Historia
Extraños y armados: crónica de los días oscuros en San José de Oriente
En los años sombríos de la década del 90 y principios de los 2000, los cadáveres eran llevados a través de intrincados caminos a lomo de mulas, cruzando la difícil geografía de San José de Oriente, un olvidado corregimiento en La Paz, Cesar. En esta tierra, apenas marcada por largos caminos de herradura, los cuerpos, en avanzado estado de descomposición, encontraban su último transporte en bolsas negras que oscilaban desde las barandas de helicópteros que surcaban el poblado a alturas que parecían desafiar la gravedad. La angustia y el miedo se apoderaban de los habitantes, congregándose en la única calle empedrada para observar el macabro desfile aéreo. Después, un silencio denso se instalaba, la soledad se enroscaba en el entorno y todos se apresuraban a cerrar puertas y ventanas, como si así pudieran detener la inminencia de la muerte. El resultado era un pueblo sumido en la desesperación, con el murmullo distante de un río y los aullidos desgarradores de perros que anticipaban la llegada de extraños sujetos.
Las órdenes despiadadas de abrir fuego ante miradas desfavorables, muestras de desdén o desafíos a las imposiciones resonaban con brutal claridad en las palabras de los líderes de los grupos que asolaban a la población.Principio del formulario Estos individuos, montados en vehículos con cristales polarizados, se desplazaban con desafiante arrogancia por la única calle empedrada, exhibiendo una autoridad opresiva con cada gesto. Vestidos con uniformes, se les avistaba en lugares tan cotidianos como galleras y billares, así como participando en incursiones para arrebatar por la fuerza a personas de sus hogares, sin mostrar la más mínima compasión. Las víctimas, entre sollozos y miradas de despedida, eran plenamente conscientes de que aquel encuentro marcaba posiblemente la última vez que verían a sus seres queridos.
En los días siguientes, tras ser catalogados como desaparecidos, su paradero quedaba al descubierto gracias a campesinos que merodeaban algunas zonas, donde los cuerpos reposaban, ya sea expuestos al aire o semienterrados. La inquisitiva atención de estos individuos se despertaba al encontrar tierra removida, desencadenando una danza macabra al hundir varas en el suelo y luego retirándose ante el inevitable hedor de la descomposición.
En las noches, con frecuencia se iba la luz, obligando a los habitantes a encender velas o lámparas de petróleo que apenas proyectaban una tenue luz a través de pequeños orificios en las paredes y puertas.
En las afueras, el silencio se quebraba con el canto de ranas, grillos y chicharras. Los pasos apresurados de extraños no conocían pausa, a veces eclipsados por el llanto de las nubes que descargaban su pesar sobre el poblado, o por los sollozos de una víctima, primero exhibida en el pueblo y luego silenciada por balas en las alturas de las montañas. Gritos brotaban, se escuchaban cercanos como susurros llevados por el eco, para desvanecerse en la distancia, convertidos en lamentos errantes en la soledad de las noches.
Los extraños, con sus fusiles al hombro se aventuraban hacia la entrada del pueblo. Junto a una imponente piedra, a la sombra de sus propias sombras, detenían cualquier vehículo que osara cruzar ese umbral. Requisaban a las personas minuciosamente, escrutándolas con miradas penetrantes. Entre ellos, señalaban a aquellos a quienes consideraban sospechosos de colaborar con las autoridades, dejándolos atrás en el mismo sitio. Con rostros petrificados por el miedo, todos intuían el oscuro desenlace que les aguardaba.
Bayron Araújo Campo
Escritor y periodista.
Sobre el autor
Bayron Araújo Campo
Letras sueltas
Escritor y periodista, natural de Manaure Balcón del Cesar, con experiencia en bibliotecas, promoción de lectura, investigación, columnismo y crónica. Autor de los libros Serpientes de humo y Consuelo (ambos publicados en México). Actualmente, reside en Ciudad de México.
3 Comentarios
Y aún así en las noches oscuras y silenciosas entre balas y estruendos de las bombas fue la mejor niñez que pudimos pasar.
Excelente crónica Mi hermano una realidad que apesar de los años sigue intacta y dejó muchas familias llorando aún su seres queridos. Aun sin saber que será se su paradero. Felicitaciones
Bayron, muy bien pero creo que te quedaré corto en la historia, para nosotros fue la destrucción de toda la familia.
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