Literatura
Rafael Núñez Fontalvo y el hábito de la lectura

Rafael Núñez Fontalvo, o Rafaelito, como también se le conoce, nacido hace 90 años, vive orgulloso de haber hecho de la lectura su principal y más importante hábito. Por eso afirma que leer un buen libro ayuda a superar las dificultades con las que nos enfrentamos en la vida. Además, está convencido de que al incluir esta rutina en su vida le ha fortalecido su cerebro, tanto que asegura recordar con nitidez hechos de su remoto pasado.
Y entre esas historias de su pasado que recuerda, está la de afirmar que cuando lo enviaron a la escuela pública fue para cursar segundo de primaria, porque lo aprendido en la escuelita pública de “La niña” Anita Núñez, resultó suficiente para que no fuera matriculado en el primer curso.
Para entonces tenía seis años y con esta maestra y rezandera cimentó las bases para destacarse como un alumno aventajado de los maestros Miguel Altamar, Ildefonso Rivera y José Santander, que Rafaelito enuncia como los mejores. Con ellos cursó hasta el cuarto de primaria. El quinto lo hizo, inicialmente, en una escuela privada que abrió Héctor Medina Santander. Un año después repitió este curso cuando el profe Héctor fue nombrado como maestro oficial.
Rafaelito creció jugando al botellón en la plaza de arena brillante de Pedraza, pateando bolas de candela en los tiempos de las fiestas patronales, pero siempre tuvo un espacio para el estudio, para la lectura, especialmente de las cartillas número dos, tres y cuatro. De la uno señala que no resultó necesario leerla por lo aprendido donde Anita Núñez.
Él, miembro de dos familias tradicionales, fue creciendo en medio de limitaciones económicas, como era usual en una localidad donde los medios de producción eran escasos, siendo la alcaldía la más importante. Su padre, Rafael Núñez Coneo, accedió a algunos cargos de la fronda burocrática municipal, entre ellos, el de presidente del concejo. Sin embargo, apoyado en que parte de su familia, los Fontalvo, se habían mudado para Barranquilla, se matriculó en el Colegio José Eusebio Caro, donde cursó el primero de bachillerato.
Pero las limitaciones económicas lo hicieron volver a Pedraza, entonces su labor fue la de trabajar al lado de su padre, el responsable de la comunicación a través del río entre esa localidad y Calamar. Dueño de una embarcación, partía, casi al medio día, llevando pasajeros y encargos, mientras que de la segunda localidad regresaba en la tarde con la mercadería encargada.
La identificación, desde lejos de su canoa, era una vela, que, con el paso del tiempo, de su tela primigenia, solo quedó su historia. Y mientras la vela y la palanca forzaban al río para que permitiera que la canoa se deslizara por el agua, en contra de la corriente, Rafaelito se ocupaba leyendo El Tiempo, El Espectador y El Heraldo.
La monotonía del ir y venir y la necesidad de tener un oficio, lo mudó para Barranquilla, donde aprendió el arte de la construcción de viviendas. Para entonces, era un adulto e hizo en Pedraza de esta labor su actividad productiva. Sin embargo, pese a la dureza del trabajo, con sus manos encallecidas tomaba las novelas que relataban historias del oeste estadounidense que leía a instancias de su pariente Manuel Fontalvo, quien se las enviaba desde Barranquilla. Después, estableció un intercambio de textos con Ernel Martínez. De la época de lector de este tipo de literatura, recuerda su afición por las obras de Marcial Antonio Lafuente Estefanía.
Pero habría un hecho determinante en su hábito lector. Fue abordado por varias estudiantes del colegio de Bachillerato, solicitándole que les hiciera un análisis literario de la novela María de la autoría de Jorge Isaac. Y mientras leía la obra, vivía la historia de amor entre ella y su primo Efraín. También compartió el dolor de Efraín, tras la muerte de María, además, anduvo con él por los lugares donde la pareja vivió momentos de amor.
Esta lectura fue determinante para superar los paisajes del oeste de los Estados Unidos, las historias de bandidos asaltando diligencias y los duelos de forajidos, que narraban en las novelas de vaqueros. Además, fue quien lo indujo a leer las obras de Gabriel García Márquez, especialmente Crónica de una muerte anunciada, la que, admite, repasó en varias oportunidades.
Rafaelito, orgulloso, se declara amante de la lectura de poemas, especialmente los colombianos. Su poeta de cabecera es Julio Flórez, tanto que declama el poema Verdad Amarga con fuerza, sin trastabillar al hacerlo, y sin que su mente lo traicione. Texto que escribió en un cuaderno por si la mente lo llega a traicionar con el olvido.
Yo quisiera ver lo que he mirado
A través del cristal de la experiencia
El mundo es un mercado en que se compran
Honores, amistades y conciencias.
Amigos, es mentira: no hay amigos
La amistad verdadera es ilusión
Ella cambia, y también desaparece
Con los giros que da la situación
Amigos complacientes solo tienen
Los que disfrutan de ventura y calma
Más aquellos que abate el infortunio
Solo llevan tristezas en el alma.
Parte importante de su vida la ha vivido en el barrio Arriba de Pedraza, donde ocupa su tiempo en ir y venir a la orilla del río Magdalena, en la que se dedica a observar el pasar de las aguas, la salida y llegada de las embarcaciones y de los pasajeros. También es un lugar donde tras entregarse a la lectura, viaja a cualquier parte del mundo, porque, como se asegura, quien lee se transporta a través de las historias que los escritores narran.
Rafaelito, igual que Vargas Llosa, dice que: de las cosas más importantes que ha hecho en su vida, es aprender a leer. Por eso festejó la creación de la biblioteca Ignacio Ospino García, porque en ella encuentra los textos que le han permitido seguir consolidando su hábito lector.
Además, menciona que la lectura enriquece más que los bienes materiales, por ello crítica a quienes han hecho de la obtención de estos el único objetivo en la vida. Lo dice argumentando que quien lo hace antepone la creencia de que el dinero es lo que hace importante a los seres humanos, cuando, citando a la escritora Rosa Montero, leer nos hace personas, nos hace mejores personas.
Igualmente, afirma que el afán de lucro, la riqueza como imperativo de vida, ha llevado a las nuevas generaciones a creer que la lectura está pasada de moda, como si el hacerlo fuera una novedad. Por lo que les recuerda que leer les permite tener una mejor comprensión de la vida, ser reflexivos, porque al hacerlo se nos cambia literalmente el cerebro al engrosarnos la materia blanca. Y destacando la importancia de la literatura, menciona la frase del novelista estadounidense William Faulkner, que dice que: “La literatura los mas que logra es lo mismo que un fosforo cuando se enciende en mitad de la noche, en mitad del campo. Esa cerilla en realidad no ilumina nada, lo único que permite ver mejor es cuanta oscuridad hay alrededor.
Es a Rafaelito a quien se le acredita la genial respuesta que le dio a quien, creyéndose rico por poseer varias vacas y un pequeño terreno, le mencionó, de manera sarcástica, su capacidad económica; frente a lo que le respondió: ¡Yo no tengo vacas, pero las sé contar!
Álvaro Rojano Osorio
Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio
El telégrafo del río
Autor de los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).
Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).
Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.
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