Orejuela),  y queda el gobierno bajo la influencia del uribismo por 20 años, ocho años de Uribe en presidencia, ocho años de Santos y cuatro años de Duque, al mismo tiempo que se fueron transfigurando los carteles de la droga en bandas criminales y mafiosas, siendo la más visible, el Clan del Golfo asociado ahora con carteles mexicanos, de Sinaloa o Jalisco Nueva Generación. La cuenta en años bajo la fuerte y casi evidente influencia del narcotráfico, suman 28 años mal contados, partiendo desde de Samper, descontando las cercanías de Betancur y Barco con el cartel de Cali, según lo afirmado por “el loco” Alberto Giraldo.

Desde entonces, para la ultraderecha en Colombia, mantener el poder del Estado y control del gobierno se volvió muy cómodo, porque al quedar cooptadas casi todas las fuerzas políticas e instituciones; lo mismo que algunos generales del ejército, policía, miembros del legislativo, ejecutivo, poder electoral y todos los entes de control, no fue necesario volver a matar candidatos presidenciales de izquierda o enemigos con intención de disputarle el poder del Estado. Para ello implementaron estrategias más blandas, como la polarización y el ruido mediático, el matoneo desde las mass medias al servicio del establecimiento y el fraude electoral. Así mantuvieron a raya durante muchos años a otros candidatos e incluso a Gustavo Petro, quien de manera necia y casi testaruda –al no abandonar la candidatura a pesar de que, en la campaña del 2018, le hicieron un atentado en Cúcuta–, se les fue acercando a las fronteras del poder a la par que fue venciendo la resistencia creada en la ciudadanía a partir de su pasado rebelde como integrante del M-19.

Pero como dice el dicho, “tanto va el cántaro a la fuente hasta que se revienta”, parece que el exceso de confianza en los efectos de la mala propaganda dirigida hacia la ciudadanía en contra de Petro, el férreo control del poder electoral y del fraude desde el mismo, más las montañas de dinero venidas de la corrupción y el narcotráfico para comprar votos, igual que la manipulación desmedida por todos los medios posibles, les hizo perder de vista el hecho de que la sociedad estaba cansada de los malos gobiernos, de la corrupción, de los abusos reiterados de la policía  contra quienes se atrevían a protestar, entre ellos, sindicalistas, maestros, estudiantes, indígenas, mujeres y muchos jóvenes sin oportunidades.

Todas las estrategias anteriormente mencionadas que habían dado sus réditos en las elecciones del 2018, en las que incluso el mafioso José Ñeñe Hernández compró votos (que la Registraduría y Consejo Nacional Electoral legalizaron), para que Iván Duque llegará a la presidencia. Para las elecciones de 2022, el esquema no dio los mismos resultados para retener el poder, ya en las legislativas se detectó intentos de fraude contra el partido de oposición y lograron detenerlo a tiempo. Para la primera vuelta presidencial, muchas voces dijeron que había habido fraude a través de la manipulación del software, incluso seguidores del presidente electo hicieron reconteos de los votos virtualmente y hasta publicaron en redes sociales gráficas representando como había sido el posible fraude.

Con todos esos antecedentes, seguidores, electores y líderes de la oposición entraron en una paranoia colectiva sobre el posible fraude, y la tensión subió más aún, cuando el Registrador Nacional no permitió la auditoria internacional del software y expresó que Petro debía aceptar los resultados. A raíz de eso, su campaña optó por designar un ejército de testigos electorales para cuidar los votos al pie de las urnas, mientras que el candidato y sus seguidores redoblaron esfuerzos para conquistar voto a voto lo que faltaba para ganar la presidencia. Por eso se vio gente votando copiosamente, con la finalidad que los votos aportados por el algoritmo malicioso no fuesen suficientes para que ganara el candidato del establecimiento. Dicho sea de paso, su ímpetu de grandeza, su despotismo, su ordinariez y su vocabulario estridente, ayudó bastante, al desencantar a muchos a no votar por él, y motivar a otros por el voto en blanco.

Después de trasegar el país y el poder por más de 200 años en manos de la derecha con distintas denominaciones como: patriotas versus realistas, centralistas contra federalistas, librecambistas versus proteccionistas, liberales y conservadores, ha llegado al poder un presidente que no militó ni perteneció a los partidos tradicionales, cambio con el que tal vez Colombia intenta dejar atrás la pre-modernidad política y aterrizar definitivamente en el siglo XXI. 

 

Nelson Ramírez

Historiador y profesor universitario  

3 Comentarios


Manuel Gregorio Paternina Álvarez 19-07-2022 09:57 AM

Mil gracias por ese recorrido claro por nuestra vergonzosa historia politiquera de Colombia

Benjamin Casadiego 10-11-2022 09:13 AM

El primer párrafo ya contiene suficientes lugares comunes para que el aburrido lector desista en su empeño de leer. Lo seguimos leyendo por solidaridad pero no hay remedio. La idea, que pudo ser buena, se perdió irremediablemente. Pienso que es un buen momento para que la izquierda, ahora en el poder, haga renovación del lenguaje, (del presidente pa bajo) primero para elevar el nivel de los debates y segundo para enfocar mejor las ideas y no perderse en el meandro de los lugares comunes. El historiador, firmante del articulo, tiene que decidir entre escribir Historia con mayúscula o redactar panfletos en busca de fáciles partidarios. Afirmar que "Con la eliminación física de Gaitán se esfumó también la posibilidad de las reivindicaciones sociales de las mayorías pobres del país", es abusar del aburrido lector. Además cita mal a Henderson y no le da los créditos.

Benjamin Casadiego 12-11-2022 07:02 PM

El autor del articulo me ha enviado un correo: > La crítica es bien recibida, siempre y cuando el lector reconozca qué es > parte interesada y qué su sesgo ideológico lo pone al mismo nivel del autor > qué está en la orilla opuesta. Mi respuesta: Más que estar en una u otra orilla del mismo río que no piensa en orillas, mi crítica es hacia la honradez intelectual. Un historiador comprometido convierte esta afirmación efectista, "Con la eliminación física de Gaitán se esfumó también la posibilidad de las reivindicaciones sociales...", en una pregunta: "¿Con la eliminación física de Gaitán se esfumó la posibilidad de las reivindicaciones sociales de las mayorías pobres del país?" Es por ahí donde va mi crítica. Es una frase que busca captar ingenuos, sin haber pasado por el tamiz de la falsabilidad popperiana. Coetzee dice en el Buen relato, "Y, sin embargo, a mí me produce esperanza el que los historiadores asuman como vocación, cada tantos años, sacar del estante la versión aceptada y someterla otra vez a examen, cotejándola con los datos para ver si todavía resulta una crónica verdadera". ¿Cuánto tiempo esperaremos para que el autor reconsidere esa frase a la luz de la Historia y sus escenarios hipotéticos? Pero, además, bien escrita, agradablemente escrita. El historiador es un escritor, vive del lenguaje, la Historia habita en el lenguaje y no puede escribir propaganda, porque al hacerlo está traicionando su ciencia.

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